/ viernes 13 de septiembre de 2019

JÓVENES VOLVER A PENSAR

A propósito de la independencia

No mengüemos nuestro espíritu, no nos neguemos el bien cuando está al alcance de todos. Desafiemos por una conciencia bien formada, sin miedo a la verdad y a la belleza, para hacer de México un hogar más justo, más digno, más seguro, más humano.

Es curioso, cuando nos hacen la siguiente pregunta: ¿le gustaría tener un hijo totalmente con un futuro y vida normal?, respondemos con un rotundo sí; más a la pregunta: ¿le gustaría que su hijo fuera superdotado?, es decir, ¿querría que su hijo desarrollara y utilizara su inteligencia en toda su capacidad posible?, comenzamos a dudar, quizá porque creemos que conlleva matices negativos, de rareza e introversión… o de sicosis.

No nos damos cuenta de que estar sano significa saber pensar y hacerlo de forma correcta, significa conocer bien. El ser humano, ya sea hombre o mujer, es un espíritu encarnado, es un alma con cuerpo: por eso es inteligente, por eso es libre, por eso puede decidir. La salud, por tanto, no incluye sólo al cuerpo, también es del alma, “mente sana en cuerpo sano”.

Aquel que piense que no hay que cultivar el espíritu, que la formación no es importante, está acercándose a la ruina, a la incapacidad de decidir, a la muerte de su espíritu, al odio amargo de saberse absolutamente vacío. Esa capacidad de conocer es la libertad fundamental. Como podemos conocer, conocemos de hecho varias cosas, realidades, caminos: podemos elegir, libertad de elección o libre albedrío.

Y al elegir, aparte de poner en práctica nuestra libertad, tomamos partido por algo, decidimos algo: elección que tiene sus consecuencias, consecuencias que llegan porque nosotros decidimos aquello, he aquí la responsabilidad. La libertad se fundamenta en el conocimiento, la conciencia cívica es posible gracias a la libertad: “nadie ama lo que no conoce”, como “nadie da lo que no tiene”.

Por eso es tan importante la formación, la formación continua, desde que nacemos. Hemos de tener una inteligencia sana, que nos lleve a un conocimiento profundo de nosotros mismos y de la realidad que nos rodea, presente y pasada de la patria. Sólo de esta forma tendremos capacidad de elección. Pero no vale sólo con eso, hemos de ser responsables en nuestro sufragio, es decir, hemos de elegir bien, y para distinguir lo correcto de lo incorrecto hemos de conocerlo y es cierto.

Pero las cosas resultan más sencillas de lo que parecen si han formado conciencia cívica desde pequeños y lo continuamos siempre. Uno no deja de comer porque decida que ya comió lo suficiente para el resto de su vida, ni deja de respirar. Lo mismo hay que aplicar a la consciencia. El conocimiento necesita de nuestro trabajo y de nuestra constancia, constancia hasta en rectificar las veces que haga falta, pues muchas veces nos equivocaremos.

Y la conciencia cívica es exactamente igual. La conciencia política crece día a día si la alimentamos, si la cultivamos, si trabajamos en ella. Quien espere sentado a que la gnosis política crezca por sí mismo “se va de ala”. Formar la conciencia política el conocimiento propio sobre el bien y el mal, y ayudar a formar la de nuestros hijos. No condicionar sino orientar, guiar, ser nosotros educadores y buscar buenos maestros.

Y sobre todo exigir con el ejemplo, con nuestro ejemplo, si no nuestra exigencia será tiranía, hipócrita y desalmada. No obstante, que no nos entre la obsesión, no queramos sobre formar a nuestros hijos o a los que dependen de nosotros: hagámoslo paso a paso, con tino y oportunidad: El hombre es un ser de detalles, y en ellos aprende y con ellos vive, madura y alcanza la felicidad, poco a poco.

Hemos de aplicar el sentido común. No formemos títeres, sino hombres soberanos, conocedores de su grandeza y de sus limitaciones, valientes, dispuestos a luchar contra sí mismos para ser verdaderamente humanos, pues el hombre que no lucha contra sí para vencer y superar sus propias miserias acabará luchando contra los demás, acabará destrozando la sociedad en la que vive, acabará haciendo de su vida y del país un infierno. No mengüemos nuestro espíritu, no nos neguemos el bien cuando está ahora al alcance de todos. Retemos por una conciencia bien formada, sin miedo a la verdad y a la belleza, para hacer de Mexico un hogar más justo, más seguro, más digno, más humano....Nihil desperandum. Nunca se debe perder la esperanza.


tomymx@me.com

A propósito de la independencia

No mengüemos nuestro espíritu, no nos neguemos el bien cuando está al alcance de todos. Desafiemos por una conciencia bien formada, sin miedo a la verdad y a la belleza, para hacer de México un hogar más justo, más digno, más seguro, más humano.

Es curioso, cuando nos hacen la siguiente pregunta: ¿le gustaría tener un hijo totalmente con un futuro y vida normal?, respondemos con un rotundo sí; más a la pregunta: ¿le gustaría que su hijo fuera superdotado?, es decir, ¿querría que su hijo desarrollara y utilizara su inteligencia en toda su capacidad posible?, comenzamos a dudar, quizá porque creemos que conlleva matices negativos, de rareza e introversión… o de sicosis.

No nos damos cuenta de que estar sano significa saber pensar y hacerlo de forma correcta, significa conocer bien. El ser humano, ya sea hombre o mujer, es un espíritu encarnado, es un alma con cuerpo: por eso es inteligente, por eso es libre, por eso puede decidir. La salud, por tanto, no incluye sólo al cuerpo, también es del alma, “mente sana en cuerpo sano”.

Aquel que piense que no hay que cultivar el espíritu, que la formación no es importante, está acercándose a la ruina, a la incapacidad de decidir, a la muerte de su espíritu, al odio amargo de saberse absolutamente vacío. Esa capacidad de conocer es la libertad fundamental. Como podemos conocer, conocemos de hecho varias cosas, realidades, caminos: podemos elegir, libertad de elección o libre albedrío.

Y al elegir, aparte de poner en práctica nuestra libertad, tomamos partido por algo, decidimos algo: elección que tiene sus consecuencias, consecuencias que llegan porque nosotros decidimos aquello, he aquí la responsabilidad. La libertad se fundamenta en el conocimiento, la conciencia cívica es posible gracias a la libertad: “nadie ama lo que no conoce”, como “nadie da lo que no tiene”.

Por eso es tan importante la formación, la formación continua, desde que nacemos. Hemos de tener una inteligencia sana, que nos lleve a un conocimiento profundo de nosotros mismos y de la realidad que nos rodea, presente y pasada de la patria. Sólo de esta forma tendremos capacidad de elección. Pero no vale sólo con eso, hemos de ser responsables en nuestro sufragio, es decir, hemos de elegir bien, y para distinguir lo correcto de lo incorrecto hemos de conocerlo y es cierto.

Pero las cosas resultan más sencillas de lo que parecen si han formado conciencia cívica desde pequeños y lo continuamos siempre. Uno no deja de comer porque decida que ya comió lo suficiente para el resto de su vida, ni deja de respirar. Lo mismo hay que aplicar a la consciencia. El conocimiento necesita de nuestro trabajo y de nuestra constancia, constancia hasta en rectificar las veces que haga falta, pues muchas veces nos equivocaremos.

Y la conciencia cívica es exactamente igual. La conciencia política crece día a día si la alimentamos, si la cultivamos, si trabajamos en ella. Quien espere sentado a que la gnosis política crezca por sí mismo “se va de ala”. Formar la conciencia política el conocimiento propio sobre el bien y el mal, y ayudar a formar la de nuestros hijos. No condicionar sino orientar, guiar, ser nosotros educadores y buscar buenos maestros.

Y sobre todo exigir con el ejemplo, con nuestro ejemplo, si no nuestra exigencia será tiranía, hipócrita y desalmada. No obstante, que no nos entre la obsesión, no queramos sobre formar a nuestros hijos o a los que dependen de nosotros: hagámoslo paso a paso, con tino y oportunidad: El hombre es un ser de detalles, y en ellos aprende y con ellos vive, madura y alcanza la felicidad, poco a poco.

Hemos de aplicar el sentido común. No formemos títeres, sino hombres soberanos, conocedores de su grandeza y de sus limitaciones, valientes, dispuestos a luchar contra sí mismos para ser verdaderamente humanos, pues el hombre que no lucha contra sí para vencer y superar sus propias miserias acabará luchando contra los demás, acabará destrozando la sociedad en la que vive, acabará haciendo de su vida y del país un infierno. No mengüemos nuestro espíritu, no nos neguemos el bien cuando está ahora al alcance de todos. Retemos por una conciencia bien formada, sin miedo a la verdad y a la belleza, para hacer de Mexico un hogar más justo, más seguro, más digno, más humano....Nihil desperandum. Nunca se debe perder la esperanza.


tomymx@me.com