/ miércoles 1 de julio de 2020

Jóvenes volver a pensar

La voluntad nacional


Ahora en el preciso momento de esta terrible pandemia que no azota a todos, y desgraciadamente sin un fin próximo, viendo caer a mexicanos uno tras otro… ante la impávida mirada del personal de salud con el desaliento de la impotencia total para el combate digno hacia esa infección asesina, viendo nuestro entorno económico sombrío y desalentador y súmele a la decisiones erráticas, anacrónicas, populistas en toda su extensión dentro de la economía y la salud pública por parte del ejecutivo en turno. Lo que nos queda a los mexicanos es la voluntad.

La voluntad nacional, lo que nos es común a todos, el rumbo que la patria ha querido seguir desde siempre, tiene que ser rescatada y explicada. Los mexicanos tenemos la necesidad de volverla a descubrir para encontrar en ella un principio de unión de nuestros futuros esfuerzos. La patria es la obra, y, como obra, ha venido inmovilizándose y envejeciendo. México es la misión. Ninguna nación ha sentido tanto como la nuestra la llamada hacia una misión universal, predicada y extendida con la idea y defendida con las armas.

México siempre ha sabido que tiene algo que hacer; ningún mexicano cree que México esté ahí por azar, casualidad o accidente. Al contrario: Imagina que, puesto que México existe, existe para llevar a cabo algo. Percibe, en otras palabras, que México tiene una misión que cumplir y, aun viendo a la nación empequeñecida, empobrecida e insultada, rara vez duda de lo mucho que nos queda por hacer y de la necesidad de llegar a hacerlo.

Hay una antiquísima voluntad de hacer que llega hasta nosotros desde la profundidad de la historia. Además, nunca se ha tratado de hacer lo del presente; jamás nos hemos preocupado de atender a lo de cada día, sino a concebir unidades superiores, destinos más elevados para el hombre; salvaciones eternas para el individuo. México es una patria de acción. En México se comprende perfectamente que el pensamiento, sin actuación posterior, de nada sirve.

Por eso México, que es tan rico en ideas, no lo es en sistemas filosóficos; pero al mismo tiempo tampoco somos prácticos porque no se nos ocurre exigirle a la acción beneficios, sino servicios a la idea que nos rige. La voluntad de hacer se muestra permanentemente embridada por la voluntad de hacer lo justo, y solamente cuando ambas coinciden se produce un auténtico y fructífero movimiento. Pero otras voluntades se dan cita entre nosotros, donde conviven la abulia, entendida como una voluntad de no meterse en líos, con la iluminación que sería la de no escatimarse ninguno.

También la voluntad individual, el hombre como sistema, celoso de su independencia, suele enfrentarse muy a menudo con la voluntad nacional, que no es, desde luego, la suma de las voluntades particulares. La “voluntad del pueblo” no existe como tal, en tanto que los pueblos ni razonan ni atentan ni ambicionan a la vez como un organismo, la voluntad nacional, que es otra cosa, hay que buscarla en cuanto de permanente, y común a todos, llevan los individuos aislados. La voluntad nacional sólo nos es accesible por la historia, por el estudio de lo que el tiempo nos trae y se nos lleva, y de lo que el tiempo nos respeta. Lo superfluo que soporta cada generación, acaba desapareciendo, aunque por desgracia tendemos a hacer cuestión más de lo anecdótico que de lo permanente.

La voluntad nacional, lo que nos es común a todos, el rumbo que la patria ha querido seguir desde siempre, tiene que ser rescatada y explicada. Los mexicanos tenemos la necesidad de volverla a descubrir para encontrar en ella un principio de unión de nuestros futuros esfuerzos. Normalmente no es necesario hacerlo así. Uno no necesita afirmar su mexicanidad permanentemente, porque va sobreentendida. Pero cuando se pone en duda la existencia de México, cuando se la acusa de inútil invención, la única respuesta posible es descubrir cada uno cómo es de mexicano y cerrar filas con los otros mexicanos para defender lo que es patrimonio común y, también, garantía de nuestro único futuro posible.

Ya no se trata de ser mexicano por nacimiento, que es, en suma, algo accidental; se trata de serlo por convicción, por pura necesidad de sobrevivir en el mundo, y por voluntad. Cuando se es mexicano no se puede ser otra cosa, porque es imposible renegar de lo que somos sin dejar de ser hombres. Si al hecho de ser mexicano se le añade la voluntad de serlo -porque ahora la patria necesita afirmarse sobre sí misma para tomar impulso- México saldrá con bien de todas las asechanzas de este presente encanallado y de cuantos reniegan de su mexicanidad y no son más que alucinados. Unidad y salvemos al México de nuestros hijos… Ducunt volentem fata, nolentem trahunt… El destino guía a los que están dispuestos y arrastrar a los que no están dispuestos.

tomymx@me.com

La voluntad nacional


Ahora en el preciso momento de esta terrible pandemia que no azota a todos, y desgraciadamente sin un fin próximo, viendo caer a mexicanos uno tras otro… ante la impávida mirada del personal de salud con el desaliento de la impotencia total para el combate digno hacia esa infección asesina, viendo nuestro entorno económico sombrío y desalentador y súmele a la decisiones erráticas, anacrónicas, populistas en toda su extensión dentro de la economía y la salud pública por parte del ejecutivo en turno. Lo que nos queda a los mexicanos es la voluntad.

La voluntad nacional, lo que nos es común a todos, el rumbo que la patria ha querido seguir desde siempre, tiene que ser rescatada y explicada. Los mexicanos tenemos la necesidad de volverla a descubrir para encontrar en ella un principio de unión de nuestros futuros esfuerzos. La patria es la obra, y, como obra, ha venido inmovilizándose y envejeciendo. México es la misión. Ninguna nación ha sentido tanto como la nuestra la llamada hacia una misión universal, predicada y extendida con la idea y defendida con las armas.

México siempre ha sabido que tiene algo que hacer; ningún mexicano cree que México esté ahí por azar, casualidad o accidente. Al contrario: Imagina que, puesto que México existe, existe para llevar a cabo algo. Percibe, en otras palabras, que México tiene una misión que cumplir y, aun viendo a la nación empequeñecida, empobrecida e insultada, rara vez duda de lo mucho que nos queda por hacer y de la necesidad de llegar a hacerlo.

Hay una antiquísima voluntad de hacer que llega hasta nosotros desde la profundidad de la historia. Además, nunca se ha tratado de hacer lo del presente; jamás nos hemos preocupado de atender a lo de cada día, sino a concebir unidades superiores, destinos más elevados para el hombre; salvaciones eternas para el individuo. México es una patria de acción. En México se comprende perfectamente que el pensamiento, sin actuación posterior, de nada sirve.

Por eso México, que es tan rico en ideas, no lo es en sistemas filosóficos; pero al mismo tiempo tampoco somos prácticos porque no se nos ocurre exigirle a la acción beneficios, sino servicios a la idea que nos rige. La voluntad de hacer se muestra permanentemente embridada por la voluntad de hacer lo justo, y solamente cuando ambas coinciden se produce un auténtico y fructífero movimiento. Pero otras voluntades se dan cita entre nosotros, donde conviven la abulia, entendida como una voluntad de no meterse en líos, con la iluminación que sería la de no escatimarse ninguno.

También la voluntad individual, el hombre como sistema, celoso de su independencia, suele enfrentarse muy a menudo con la voluntad nacional, que no es, desde luego, la suma de las voluntades particulares. La “voluntad del pueblo” no existe como tal, en tanto que los pueblos ni razonan ni atentan ni ambicionan a la vez como un organismo, la voluntad nacional, que es otra cosa, hay que buscarla en cuanto de permanente, y común a todos, llevan los individuos aislados. La voluntad nacional sólo nos es accesible por la historia, por el estudio de lo que el tiempo nos trae y se nos lleva, y de lo que el tiempo nos respeta. Lo superfluo que soporta cada generación, acaba desapareciendo, aunque por desgracia tendemos a hacer cuestión más de lo anecdótico que de lo permanente.

La voluntad nacional, lo que nos es común a todos, el rumbo que la patria ha querido seguir desde siempre, tiene que ser rescatada y explicada. Los mexicanos tenemos la necesidad de volverla a descubrir para encontrar en ella un principio de unión de nuestros futuros esfuerzos. Normalmente no es necesario hacerlo así. Uno no necesita afirmar su mexicanidad permanentemente, porque va sobreentendida. Pero cuando se pone en duda la existencia de México, cuando se la acusa de inútil invención, la única respuesta posible es descubrir cada uno cómo es de mexicano y cerrar filas con los otros mexicanos para defender lo que es patrimonio común y, también, garantía de nuestro único futuro posible.

Ya no se trata de ser mexicano por nacimiento, que es, en suma, algo accidental; se trata de serlo por convicción, por pura necesidad de sobrevivir en el mundo, y por voluntad. Cuando se es mexicano no se puede ser otra cosa, porque es imposible renegar de lo que somos sin dejar de ser hombres. Si al hecho de ser mexicano se le añade la voluntad de serlo -porque ahora la patria necesita afirmarse sobre sí misma para tomar impulso- México saldrá con bien de todas las asechanzas de este presente encanallado y de cuantos reniegan de su mexicanidad y no son más que alucinados. Unidad y salvemos al México de nuestros hijos… Ducunt volentem fata, nolentem trahunt… El destino guía a los que están dispuestos y arrastrar a los que no están dispuestos.

tomymx@me.com