/ viernes 19 de julio de 2019

JÓVENES VOLVER A PENSAR

Mi bello Santiago

Aquellos lluviosos días de julio donde el cielo se caía y que obsequiaba la bendita agua, la cual iba por su anual trayectoria por aquellas calles empedradas, todas ellas por gravedad desembocaban, unas el Arroyo del Tagarete y las otras al río Santiago.

Por cierto ese arroyo siendo receptor de esas pertinaces lluvias de allende la sierra próxima, el pasar de ese caudaloso arroyo que recogía árboles acopiaba y arrastraba todo lo que se le ponía enfrente y claro aquel puente rumbo al Barrio de España se veía frágil, rebasado y con temor los habitantes del Bo de España lo cruzaban –los más audaces- y el resto tenían que ir al puente donde pasaba el ferrocarril que era de lo más seguro.

Cómo olvidar aquel espectáculo de la grandeza del crecimiento de las aguas del río Santiago donde se encontraba el paso obligado de autobuses, carros, camiones, donde la población se reunía ahí para ver el paso de los vehículos a desafiar al río y además más tarde que era imposible el transito irrumpían las famosas lanchas que iban a trasladar las personas de allá y acullá.

Y efectivamente así se veía se vivía los primeros días de julio todos los habitantes, esperaban la próxima gran fecha la solemne donde convergían todos los santiagueros a la gran festividad la que es -y sigue siendo- la imagen Santo Entierro en aquel en el templo de Santiago Apóstol.

Esa santa imagen que se aloja en el lado izquierdo del templo lo cual es venerada por todos y ahí se veía el espectáculo dando gracias por algún favor recibido es la gran muestra de la fe que existía en aquellos ayeres, la imagen del Santo Entierro, el cual sudó sangre ¿por los pecados de habitantes del ahora o del ayer?...

La aglomeración en las peregrinaciones conmueve hasta al ateo, la fe en el que manifestada por la magnífica presencia de los lugareños, y de los que provienen de allá y de acullá, desde el humilde trabajador migratorio y hasta el exitoso financiero, no pasando por los brillantes hombres hijos del Tagarete, que orgullosamente refieren en sus extensos currículum, una pléyade de generaciones brillantes que ha parido mi Santiago, desde físicos, médicos, políticos, actrices de corte nacional, virtuosos de la música como Revueltas.

Los cuales, como el reloj de la parroquia de Santo Santiago, el sonido hace la reunión en el atrio como antesala para visitar la imagen del Santo Entierro, en esa ala izquierda del templo se confunden las plegarias y la gracia recibidas, sitio de llanto, de alegría y de ansiedad, si, así es el santiaguero, haciendo un paréntesis del mundo real sin importar los conflictos del mundo externo, todo se centra en el día del retorno, simplemente el 22 de julio...

También era aquella plaza con el kiosco de corte porfiriano, era el centro de atención, hacia arriba, la orquesta en su concierto vespertino de sus virtuosos instrumentos emergía las notas melodiosas que se fusionaban con armoniosa alma pueblerina, tal vez emulado a Silvestre Revueltas, otro hijo de esta región, el edificio de la presidencia municipal engalanado con sus listones blancos, verdes y rojos que surcaban por su faz.

Y a un lado el hotel Jardín ya que sería también vestido de sus mejores galas ya que albergaría el “famoso baile del 22”, en fin, todo el entorno luciendo magnífico y de gala con sus calles plácidamente empedradas y de la pertinaz lluvia nos tendríamos que refugiar en los portales –si- en los portales junto a la tienda de don Manuel, doña Lupe y Licha, y así finalmente los santiagueros cumplían otra vez más con el ritual de nuestra tradición ¡el 22 de julio! - Sursum corda “¡arriba los corazones!”.


tomymx@me.com



Mi bello Santiago

Aquellos lluviosos días de julio donde el cielo se caía y que obsequiaba la bendita agua, la cual iba por su anual trayectoria por aquellas calles empedradas, todas ellas por gravedad desembocaban, unas el Arroyo del Tagarete y las otras al río Santiago.

Por cierto ese arroyo siendo receptor de esas pertinaces lluvias de allende la sierra próxima, el pasar de ese caudaloso arroyo que recogía árboles acopiaba y arrastraba todo lo que se le ponía enfrente y claro aquel puente rumbo al Barrio de España se veía frágil, rebasado y con temor los habitantes del Bo de España lo cruzaban –los más audaces- y el resto tenían que ir al puente donde pasaba el ferrocarril que era de lo más seguro.

Cómo olvidar aquel espectáculo de la grandeza del crecimiento de las aguas del río Santiago donde se encontraba el paso obligado de autobuses, carros, camiones, donde la población se reunía ahí para ver el paso de los vehículos a desafiar al río y además más tarde que era imposible el transito irrumpían las famosas lanchas que iban a trasladar las personas de allá y acullá.

Y efectivamente así se veía se vivía los primeros días de julio todos los habitantes, esperaban la próxima gran fecha la solemne donde convergían todos los santiagueros a la gran festividad la que es -y sigue siendo- la imagen Santo Entierro en aquel en el templo de Santiago Apóstol.

Esa santa imagen que se aloja en el lado izquierdo del templo lo cual es venerada por todos y ahí se veía el espectáculo dando gracias por algún favor recibido es la gran muestra de la fe que existía en aquellos ayeres, la imagen del Santo Entierro, el cual sudó sangre ¿por los pecados de habitantes del ahora o del ayer?...

La aglomeración en las peregrinaciones conmueve hasta al ateo, la fe en el que manifestada por la magnífica presencia de los lugareños, y de los que provienen de allá y de acullá, desde el humilde trabajador migratorio y hasta el exitoso financiero, no pasando por los brillantes hombres hijos del Tagarete, que orgullosamente refieren en sus extensos currículum, una pléyade de generaciones brillantes que ha parido mi Santiago, desde físicos, médicos, políticos, actrices de corte nacional, virtuosos de la música como Revueltas.

Los cuales, como el reloj de la parroquia de Santo Santiago, el sonido hace la reunión en el atrio como antesala para visitar la imagen del Santo Entierro, en esa ala izquierda del templo se confunden las plegarias y la gracia recibidas, sitio de llanto, de alegría y de ansiedad, si, así es el santiaguero, haciendo un paréntesis del mundo real sin importar los conflictos del mundo externo, todo se centra en el día del retorno, simplemente el 22 de julio...

También era aquella plaza con el kiosco de corte porfiriano, era el centro de atención, hacia arriba, la orquesta en su concierto vespertino de sus virtuosos instrumentos emergía las notas melodiosas que se fusionaban con armoniosa alma pueblerina, tal vez emulado a Silvestre Revueltas, otro hijo de esta región, el edificio de la presidencia municipal engalanado con sus listones blancos, verdes y rojos que surcaban por su faz.

Y a un lado el hotel Jardín ya que sería también vestido de sus mejores galas ya que albergaría el “famoso baile del 22”, en fin, todo el entorno luciendo magnífico y de gala con sus calles plácidamente empedradas y de la pertinaz lluvia nos tendríamos que refugiar en los portales –si- en los portales junto a la tienda de don Manuel, doña Lupe y Licha, y así finalmente los santiagueros cumplían otra vez más con el ritual de nuestra tradición ¡el 22 de julio! - Sursum corda “¡arriba los corazones!”.


tomymx@me.com