/ viernes 17 de julio de 2020

Jóvenes volver a pensar

Desinfodemia, la pandemia paralela

En estos tiempos de esta pandemia producida por el coronavirus, Covid-19, unos de los efectos terribles es la incertidumbre, como padre, como hijo, como trabajador, como estudiante, como ama de casa, ¿qué pasará? ¿Hasta cuándo?...

Y aparece precisamente: La desinformación, ella puede causar mucho daño en la vida de las personas, su salud, sus finanzas y en la democracia. Necesitamos evidencia fehaciente para saber cómo afrontarla. La cual se le designa ya como desinfodemia sería entonces la “propagación de una enfermedad facilitada por desinformación viral”.

Esto parecería estar pasando con Covid-19. ¿A qué podemos considerar desinformación en el contexto de este nuevo coronavirus? Circulan mitos acerca de cómo prevenir esta enfermedad o cómo curarla, ideas conspirativas sobre el origen del virus, hipótesis dudosas o insostenibles que se hacen pasar como si fueran certezas (la desinformación sobre temas de salud es tan estándar y sigue los mismos argumentos generales que cada vez que surge una nueva epidemia reaparecen las mismas ideas).

Hoy, el internet es a la información lo que los aviones a las cosas materiales, un acelerador que permite que todo tarde menos en llegar más lejos. Dicho de otro modo: Actualmente, gracias a la tecnología disponible, las cosas materiales viajamos más lejos y más rápido que antes, tanto si somos gente que va a pasarla bien en sus vacaciones, como virus que provocan una pandemia.

Lo mismo ocurre en el mundo de la información. Hace mucho ya que los medios de comunicación tradicionales no son los únicos que informan, o desinforman: Gracias a la facilitación de las redes sociales, nosotros mismos somos generadores y propagadores de contenido.

Pero con un condimento interesante que complica aún más las cosas: Se demostró que las noticias falsas llegan más rápido y más lejos que las verdaderas, posiblemente debido a que son muy atractivas y por eso las compartimos más. Pero la idea de doble epidemia, a nivel agente infeccioso y a nivel desinformación, no es nueva. Lo que es quizá más reciente es considerar que estas dos epidemias simultáneas se potencian mutuamente, por lo que el daño total termina siendo más que la suma de las partes.

Estos mundos, que parecen separados, empiezan a interactuar con efectos que recién ahora estamos empezando a entender. A mediados de 2018, en una revista se publicó un artículo llamado “Cómo la desinfodemia propaga la enfermedad”, donde los autores advierten que la desinformación online hace que las enfermedades se dispersen aún más.

Esto ocurriría por varias razones: La desinformación hace que disminuya la confianza en los organismos de salud y en los expertos, que se dediquen recursos a desmentir mitos e ideas conspirativas, y a veces incluso que se promuevan comportamientos que no sólo no son efectivos sino que ponen en riesgo a las personas.

Anotemos las que más -han circulado por las redes sociales: “No es cierto lo del virus, es invención del gobierno. “Hay vacuna pero la ocultan y se la quedan para ellos”, “el virus fue creado en un laboratorio y se escapó (o fue liberado adrede)”, “esto fue predicho por (inserte libro sagrado, astrólogo famoso de turno, influencer)”, “es un plan de (inserte supuesto individuo o grupo de poder que actúa en las sombras y sólo unos pocos iluminados lo saben) para eliminar a la mayor parte de la población mundial”, “es un plan de (inserte la misma gente) para beneficiarse vendiéndonos medicamentos caros”, “esto se puede prevenir/curar con cosas ‘naturales’ (típicamente ajo, limón o alguna hierba)”- “Con estas estampitas te protegerán” “si no mientes y eres bueno, no te contagiaras” “esta enfermedad sólo les pega a los ricos”, “te vas a curar con un caldito” o Miguel Bosé hablando como “científico”.

Por supuesto, es posible que alguna vez alguna de estas afirmaciones de estultos sea cierta, del mismo modo en que, si tiramos de espaldas dardos a la pared, alguna vez le vamos a pegar al blanco, por la más absoluta de las casualidades.

Pero, en líneas generales, lo más probable es que los dardos terminen en el piso o clavados por cualquier parte, así que si nos encontramos con algo así, actuemos con prudencia. Veritas filia temporis. La verdad sale a la luz con el tiempo.

tomymx@me.com

Desinfodemia, la pandemia paralela

En estos tiempos de esta pandemia producida por el coronavirus, Covid-19, unos de los efectos terribles es la incertidumbre, como padre, como hijo, como trabajador, como estudiante, como ama de casa, ¿qué pasará? ¿Hasta cuándo?...

Y aparece precisamente: La desinformación, ella puede causar mucho daño en la vida de las personas, su salud, sus finanzas y en la democracia. Necesitamos evidencia fehaciente para saber cómo afrontarla. La cual se le designa ya como desinfodemia sería entonces la “propagación de una enfermedad facilitada por desinformación viral”.

Esto parecería estar pasando con Covid-19. ¿A qué podemos considerar desinformación en el contexto de este nuevo coronavirus? Circulan mitos acerca de cómo prevenir esta enfermedad o cómo curarla, ideas conspirativas sobre el origen del virus, hipótesis dudosas o insostenibles que se hacen pasar como si fueran certezas (la desinformación sobre temas de salud es tan estándar y sigue los mismos argumentos generales que cada vez que surge una nueva epidemia reaparecen las mismas ideas).

Hoy, el internet es a la información lo que los aviones a las cosas materiales, un acelerador que permite que todo tarde menos en llegar más lejos. Dicho de otro modo: Actualmente, gracias a la tecnología disponible, las cosas materiales viajamos más lejos y más rápido que antes, tanto si somos gente que va a pasarla bien en sus vacaciones, como virus que provocan una pandemia.

Lo mismo ocurre en el mundo de la información. Hace mucho ya que los medios de comunicación tradicionales no son los únicos que informan, o desinforman: Gracias a la facilitación de las redes sociales, nosotros mismos somos generadores y propagadores de contenido.

Pero con un condimento interesante que complica aún más las cosas: Se demostró que las noticias falsas llegan más rápido y más lejos que las verdaderas, posiblemente debido a que son muy atractivas y por eso las compartimos más. Pero la idea de doble epidemia, a nivel agente infeccioso y a nivel desinformación, no es nueva. Lo que es quizá más reciente es considerar que estas dos epidemias simultáneas se potencian mutuamente, por lo que el daño total termina siendo más que la suma de las partes.

Estos mundos, que parecen separados, empiezan a interactuar con efectos que recién ahora estamos empezando a entender. A mediados de 2018, en una revista se publicó un artículo llamado “Cómo la desinfodemia propaga la enfermedad”, donde los autores advierten que la desinformación online hace que las enfermedades se dispersen aún más.

Esto ocurriría por varias razones: La desinformación hace que disminuya la confianza en los organismos de salud y en los expertos, que se dediquen recursos a desmentir mitos e ideas conspirativas, y a veces incluso que se promuevan comportamientos que no sólo no son efectivos sino que ponen en riesgo a las personas.

Anotemos las que más -han circulado por las redes sociales: “No es cierto lo del virus, es invención del gobierno. “Hay vacuna pero la ocultan y se la quedan para ellos”, “el virus fue creado en un laboratorio y se escapó (o fue liberado adrede)”, “esto fue predicho por (inserte libro sagrado, astrólogo famoso de turno, influencer)”, “es un plan de (inserte supuesto individuo o grupo de poder que actúa en las sombras y sólo unos pocos iluminados lo saben) para eliminar a la mayor parte de la población mundial”, “es un plan de (inserte la misma gente) para beneficiarse vendiéndonos medicamentos caros”, “esto se puede prevenir/curar con cosas ‘naturales’ (típicamente ajo, limón o alguna hierba)”- “Con estas estampitas te protegerán” “si no mientes y eres bueno, no te contagiaras” “esta enfermedad sólo les pega a los ricos”, “te vas a curar con un caldito” o Miguel Bosé hablando como “científico”.

Por supuesto, es posible que alguna vez alguna de estas afirmaciones de estultos sea cierta, del mismo modo en que, si tiramos de espaldas dardos a la pared, alguna vez le vamos a pegar al blanco, por la más absoluta de las casualidades.

Pero, en líneas generales, lo más probable es que los dardos terminen en el piso o clavados por cualquier parte, así que si nos encontramos con algo así, actuemos con prudencia. Veritas filia temporis. La verdad sale a la luz con el tiempo.

tomymx@me.com