/ viernes 2 de noviembre de 2018

Jóvenes volver a pensar

La cultura de un pueblo está basada en sus costumbres y tradiciones, la tradición del día de muertos representa una actitud específicamente mexicana ante la muerte, este día 2 de noviembre "Día de los Difuntos", es un día consagrado a los muertos queridos.

El día de muertos es una tradición que nos han heredado los antiguos mexicanos, y es eminentemente mexicana. Es extraña y muy característica, la idea, todavía arraigada entre una gran mayoría de mexicanos, de que en el más allá se la licencia a los difuntos para visitar a sus parientes que se han quedado en la tierra, un huésped ilustre, a quien se ha de festejar y agasajar en la forma más atenta.

Dentro de las costumbres aztecas, al fallecer una persona, le doblaban las piernas en actitud de sentado, afirmaban brazos y piernas atándolos firmemente, en un lienzo acabado de tejer ponían el cuerpo al cual le ponían en la boca una bella pieza de jade que era el símbolo de su corazón, y tendría que darlo a los dioses en su camino a Mictlán, la residencia de los muertos, enseguida cosían el lienzo con el cadáver dentro y ataban encima un petate.

En una gran plaza alejada de propósito, preparaban una pira funeraria y situaban encima el cadáver rodeado de las cosas que poseyera en vida: su escudo, espada, etc. La viuda, la hermana o la madre preparaba tortillas, frijoles y bebidas. Un sacerdote debía comprobar que no le faltara nada y al fin prendían fuego y mientras las llamas ardían, los familiares sentados aguardaban el fin, llorando y entonando tristes canciones. Las cenizas eran puestas en una urna junto con el jade.

Los aztecas creían ser inmortales y la muerte no era más que una forma nueva de vida. En el mundo azteca del más allá había 13 cielos y 9 infiernos. Cada uno de los que morían iban a dar según la ocupación que hubiera tenido en vida, todos tenían un más allá de acuerdo con lo que hicieron. Los no clasificados o que morían de muerte natural, iban a Mictlán y sus almas erraban por altas montañas, sufriendo frío y calor hasta alcanzar la mansión del señor de la muerte. En el Mictlán había dos dioses de la muerte: el señor Mictlantecuhtli y la señora Mictecacihuatl.

Cuando las almas llegaban al séptimo infierno, como prenda de buena conducta debía dejar la pieza de jade que los vivos habían puesto en su boca. Al terminar el viaje, quedaban situados en el noveno infierno. En la época precolombina, se conocía el altar de muertos con el nombre de TZOMPAMTLI celebraban este día a la diosa COATLICUE (la madre de los dioses), la diosa que todo lo hace y lo deshace.

Colocaban un altar en forma de pirámide el cual era cubierto con papel teñido de diferentes colores, en la primera parte de este, colocaban una imagen de ella y en el segundo nivel; comida, flores, y velas acompañadas con un incensario (copal). En el tercer nivel; velas y flores en el piso, se hacía un camino de follaje, el cual se adornaba con flores y velas en las orillas. Con la llegada de los españoles, llega el cristianismo, esta doctrina señala al individuo como un ser integrado de cuerpo y alma, por lo que los altares u ofrendad sufren alimentos de esta nueva religión como: santos, Cristo, cruces y algunas frutas que no existían en América.

Ahora el altar es una combinación de la cultura Mejicana con la europea. Actualmente los tres niveles del altar representan a las tres divinas personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo). La fotografía o nombre que preside el altar es del difunto venerado, las velas significan los siete pecados capitales y las veladoras son para guiar al difunto a su destino.

La flor de cempasúchil es la tradicional flor de muertos, su color es amarillo, denota la fuerza de la luz del sol. Las naranjas o las frutas con banderas significan la libertad que la muerte da. En el último nivel es colocado un aguamanil con agua, un pedazo de jabón y toalla, los cuales servirán para que el difunto se lave las manos antes de comer así como un espejo para que se refleje.

También se reflejan platillos y objetos personales que fueron los favoritos del difunto, los cuales, se cree que llevará a su viaje, todo esto es dedicado a él, en un momento de nada, por lo que se coloca una cruz de ceniza en el último nivel. El color morado se usa en señal de duelo; el camino de follaje es para que el alma del difunto pase por ahí; las velas para que iluminen el lugar; y el copal para alejar a los malos espíritus.

El primero de noviembre se llama día de los angelitos, la creencia es que ese día (día de todos los santos), regresan a las casas donde vivieron las almas de los niños muertos y al día siguiente regresan las almas de los adultos, el tres de noviembre, los familiares se comen toda la comida y cantan el alabado. Se quita el altar. Partes que deben tener un altar de muertos: Papel picado de color morado (luto cristiano), papel picado de color naranja (luto azteca). Flores de cempasúchil (del náhuatl: cempoalxochitl = flor de 20 o más pétalos). Cuatro velas que indican los cuatro puntos cardinales. Incienso para alejar a los malos espíritus y para purificar el ambiente.

Cruz de ceniza para purificar el espíritu del muerto. Jarra de agua para cuando llegue fatigado del camino. Recipiente para lavarse las manos y toalla. Foto del difunto. Comida que le gusta al muerto. Pertenencias queridas del muerto. Tequila, agua o la bebida preferida del muerto. Cuatro banderas de papel picado metidas en naranjas. Pan de muerto y fruta. Calaveras y un espejo para que se refleje. Surge así una peculiar paradoja: para evitar la extinción de las tradiciones hay que transfundirles sangre, pero tal transfusión puede desnaturalizarlas, lo que significa su muerte; no hacer nada por ellas es como preparar su velorio.

¿Qué hacer para que esta serpiente deje de morderse la cola? El primer paso es aceptar que no es una catástrofe perder una tradición -por lo demás, costumbre que no se alimenta sola no merece subsistir-; el segundo consiste en revalorar nuestra relación con los muertos para librarla de obligaciones incómodas y entender que los ya idos están presentes, quiéranlo ellos o no -y querámoslo nosotros o no-; finalmente cada uno debe fabricar su pequeño rito, que tal vez reproduzca el dictado de la tradición e incluya ingredientes alienígenos. Esta revitalización íntima romperá ortodoxias chatas pero pervivirá.

Así evitaremos la muerte del día de muertos. Mors certa, sed hora incerta. “la muerta es segura, pero la hora incierta”.


La cultura de un pueblo está basada en sus costumbres y tradiciones, la tradición del día de muertos representa una actitud específicamente mexicana ante la muerte, este día 2 de noviembre "Día de los Difuntos", es un día consagrado a los muertos queridos.

El día de muertos es una tradición que nos han heredado los antiguos mexicanos, y es eminentemente mexicana. Es extraña y muy característica, la idea, todavía arraigada entre una gran mayoría de mexicanos, de que en el más allá se la licencia a los difuntos para visitar a sus parientes que se han quedado en la tierra, un huésped ilustre, a quien se ha de festejar y agasajar en la forma más atenta.

Dentro de las costumbres aztecas, al fallecer una persona, le doblaban las piernas en actitud de sentado, afirmaban brazos y piernas atándolos firmemente, en un lienzo acabado de tejer ponían el cuerpo al cual le ponían en la boca una bella pieza de jade que era el símbolo de su corazón, y tendría que darlo a los dioses en su camino a Mictlán, la residencia de los muertos, enseguida cosían el lienzo con el cadáver dentro y ataban encima un petate.

En una gran plaza alejada de propósito, preparaban una pira funeraria y situaban encima el cadáver rodeado de las cosas que poseyera en vida: su escudo, espada, etc. La viuda, la hermana o la madre preparaba tortillas, frijoles y bebidas. Un sacerdote debía comprobar que no le faltara nada y al fin prendían fuego y mientras las llamas ardían, los familiares sentados aguardaban el fin, llorando y entonando tristes canciones. Las cenizas eran puestas en una urna junto con el jade.

Los aztecas creían ser inmortales y la muerte no era más que una forma nueva de vida. En el mundo azteca del más allá había 13 cielos y 9 infiernos. Cada uno de los que morían iban a dar según la ocupación que hubiera tenido en vida, todos tenían un más allá de acuerdo con lo que hicieron. Los no clasificados o que morían de muerte natural, iban a Mictlán y sus almas erraban por altas montañas, sufriendo frío y calor hasta alcanzar la mansión del señor de la muerte. En el Mictlán había dos dioses de la muerte: el señor Mictlantecuhtli y la señora Mictecacihuatl.

Cuando las almas llegaban al séptimo infierno, como prenda de buena conducta debía dejar la pieza de jade que los vivos habían puesto en su boca. Al terminar el viaje, quedaban situados en el noveno infierno. En la época precolombina, se conocía el altar de muertos con el nombre de TZOMPAMTLI celebraban este día a la diosa COATLICUE (la madre de los dioses), la diosa que todo lo hace y lo deshace.

Colocaban un altar en forma de pirámide el cual era cubierto con papel teñido de diferentes colores, en la primera parte de este, colocaban una imagen de ella y en el segundo nivel; comida, flores, y velas acompañadas con un incensario (copal). En el tercer nivel; velas y flores en el piso, se hacía un camino de follaje, el cual se adornaba con flores y velas en las orillas. Con la llegada de los españoles, llega el cristianismo, esta doctrina señala al individuo como un ser integrado de cuerpo y alma, por lo que los altares u ofrendad sufren alimentos de esta nueva religión como: santos, Cristo, cruces y algunas frutas que no existían en América.

Ahora el altar es una combinación de la cultura Mejicana con la europea. Actualmente los tres niveles del altar representan a las tres divinas personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo). La fotografía o nombre que preside el altar es del difunto venerado, las velas significan los siete pecados capitales y las veladoras son para guiar al difunto a su destino.

La flor de cempasúchil es la tradicional flor de muertos, su color es amarillo, denota la fuerza de la luz del sol. Las naranjas o las frutas con banderas significan la libertad que la muerte da. En el último nivel es colocado un aguamanil con agua, un pedazo de jabón y toalla, los cuales servirán para que el difunto se lave las manos antes de comer así como un espejo para que se refleje.

También se reflejan platillos y objetos personales que fueron los favoritos del difunto, los cuales, se cree que llevará a su viaje, todo esto es dedicado a él, en un momento de nada, por lo que se coloca una cruz de ceniza en el último nivel. El color morado se usa en señal de duelo; el camino de follaje es para que el alma del difunto pase por ahí; las velas para que iluminen el lugar; y el copal para alejar a los malos espíritus.

El primero de noviembre se llama día de los angelitos, la creencia es que ese día (día de todos los santos), regresan a las casas donde vivieron las almas de los niños muertos y al día siguiente regresan las almas de los adultos, el tres de noviembre, los familiares se comen toda la comida y cantan el alabado. Se quita el altar. Partes que deben tener un altar de muertos: Papel picado de color morado (luto cristiano), papel picado de color naranja (luto azteca). Flores de cempasúchil (del náhuatl: cempoalxochitl = flor de 20 o más pétalos). Cuatro velas que indican los cuatro puntos cardinales. Incienso para alejar a los malos espíritus y para purificar el ambiente.

Cruz de ceniza para purificar el espíritu del muerto. Jarra de agua para cuando llegue fatigado del camino. Recipiente para lavarse las manos y toalla. Foto del difunto. Comida que le gusta al muerto. Pertenencias queridas del muerto. Tequila, agua o la bebida preferida del muerto. Cuatro banderas de papel picado metidas en naranjas. Pan de muerto y fruta. Calaveras y un espejo para que se refleje. Surge así una peculiar paradoja: para evitar la extinción de las tradiciones hay que transfundirles sangre, pero tal transfusión puede desnaturalizarlas, lo que significa su muerte; no hacer nada por ellas es como preparar su velorio.

¿Qué hacer para que esta serpiente deje de morderse la cola? El primer paso es aceptar que no es una catástrofe perder una tradición -por lo demás, costumbre que no se alimenta sola no merece subsistir-; el segundo consiste en revalorar nuestra relación con los muertos para librarla de obligaciones incómodas y entender que los ya idos están presentes, quiéranlo ellos o no -y querámoslo nosotros o no-; finalmente cada uno debe fabricar su pequeño rito, que tal vez reproduzca el dictado de la tradición e incluya ingredientes alienígenos. Esta revitalización íntima romperá ortodoxias chatas pero pervivirá.

Así evitaremos la muerte del día de muertos. Mors certa, sed hora incerta. “la muerta es segura, pero la hora incierta”.