/ lunes 14 de septiembre de 2020

Intencionalmente vulnerables

Así como existe una vulnerabilidad del cuerpo que puso al descubierto esta pandemia, existe otra del alma.

Me refiero a la que tiene que ver con mostrarnos tal cual somos. Tenemos “terror” a que otras personas conozcan nuestras debilidades, accedan a la realidad de nuestra fragilidad, se den cuenta de nuestros errores, o peor aún, si somos personas de fe, escuchen la confesión de nuestros pecados.

Tenemos miedo a que se destruya la imagen que fuimos construyendo de nosotros mismos, y que está basada muchas veces, en eso, una imagen, es decir; algo que suponemos los otros esperan ver en nosotros; pero que nosotros mismos, sabemos, que en el fondo, no es real. Es impresionante la “energía” que gastamos en aparentar lo que no somos.

Pareciera que la vida nos fue asignando un “rol” como en una obra de teatro, del cual ya no nos podemos escindir, y cada día, al levantarnos asumimos que es una escena más de esa obra a la que debemos ingresar con alguna de las máscaras que mejor nos quedan. A veces la de la comedia, a veces la de la tragedia, a veces una síntesis de ambas.

La etimología de la palabra “vulnerable” tiene que ver con la “capacidad que tiene alguien para ser herido”. ¿Quién quiere ser herido? ¿Quién se apunta? Honestamente nadie quiere ser candidato a ese puesto. Pero, lo cierto, es que al menos que alguien se arriesgue a ser herido, tampoco podrá realmente ser amado. Ahora la pregunta es: ¿Quién no quiere ser amado?

La vulnerabilidad es la cualidad que nos permite “conectarnos” con los demás. Es la base sobre la que se construye el compañerismo, la amistad, el matrimonio, el liderazgo, todas relaciones que se basan en “la confianza”. Es difícil confiar en alguien que se muestra “perfecto” todo el tiempo. Y es sumamente “desgastante” para quien lo intenta, mantener por mucho tiempo esa ‘imagen’.

Hoy te propongo a que seas libre de sostener una imagen, de aparentar algo que no eres, de seguir siendo lo que los demás quieren que seas, de poner tanta energía en impresionar a los otros, de jugar al rol del perfecto, del exitoso o del chico de diez; te propongo te conectes con Dios, contigo y con los demás, que aceptes del desafío de ser intencionalmente vulnerable.

Fe de erratas: Respecto del artículo de la semana pasada titulado “¿Qué te motiva a ser el primero?”: El hombre llegó a la luna en 1969, no en 1966 como aseveraba la historia que conté. Agradezco a la persona que me hizo notar el error.

Así como existe una vulnerabilidad del cuerpo que puso al descubierto esta pandemia, existe otra del alma.

Me refiero a la que tiene que ver con mostrarnos tal cual somos. Tenemos “terror” a que otras personas conozcan nuestras debilidades, accedan a la realidad de nuestra fragilidad, se den cuenta de nuestros errores, o peor aún, si somos personas de fe, escuchen la confesión de nuestros pecados.

Tenemos miedo a que se destruya la imagen que fuimos construyendo de nosotros mismos, y que está basada muchas veces, en eso, una imagen, es decir; algo que suponemos los otros esperan ver en nosotros; pero que nosotros mismos, sabemos, que en el fondo, no es real. Es impresionante la “energía” que gastamos en aparentar lo que no somos.

Pareciera que la vida nos fue asignando un “rol” como en una obra de teatro, del cual ya no nos podemos escindir, y cada día, al levantarnos asumimos que es una escena más de esa obra a la que debemos ingresar con alguna de las máscaras que mejor nos quedan. A veces la de la comedia, a veces la de la tragedia, a veces una síntesis de ambas.

La etimología de la palabra “vulnerable” tiene que ver con la “capacidad que tiene alguien para ser herido”. ¿Quién quiere ser herido? ¿Quién se apunta? Honestamente nadie quiere ser candidato a ese puesto. Pero, lo cierto, es que al menos que alguien se arriesgue a ser herido, tampoco podrá realmente ser amado. Ahora la pregunta es: ¿Quién no quiere ser amado?

La vulnerabilidad es la cualidad que nos permite “conectarnos” con los demás. Es la base sobre la que se construye el compañerismo, la amistad, el matrimonio, el liderazgo, todas relaciones que se basan en “la confianza”. Es difícil confiar en alguien que se muestra “perfecto” todo el tiempo. Y es sumamente “desgastante” para quien lo intenta, mantener por mucho tiempo esa ‘imagen’.

Hoy te propongo a que seas libre de sostener una imagen, de aparentar algo que no eres, de seguir siendo lo que los demás quieren que seas, de poner tanta energía en impresionar a los otros, de jugar al rol del perfecto, del exitoso o del chico de diez; te propongo te conectes con Dios, contigo y con los demás, que aceptes del desafío de ser intencionalmente vulnerable.

Fe de erratas: Respecto del artículo de la semana pasada titulado “¿Qué te motiva a ser el primero?”: El hombre llegó a la luna en 1969, no en 1966 como aseveraba la historia que conté. Agradezco a la persona que me hizo notar el error.

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