“Después los ancianos enviaron a algunos fariseos y partidarios de Herodes para hacer que Jesús cayera en la trampa de decir algo por lo cual pudiera ser arrestado. . . ¿es correcto que paguemos impuestos al César o no? . . . Muéstrenme una moneda romana, y les diré: —¿A quién pertenecen la imagen y el título grabados en la moneda? —Al César —contestaron. —Bien —dijo Jesús—, entonces den al César lo que pertenece al César y den a Dios lo que pertenece a Dios”. (Marcos 12:13-17 NTV)
¿Qué quiso decir Jesús con esta magistral respuesta que resuena hasta nuestros días? Muchos argumentan que es el inicio del pensamiento dicotómico entre la iglesia y el estado, o la vida cívica y la religiosa, o bien entre la vida terrena y vida espiritual.
Antes de responder a esta pregunta quisiera que analizáramos el comportamiento del Señor, a la luz de los evangelios, como un ciudadano más de la Palestina de entonces.
Su nacimiento está enmarcado en el cumplimiento de un deber cívico por parte de sus padres quienes acuden a Belén por un censo (Lucas 2.1-8). Ya en su ministerio público, vemos que nunca usufructuó de la popularidad que gozaba para hacer de su discurso un medio de desestabilización política, siempre fue prudente con sus pronunciamientos, a pesar de haber tenido sin dudas la posibilidad de hacerlo, y por qué no, la tentación.
Ya a punto de ser ejecutado después de un proceso carente de rigor jurídico, al ser expuesto delante del gobernador Pilato ni siquiera presentó argumentos a su favor (Mateo 27.11-14). Frente al abuso de quienes tenían la espada no se quejó ni maldijo sino se limitó a cargar la cruz. Jesús se sometió a las autoridades y las instituciones de gobierno desde antes de su nacimiento, cada día de su vida terrena y hasta el día de su muerte.
Ahora sí, con esto en mente. ¿Qué quiso decir Jesús con aquella famosa frase antes citada? Sencillamente que “cada cosa tiene su lugar”; existe una jurisdicción para los gobiernos terrenales y otra para Dios, que está por encima de ellos. La realidad espiritual de nuestra ciudadanía celeste, para aquellos que creemos, no nos exime de nuestra responsabilidad cívica con la nación a la cual pertenecemos. Si Israel hubiera sido una democracia, no tengo dudas, Jesús hubiera votado. ¿Por quién? Es secreto.
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