/ viernes 20 de septiembre de 2019

Jóvenes volver a pensar

La parálisis progresiva

De parálisis progresiva califica El Wall Street Journal la enfermedad que padece México, y presiente para lo futuro una convulsión o una parálisis definitiva. Parálisis... Nos place la palabra.

No de otra suerte puede calificarse ese amortiguamiento continuado de la vida colectiva nacional, que ha disuelto virtualmente en meses a los partidos políticos, haciendo de sus programas entretenido juego de caciques. Parálisis... Así se explica la espantosa indiferencia del país hacia inversión pública... la abstención total de la oposición... el desprecio de los lectores de periódicos hacia el artículo político... la sola lectura del Twitter y del Facebook, como si roto el cordón umbilical entre la nación y el ciudadano, cuantos fenómenos afecten a aquélla no interesarán a éste, de otro modo que la ficticia trama de una comedia al público de un teatro.

Parálisis intelectual reflejada en las librerías atestadas de volúmenes sin salida, en las cátedras regentadas por ignaros profesores interinos, en los periódicos vacíos de ideas y repletos de frases hechas, escritos por el hampa política reinante que lanza al arroyo la lucha por la vida, en las redes sociales, donde sólo las estulticias del género chico un público, incapaz de saborear la profundidad de un pensamiento…, parálisis bien simbolizada por ese Conacyt en donde sólo encontré quejas por la suspensión de las becas a los académicos.

Parálisis moral, evidenciada en esos abonos increíbles para el futbol y el box; parálisis moral que inventa, en tanto se extiende el hambre en el sur y miles de hermanos nuestros mueren por falta de medicamentos en el sector salud de cáncer, de insuficiencia renal y las listas de espera para una cardio-intervención. Parálisis imaginativa, que ha dado al traste con los entusiasmos y los ensueños de la raza de bronce.

Y para esperanza de curación una juventud universitaria, sin ideas, sin pena ni gloria, tan bien adaptada a este ambiente de profunda depresión, que no parece, sino que su alma está en el limbo; ni siente, ni padece.

Pero no tema La 4T que esta penosa enfermedad se desenlace en horribles convulsiones. Son ya tan hondos sus progresos que se ha llevado, no tan sólo la esperanza, sino hasta el deseo de curar. México prefiere su carrito de parapléjico, llevado atrás y adelante por el vaivén de los sucesos ciegos, al rudo trabajo de rehacer su voluntad y enderezarse.

Para serla agradable, no turbemos su egoísmo de enferma con vanos reproches y aunque la enfermedad acrezca... ¡silencio!... ni una palabra. El problema, por lo tanto, se plantea en estos términos. Si México presenta una resistencia invencible al crecimiento económico, nuestra nacionalidad será arrollada por extranjeras manos. Si México, con inerte pasividad, se deja llevar por la corriente de lo irremediable, prolongaremos, por tiempo indefinido, esta agonía.

Y si México camina con decidido paso hacia delante podremos esperar de nuestro suelo mayor bienestar, de nuestra fecundidad un pueblo más grande y de nuestro espíritu un renacimiento intelectual. ¿Haremos esta jornada de propio impulso? La cuestión es más individual que colectiva. Por lo que atañe a este escrito suplico, se me perdone la inmodestia si digo que espero sean las ideas apuntadas en su remate un paso más hacia otro México, sobre los muchos dados por cerebros de mejor temple que el mío. ¿Será paso en falso?... ¿Será en firme?... Los hechos lo dirán. Timendi causa est nescire. La ignorancia es la causa del miedo.

tomymx@me.com

La parálisis progresiva

De parálisis progresiva califica El Wall Street Journal la enfermedad que padece México, y presiente para lo futuro una convulsión o una parálisis definitiva. Parálisis... Nos place la palabra.

No de otra suerte puede calificarse ese amortiguamiento continuado de la vida colectiva nacional, que ha disuelto virtualmente en meses a los partidos políticos, haciendo de sus programas entretenido juego de caciques. Parálisis... Así se explica la espantosa indiferencia del país hacia inversión pública... la abstención total de la oposición... el desprecio de los lectores de periódicos hacia el artículo político... la sola lectura del Twitter y del Facebook, como si roto el cordón umbilical entre la nación y el ciudadano, cuantos fenómenos afecten a aquélla no interesarán a éste, de otro modo que la ficticia trama de una comedia al público de un teatro.

Parálisis intelectual reflejada en las librerías atestadas de volúmenes sin salida, en las cátedras regentadas por ignaros profesores interinos, en los periódicos vacíos de ideas y repletos de frases hechas, escritos por el hampa política reinante que lanza al arroyo la lucha por la vida, en las redes sociales, donde sólo las estulticias del género chico un público, incapaz de saborear la profundidad de un pensamiento…, parálisis bien simbolizada por ese Conacyt en donde sólo encontré quejas por la suspensión de las becas a los académicos.

Parálisis moral, evidenciada en esos abonos increíbles para el futbol y el box; parálisis moral que inventa, en tanto se extiende el hambre en el sur y miles de hermanos nuestros mueren por falta de medicamentos en el sector salud de cáncer, de insuficiencia renal y las listas de espera para una cardio-intervención. Parálisis imaginativa, que ha dado al traste con los entusiasmos y los ensueños de la raza de bronce.

Y para esperanza de curación una juventud universitaria, sin ideas, sin pena ni gloria, tan bien adaptada a este ambiente de profunda depresión, que no parece, sino que su alma está en el limbo; ni siente, ni padece.

Pero no tema La 4T que esta penosa enfermedad se desenlace en horribles convulsiones. Son ya tan hondos sus progresos que se ha llevado, no tan sólo la esperanza, sino hasta el deseo de curar. México prefiere su carrito de parapléjico, llevado atrás y adelante por el vaivén de los sucesos ciegos, al rudo trabajo de rehacer su voluntad y enderezarse.

Para serla agradable, no turbemos su egoísmo de enferma con vanos reproches y aunque la enfermedad acrezca... ¡silencio!... ni una palabra. El problema, por lo tanto, se plantea en estos términos. Si México presenta una resistencia invencible al crecimiento económico, nuestra nacionalidad será arrollada por extranjeras manos. Si México, con inerte pasividad, se deja llevar por la corriente de lo irremediable, prolongaremos, por tiempo indefinido, esta agonía.

Y si México camina con decidido paso hacia delante podremos esperar de nuestro suelo mayor bienestar, de nuestra fecundidad un pueblo más grande y de nuestro espíritu un renacimiento intelectual. ¿Haremos esta jornada de propio impulso? La cuestión es más individual que colectiva. Por lo que atañe a este escrito suplico, se me perdone la inmodestia si digo que espero sean las ideas apuntadas en su remate un paso más hacia otro México, sobre los muchos dados por cerebros de mejor temple que el mío. ¿Será paso en falso?... ¿Será en firme?... Los hechos lo dirán. Timendi causa est nescire. La ignorancia es la causa del miedo.

tomymx@me.com