/ domingo 23 de febrero de 2020

JÓVENES VOLVER A PENSAR

Tiempos de crisis

Esta patria nuestra que ha visto con indiferencia como se van derrumbando los pilares de una cultura centenaria sin tener previsto nada que pudiera sustituirla, se siente ahora amenazada por una quiebra político-económica.

Sin desear que esto se produzca, pienso que, si ello acaba por resultar inevitable, al menos que sea un revulsivo capaz de hacer volver al hombre sobre sí mismo, que le ayude a recuperar su propia identidad y le haga pensar en otro tipo de esperanzas más firmes. Asesinatos, secuestros, feminicidios, inseguridad, impunidad, corrupción son constitutivos de estos tiempos nuestros. Nos sentimos obligados a vivir de prisa contra-reloj, aunque no sepamos muy bien donde nos dirigimos.

Todo parece cambiante y provisional, inexorablemente sometido a la ley del tiempo que todo lo trasforma. Nuestro mundo es un mundo materializado, hambriento de “autonomía” y de “libertad”, El hombre moderno, a través del poder que le proporciona la técnica, aspira a ser dueño de su propio destino. Sus ansias de independencia le han llevado a cuestionar todo tipo de absolutos, sea en el terreno del conocimiento, la moral o la religión.

El hombre ha asumido con gozo el llegar ser la medida de todas las cosas. Los valores, las instituciones, las creencias han de ajustarse a sus deseos, a sus caprichos, todo a merced de la subjetividad. Vive en permanente crisis, porque el hombre ha llegado a ser un problema para sí mismo. Si tuviéramos que hablar con propiedad, deberíamos decir que lo que se están produciendo, no son ya cambios en las diversas manifestaciones culturales, sino un cambio de época en toda regla.

El hombre moderno, rico en lo técnico, pobre en lo humano se congratula de que hayan desaparecido todas las certidumbres, de que se hayan derrumbado todos los cimientos de una cultura centenaria y se siente satisfecho de que se vuelva reescribir la historia de la humanidad. Se trata de liquidar el pasado, para quedarnos sin referencias ni seguridades, sin absolutos ni certezas. Es la cultura del pensamiento débil, en la que nada es permanente y todo fluye de forma constante.

Para cualquier espectador de hace no más de un siglo el panorama que se contempla en nuestra sociedad industrializada hubiera sido impensable; pero a mí personalmente lo que más me sorprende es que estos cambios tan radicales y profundos, que se han ido produciendo en los últimos años, no han sido motivo de ningún tipo de alarma generalizada, no ha habido reacción significativa ante mutaciones tan traumáticos, que han acabado por dejar a la sociedad a la intemperie.

Tiempos de crisis, son los nuestros y también de desorientación, en los que la gente parece mirar para otra parte, porque lo que verdaderamente nos preocupa en los últimos tiempos es el bienestar material. ¿Que sucederá ahora que la crisis según parece se va a hacer presente también en el terreno político-económico? Aquí sí que comienza a haber alarma social, la gente no sólo está preocupada por lo que se avecina, sino que está asustada. ¿Qué va a pasar ahora?

Aquella gente que decía que no les importaba que el barco se hundiera, mientras la plataforma del surf económico les permitiera mantenerse en pie a pesar del oleaje, puede que ahora, el cambio de dirección de los vientos les haga cambiar también a ellos de opinión. No es que yo me alegre de la crisis económica, no; lo que, si digo, es que a mí me hubiera gustado más, que nos hubiéramos preocupado más por otras crisis más sustanciales que desgraciadamente han ido pasando desapercibidas.

Por otra parte, ante lo que parece irremediable, prefiero ser positivo y no negativo, dispuesto estoy siempre, a aplicar la filosofía de aquel dicho popular que nos advierte, de que no hay mal que por bien no venga. De todo, en la vida se pueden extraer alguna aplicación positiva ¿por qué no va a serlo ahora también, que comienzan a desplomarse los fundamentos económicos? Concordia parvae res crescunt, discordia maximae dilabuntur: Mediante la concordia las cosas pequeñas crecen; mediante la desunión, las cosas más grandes se derrumban.


tomymx@me.com

Tiempos de crisis

Esta patria nuestra que ha visto con indiferencia como se van derrumbando los pilares de una cultura centenaria sin tener previsto nada que pudiera sustituirla, se siente ahora amenazada por una quiebra político-económica.

Sin desear que esto se produzca, pienso que, si ello acaba por resultar inevitable, al menos que sea un revulsivo capaz de hacer volver al hombre sobre sí mismo, que le ayude a recuperar su propia identidad y le haga pensar en otro tipo de esperanzas más firmes. Asesinatos, secuestros, feminicidios, inseguridad, impunidad, corrupción son constitutivos de estos tiempos nuestros. Nos sentimos obligados a vivir de prisa contra-reloj, aunque no sepamos muy bien donde nos dirigimos.

Todo parece cambiante y provisional, inexorablemente sometido a la ley del tiempo que todo lo trasforma. Nuestro mundo es un mundo materializado, hambriento de “autonomía” y de “libertad”, El hombre moderno, a través del poder que le proporciona la técnica, aspira a ser dueño de su propio destino. Sus ansias de independencia le han llevado a cuestionar todo tipo de absolutos, sea en el terreno del conocimiento, la moral o la religión.

El hombre ha asumido con gozo el llegar ser la medida de todas las cosas. Los valores, las instituciones, las creencias han de ajustarse a sus deseos, a sus caprichos, todo a merced de la subjetividad. Vive en permanente crisis, porque el hombre ha llegado a ser un problema para sí mismo. Si tuviéramos que hablar con propiedad, deberíamos decir que lo que se están produciendo, no son ya cambios en las diversas manifestaciones culturales, sino un cambio de época en toda regla.

El hombre moderno, rico en lo técnico, pobre en lo humano se congratula de que hayan desaparecido todas las certidumbres, de que se hayan derrumbado todos los cimientos de una cultura centenaria y se siente satisfecho de que se vuelva reescribir la historia de la humanidad. Se trata de liquidar el pasado, para quedarnos sin referencias ni seguridades, sin absolutos ni certezas. Es la cultura del pensamiento débil, en la que nada es permanente y todo fluye de forma constante.

Para cualquier espectador de hace no más de un siglo el panorama que se contempla en nuestra sociedad industrializada hubiera sido impensable; pero a mí personalmente lo que más me sorprende es que estos cambios tan radicales y profundos, que se han ido produciendo en los últimos años, no han sido motivo de ningún tipo de alarma generalizada, no ha habido reacción significativa ante mutaciones tan traumáticos, que han acabado por dejar a la sociedad a la intemperie.

Tiempos de crisis, son los nuestros y también de desorientación, en los que la gente parece mirar para otra parte, porque lo que verdaderamente nos preocupa en los últimos tiempos es el bienestar material. ¿Que sucederá ahora que la crisis según parece se va a hacer presente también en el terreno político-económico? Aquí sí que comienza a haber alarma social, la gente no sólo está preocupada por lo que se avecina, sino que está asustada. ¿Qué va a pasar ahora?

Aquella gente que decía que no les importaba que el barco se hundiera, mientras la plataforma del surf económico les permitiera mantenerse en pie a pesar del oleaje, puede que ahora, el cambio de dirección de los vientos les haga cambiar también a ellos de opinión. No es que yo me alegre de la crisis económica, no; lo que, si digo, es que a mí me hubiera gustado más, que nos hubiéramos preocupado más por otras crisis más sustanciales que desgraciadamente han ido pasando desapercibidas.

Por otra parte, ante lo que parece irremediable, prefiero ser positivo y no negativo, dispuesto estoy siempre, a aplicar la filosofía de aquel dicho popular que nos advierte, de que no hay mal que por bien no venga. De todo, en la vida se pueden extraer alguna aplicación positiva ¿por qué no va a serlo ahora también, que comienzan a desplomarse los fundamentos económicos? Concordia parvae res crescunt, discordia maximae dilabuntur: Mediante la concordia las cosas pequeñas crecen; mediante la desunión, las cosas más grandes se derrumban.


tomymx@me.com