/ viernes 12 de octubre de 2018

Jóvenes volver a pensar

Los vacíos del poder

En esta etapa bastante conflictiva que estamos viviendo en el país, donde hay una clara ausencia de autoridad, a pesar que constitucionalmente hay dos presidentes y además “legítimos” -ambos- uno el constitucional y el otro el electo, desde finales de julio hasta diciembre, estamos viviendo una serie de circunstancias donde el sentir de la patria se siente ambivalente y autista (esquizofrenia nacional), ya que la ausencia de ésta nos retira el privilegio de primacía que se reconoce en la influencia del mando ejecutivo.

Por ejemplo, la de un individuo sobre el statu quo de un colectivo. Tal privilegio se concibe 'motu proprio', asignado o designado. La ausencia de ésta, también es el prestigio meritorio de una persona u organización en su calidad o competencia sobre cierta materia. La autoridad suele estar asociada al Estado como depositario de los poderes públicos.

Los funcionarios  tienen la facultad de mandar y dar órdenes, que deben ser acatadas siempre que actúen de acuerdo con las leyes y normas vigentes. Si seguimos la definición del Diccionario de la Lengua, la autoridad es: “Potestad, facultad. O poder que tiene una persona sobre otra que le está subordinada. Persona revestida de  algún poder o mando”.

Cada posición concreta tiene unos derechos inherentes que los titulares adquieren del rango o título de la posición. La autoridad por lo tanto se relaciona directamente con la posición del titular dentro de la organización y no tiene nada que ver con la persona en forma individual.

Este vacío de poder ya está técnicamente en una situación que ya la llamaremos ingobernabilidad,  es una situación política que se está manifestando actualmente con gran intranquilidad nacional general -hay o no hay nuevo aeropuerto, salarios, descentralización de las oficinas federales, supresión de delegados en los estados, crecimiento   económico, manejo del Banco de México, inflación acumulada, presupuestos globales, política exterior, etc…

En una situación ideal, las personas en una sociedad deben gozar de condiciones de orden y estabilidad que hagan posible prever un futuro estable y confiable -con un mínimo de cambios súbitos y, mucho menos, situaciones de desorden y convulsión general.

La ingobernabilidad es, por tanto, un fenómeno político que significa un desperfecto sustancial en el ejercicio de la función gubernamental -y que se manifiesta en esas circunstancias persistentes de gran intranquilidad general nacional. La función central de todo gobierno es el mantenimiento de circunstancias propicias al disfrute de la vida libre de sus ciudadanos -circunstancias bien descritas en la noción de confianza en el futuro personal.

La historia nos enseña que toda sociedad en términos generales aborrece el vacío de poder, en cuanto este se presenta, es casi inmediatamente ocupado por un nuevo poder, que puede ser mejor o peor, según los más variados criterios,  que aquel al que sustituye. No es nada nuevo el que en el ejercicio del poder se produzcan abusos, injusticias, incoherencias, latrocinios, inmoralidades y demás lacras propias de la naturaleza humana, sobre todo cuando alguno se ha encumbrado a las cimas del propio poder.

Decía un sabio que sólo los santos aguantaban el incienso y eso porque eran de palo… Lo esencial es que estas cuestiones se mantengan dentro de unos límites cuya razonabilidad sería discutible para evitar que se desborde el orden social.

Acta est fabula “La historia se ha terminado”.

tomymx@me.com

Los vacíos del poder

En esta etapa bastante conflictiva que estamos viviendo en el país, donde hay una clara ausencia de autoridad, a pesar que constitucionalmente hay dos presidentes y además “legítimos” -ambos- uno el constitucional y el otro el electo, desde finales de julio hasta diciembre, estamos viviendo una serie de circunstancias donde el sentir de la patria se siente ambivalente y autista (esquizofrenia nacional), ya que la ausencia de ésta nos retira el privilegio de primacía que se reconoce en la influencia del mando ejecutivo.

Por ejemplo, la de un individuo sobre el statu quo de un colectivo. Tal privilegio se concibe 'motu proprio', asignado o designado. La ausencia de ésta, también es el prestigio meritorio de una persona u organización en su calidad o competencia sobre cierta materia. La autoridad suele estar asociada al Estado como depositario de los poderes públicos.

Los funcionarios  tienen la facultad de mandar y dar órdenes, que deben ser acatadas siempre que actúen de acuerdo con las leyes y normas vigentes. Si seguimos la definición del Diccionario de la Lengua, la autoridad es: “Potestad, facultad. O poder que tiene una persona sobre otra que le está subordinada. Persona revestida de  algún poder o mando”.

Cada posición concreta tiene unos derechos inherentes que los titulares adquieren del rango o título de la posición. La autoridad por lo tanto se relaciona directamente con la posición del titular dentro de la organización y no tiene nada que ver con la persona en forma individual.

Este vacío de poder ya está técnicamente en una situación que ya la llamaremos ingobernabilidad,  es una situación política que se está manifestando actualmente con gran intranquilidad nacional general -hay o no hay nuevo aeropuerto, salarios, descentralización de las oficinas federales, supresión de delegados en los estados, crecimiento   económico, manejo del Banco de México, inflación acumulada, presupuestos globales, política exterior, etc…

En una situación ideal, las personas en una sociedad deben gozar de condiciones de orden y estabilidad que hagan posible prever un futuro estable y confiable -con un mínimo de cambios súbitos y, mucho menos, situaciones de desorden y convulsión general.

La ingobernabilidad es, por tanto, un fenómeno político que significa un desperfecto sustancial en el ejercicio de la función gubernamental -y que se manifiesta en esas circunstancias persistentes de gran intranquilidad general nacional. La función central de todo gobierno es el mantenimiento de circunstancias propicias al disfrute de la vida libre de sus ciudadanos -circunstancias bien descritas en la noción de confianza en el futuro personal.

La historia nos enseña que toda sociedad en términos generales aborrece el vacío de poder, en cuanto este se presenta, es casi inmediatamente ocupado por un nuevo poder, que puede ser mejor o peor, según los más variados criterios,  que aquel al que sustituye. No es nada nuevo el que en el ejercicio del poder se produzcan abusos, injusticias, incoherencias, latrocinios, inmoralidades y demás lacras propias de la naturaleza humana, sobre todo cuando alguno se ha encumbrado a las cimas del propio poder.

Decía un sabio que sólo los santos aguantaban el incienso y eso porque eran de palo… Lo esencial es que estas cuestiones se mantengan dentro de unos límites cuya razonabilidad sería discutible para evitar que se desborde el orden social.

Acta est fabula “La historia se ha terminado”.

tomymx@me.com