/ domingo 7 de junio de 2020

Intellego ut credam

Creemos en Dios Uno y Trino

El Credo, la oración que contiene los principales artículos de la fe enseñada por los apóstoles. Creer en algo que se ve, que se palpa, es algo fácil, pero en algo que no es así en el mundo normal parece difícil.

Tampoco pensar en algo que a la vista del hombre no es visible, en el mundo natural no parece posible, menos poder comprender cómo es y qué es, aún más, muchos niegan aceptar leves sospechas, o una mínima opinión, o alguna consideración de algo como probable o posible, si sus ojos no ven directamente y sus manos no lo palpan. El decir creo o ya lo creo lo utilizamos para cosas evidentes, pero ¿cómo es que decimos creo en las verdades de mi fe, las verdades reveladas por Dios y las propuestas por la iglesia?

Cada domingo, proclamamos en la santa misa después de haber oído el Santo Evangelio y estar atentos a la reflexión de la palabra, el Credo. El sentido es la respuesta a esta palabra, es decir, hacemos una declaración de nuestra fe. Esto es porque la fe nace de la escucha de la palabra de Dios, es nuestra respuesta personal a esta palabra, la “obediencia de la fe”, como la llama San Pablo. Solamente una persona que ha escuchado a Jesús puede después creer en Él.

El Credo, llamado también “símbolo de la fe”, no nació en la liturgia eucarística, sino en la liturgia bautismal. Cuando una persona quería ser bautizada antes debía proclamar el Credo, es decir, hacer una declaración pública de su fe. En el siglo V se introdujo en la liturgia eucarística, en el oriente cristiano, de lengua griega.

El primer lugar del occidente cristiano donde se recitó el Credo en la misa fue en España (siglo VI). Los dos “Credos” más conocidos son el apostólico usado en Roma ya en el siglo III, y el Niceno - Constantinopolitano, que recoge la fe de los Concilios de Nicea (año 325) y Constantinopla (año 381) Hasta 1983 sólo se podía usar en la misa el Credo niceno-constantinopolitano a partir de ese año coexisten los dos.

El Credo, no es sólo una oración más de la Santa Misa, es una oración de nuestra vida diaria, aunque no la recitemos, atesorémosla en el corazón, y cuando debamos recitarla digámosla con fuerza, que salga de nuestro corazón. También resulta extremadamente interesante PROCALMARLA mostrando una gran convicción, sobretodo cuando estamos en una celebración en la cual participan hermanos que no practican la fe, especialmente si para ellos el ir al templo es sólo para ocasiones o eventos especiales como el asistir a un servicio religioso, tales como funerales, bautismos o bodas.

En efecto, para alguien que no es devoto, el oír el credo, le invita a la reflexión. Decir con fe el Credo es recordar nuestro bautismo y entrar en comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, es también entrar en comunión con toda la iglesia que nos transmite la fe y en el seno de la cual creemos.

El Credo de los Apóstoles o Símbolo de los Apóstoles, también conocido como el credo corto, es llamado de los apóstoles por que es considerado con justicia como el resumen fiel de la fe de los apóstoles. Es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia Romana. Su gran autoridad proviene del hecho de que es el símbolo que guarda la Iglesia Romana, la que fue sede de Pedro, el primero de los apóstoles, y a la cual él llevó a la doctrina común: Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

Cuando profesamos nuestra fe, comenzamos diciendo: “Creo” nos estamos sumando a la fe de los creyentes en la iglesia, por eso esta profesión de fe se transforma en un YO CREO eclesial, es decir un “NOSOTROS CREEMOS” de todos los bautizados en Cristo. Se llama a estas síntesis de la fe “profesiones de fe” porque resumen la fe que profesan los cristianos. Se les llama “Credo” por razón de que en ellas la primera palabra es normalmente: “Creo”. Se les denomina igualmente “símbolos de la fe”.

Creemos en Dios Uno y Trino

El Credo, la oración que contiene los principales artículos de la fe enseñada por los apóstoles. Creer en algo que se ve, que se palpa, es algo fácil, pero en algo que no es así en el mundo normal parece difícil.

Tampoco pensar en algo que a la vista del hombre no es visible, en el mundo natural no parece posible, menos poder comprender cómo es y qué es, aún más, muchos niegan aceptar leves sospechas, o una mínima opinión, o alguna consideración de algo como probable o posible, si sus ojos no ven directamente y sus manos no lo palpan. El decir creo o ya lo creo lo utilizamos para cosas evidentes, pero ¿cómo es que decimos creo en las verdades de mi fe, las verdades reveladas por Dios y las propuestas por la iglesia?

Cada domingo, proclamamos en la santa misa después de haber oído el Santo Evangelio y estar atentos a la reflexión de la palabra, el Credo. El sentido es la respuesta a esta palabra, es decir, hacemos una declaración de nuestra fe. Esto es porque la fe nace de la escucha de la palabra de Dios, es nuestra respuesta personal a esta palabra, la “obediencia de la fe”, como la llama San Pablo. Solamente una persona que ha escuchado a Jesús puede después creer en Él.

El Credo, llamado también “símbolo de la fe”, no nació en la liturgia eucarística, sino en la liturgia bautismal. Cuando una persona quería ser bautizada antes debía proclamar el Credo, es decir, hacer una declaración pública de su fe. En el siglo V se introdujo en la liturgia eucarística, en el oriente cristiano, de lengua griega.

El primer lugar del occidente cristiano donde se recitó el Credo en la misa fue en España (siglo VI). Los dos “Credos” más conocidos son el apostólico usado en Roma ya en el siglo III, y el Niceno - Constantinopolitano, que recoge la fe de los Concilios de Nicea (año 325) y Constantinopla (año 381) Hasta 1983 sólo se podía usar en la misa el Credo niceno-constantinopolitano a partir de ese año coexisten los dos.

El Credo, no es sólo una oración más de la Santa Misa, es una oración de nuestra vida diaria, aunque no la recitemos, atesorémosla en el corazón, y cuando debamos recitarla digámosla con fuerza, que salga de nuestro corazón. También resulta extremadamente interesante PROCALMARLA mostrando una gran convicción, sobretodo cuando estamos en una celebración en la cual participan hermanos que no practican la fe, especialmente si para ellos el ir al templo es sólo para ocasiones o eventos especiales como el asistir a un servicio religioso, tales como funerales, bautismos o bodas.

En efecto, para alguien que no es devoto, el oír el credo, le invita a la reflexión. Decir con fe el Credo es recordar nuestro bautismo y entrar en comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, es también entrar en comunión con toda la iglesia que nos transmite la fe y en el seno de la cual creemos.

El Credo de los Apóstoles o Símbolo de los Apóstoles, también conocido como el credo corto, es llamado de los apóstoles por que es considerado con justicia como el resumen fiel de la fe de los apóstoles. Es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia Romana. Su gran autoridad proviene del hecho de que es el símbolo que guarda la Iglesia Romana, la que fue sede de Pedro, el primero de los apóstoles, y a la cual él llevó a la doctrina común: Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

Cuando profesamos nuestra fe, comenzamos diciendo: “Creo” nos estamos sumando a la fe de los creyentes en la iglesia, por eso esta profesión de fe se transforma en un YO CREO eclesial, es decir un “NOSOTROS CREEMOS” de todos los bautizados en Cristo. Se llama a estas síntesis de la fe “profesiones de fe” porque resumen la fe que profesan los cristianos. Se les llama “Credo” por razón de que en ellas la primera palabra es normalmente: “Creo”. Se les denomina igualmente “símbolos de la fe”.