/ viernes 10 de mayo de 2019

Jóvenes volver a pensar

¿Hasta cuándo?

Una nación que ha pasado la historia luchando por su unidad y, después, luchando por mantenerla, ¿puede sentirse tentada por la idea de división que llevan dentro del mismo gobierno? ¿Qué tiene México y qué tienen el actual gobierno, que tan mal combinan?

Lo fácil es echar toda la culpa al gobierno -como hace el pueblo- o toda la culpa a México, como lo hace el gobierno. Así pues, lo único auténtico que nos queda es México, y México queda del lado de la realidad mientras que el gobierno, y las instituciones que se han inventado (improvisando) para gobernar el Estado, quedan del lado de lo imposible. Me da la sensación de que el gobierno tienen una fórmula: “esto es así y esto, asá”, y la aplican sin más, sin averiguar dónde lo hacen ni sobre quién (Santa Lucia, refinería, guardia nacional, etc.).

Es elemental sospechar que el socialismo europeo no puede ser, a la vez, socialismo mexicano, porque se ve obligado a actuar sobre una realidad bien diferente. Lo mismo pasa con el liberalismo estadounidense, inglés o con cualquier otra fórmula. El México sobre la que dicen actuar los gobierno no existe, es una entelequia, cuanto más, una aproximación sobre el papel.

Y, claro, aquí el gobierno no pasa de ser un esquema, sin carne y sin sangre mexicana, sin militancias dignas de ser tenidas en cuenta por su número y, por lo tanto, sin razón de ser, aunque ellos lo oculten. ¿Y el gobierno? ¿Por qué no acepta a México? Una nación que ha pasado la historia luchando por su unidad y, después, luchando por mantenerla, ¿puede sentirse tentada por la idea de división que llevan dentro los del gobierno actual? (liberales y conservadores).

Parece que sí, y, aunque sé que las cosas no se plantean así en la calle, sé también que es el fantasma de la división de “la partición” el que aleja de ellos a los mexicanos. Aquí, desde hace muchos siglos, el único partido con suficiente mayoría es México.

Nadie se cree, porque somos absolutos, que pueda haber varias soluciones para el mismo problema, según sean morenos, priistas, panistas o perredistas los que gobiernen, porque sabemos, en cuestión de soluciones, que, si hay una buena, todas las demás son malas en tanto que distintas. ¿Quiere un partido ser gobierno?

Que deje de ser partido en primer lugar, y luego, con calma, que averigüe cómo es México y en qué sueña. Que aprenda el idioma de la gente y los misterios que atrapan el alma de la gente y, en lugar de prometernos cosas y maravillas y las perlas de la virgen, y crecer un 4 por ciento, nos proponga algo que podamos creer, es decir algo que no niegue nuestra forma de ser, que no aspire a cambiar nada sino a reforzar todo.

Pero ningún gobierno partidista podrá entender algo tan sencillo. Viven en otro mundo, en el ideal, en el de las estadísticas, porcentajes y en encuestas quiméricas. En otro mundo que, desde luego, no es México. Jóvenes volver a pensar. Y a la lucha política. Dente lupus, cornu taurus petit. “El lobo ataca con su colmillo, el toro con su cuerno”.


tomymx@me.com


¿Hasta cuándo?

Una nación que ha pasado la historia luchando por su unidad y, después, luchando por mantenerla, ¿puede sentirse tentada por la idea de división que llevan dentro del mismo gobierno? ¿Qué tiene México y qué tienen el actual gobierno, que tan mal combinan?

Lo fácil es echar toda la culpa al gobierno -como hace el pueblo- o toda la culpa a México, como lo hace el gobierno. Así pues, lo único auténtico que nos queda es México, y México queda del lado de la realidad mientras que el gobierno, y las instituciones que se han inventado (improvisando) para gobernar el Estado, quedan del lado de lo imposible. Me da la sensación de que el gobierno tienen una fórmula: “esto es así y esto, asá”, y la aplican sin más, sin averiguar dónde lo hacen ni sobre quién (Santa Lucia, refinería, guardia nacional, etc.).

Es elemental sospechar que el socialismo europeo no puede ser, a la vez, socialismo mexicano, porque se ve obligado a actuar sobre una realidad bien diferente. Lo mismo pasa con el liberalismo estadounidense, inglés o con cualquier otra fórmula. El México sobre la que dicen actuar los gobierno no existe, es una entelequia, cuanto más, una aproximación sobre el papel.

Y, claro, aquí el gobierno no pasa de ser un esquema, sin carne y sin sangre mexicana, sin militancias dignas de ser tenidas en cuenta por su número y, por lo tanto, sin razón de ser, aunque ellos lo oculten. ¿Y el gobierno? ¿Por qué no acepta a México? Una nación que ha pasado la historia luchando por su unidad y, después, luchando por mantenerla, ¿puede sentirse tentada por la idea de división que llevan dentro los del gobierno actual? (liberales y conservadores).

Parece que sí, y, aunque sé que las cosas no se plantean así en la calle, sé también que es el fantasma de la división de “la partición” el que aleja de ellos a los mexicanos. Aquí, desde hace muchos siglos, el único partido con suficiente mayoría es México.

Nadie se cree, porque somos absolutos, que pueda haber varias soluciones para el mismo problema, según sean morenos, priistas, panistas o perredistas los que gobiernen, porque sabemos, en cuestión de soluciones, que, si hay una buena, todas las demás son malas en tanto que distintas. ¿Quiere un partido ser gobierno?

Que deje de ser partido en primer lugar, y luego, con calma, que averigüe cómo es México y en qué sueña. Que aprenda el idioma de la gente y los misterios que atrapan el alma de la gente y, en lugar de prometernos cosas y maravillas y las perlas de la virgen, y crecer un 4 por ciento, nos proponga algo que podamos creer, es decir algo que no niegue nuestra forma de ser, que no aspire a cambiar nada sino a reforzar todo.

Pero ningún gobierno partidista podrá entender algo tan sencillo. Viven en otro mundo, en el ideal, en el de las estadísticas, porcentajes y en encuestas quiméricas. En otro mundo que, desde luego, no es México. Jóvenes volver a pensar. Y a la lucha política. Dente lupus, cornu taurus petit. “El lobo ataca con su colmillo, el toro con su cuerno”.


tomymx@me.com