/ lunes 28 de diciembre de 2020

JÓVENES VOLVER A PENSAR

Una Navidad infausta

El mundo entero celebró la Navidad. Si una Navidad trágica, triste, en plena pandemia, unos hogares truncos, con una o más sillas vacías, y la población restante con un sentimiento de angustia y con la marcada obsesión de contaminarse.

Si esa fue la Navidad para este tétrico 2020, sin embargo, unos, cristianamente, y los otros, en la esfera laico-pagano-consumista. Luces multicolores, villancicos, belenes, cava y turrón inundan calles y familias.

El sentido auténtico de las Pascuas de Natividad es la conmemoración del nacimiento de Jesús, el Niño-Dios. Hace dos mil veinte años, María concibió virginalmente a un varón que hizo cambiar hasta el calendario, que se ajustó al año aproximado de su nacimiento. La historia cultural, social y religiosa del mundo resulta inenarrable sin tener en cuenta aquel alumbramiento.

Hoy Nazareth es un pueblo poco importante, con 80,000 habitantes, una mitad cristianos y la otra musulmana. Está situado a 141 kilómetros de Jerusalén, tierras que podemos descubrir de muchos modos, como viajando o leyendo las Sagradas Escrituras, especialmente el Nuevo Testamento. Tierras donde la paz definitiva que predicó Jesucristo no acaba de llegar.

El mismo Jesús que enseñó las bienaventuranzas, acogió a los oprimidos, dio pan y peces a los hambrientos, también fue crucificado, el poder político de entonces no podía consentir a alguien tan “políticamente incorrecto”, como diríamos hoy. Jesús también fue un Niño-Dios inocente, dulce, manso y limpio de corazón como esos pequeñuelos que vemos jugar en los parques, ajenos a las maldades del mundo. Así mismo es como nos quiere Dios en su Reino.

La Navidad es la fiesta que humaniza al mundo, con buenos deseos e intenciones. Que siempre sea Navidad en nuestro corazón. Y hay que vivirla en estas dolorosas circunstancias- sin embargo: Que todo esté bien con ustedes.

Una Navidad infausta

El mundo entero celebró la Navidad. Si una Navidad trágica, triste, en plena pandemia, unos hogares truncos, con una o más sillas vacías, y la población restante con un sentimiento de angustia y con la marcada obsesión de contaminarse.

Si esa fue la Navidad para este tétrico 2020, sin embargo, unos, cristianamente, y los otros, en la esfera laico-pagano-consumista. Luces multicolores, villancicos, belenes, cava y turrón inundan calles y familias.

El sentido auténtico de las Pascuas de Natividad es la conmemoración del nacimiento de Jesús, el Niño-Dios. Hace dos mil veinte años, María concibió virginalmente a un varón que hizo cambiar hasta el calendario, que se ajustó al año aproximado de su nacimiento. La historia cultural, social y religiosa del mundo resulta inenarrable sin tener en cuenta aquel alumbramiento.

Hoy Nazareth es un pueblo poco importante, con 80,000 habitantes, una mitad cristianos y la otra musulmana. Está situado a 141 kilómetros de Jerusalén, tierras que podemos descubrir de muchos modos, como viajando o leyendo las Sagradas Escrituras, especialmente el Nuevo Testamento. Tierras donde la paz definitiva que predicó Jesucristo no acaba de llegar.

El mismo Jesús que enseñó las bienaventuranzas, acogió a los oprimidos, dio pan y peces a los hambrientos, también fue crucificado, el poder político de entonces no podía consentir a alguien tan “políticamente incorrecto”, como diríamos hoy. Jesús también fue un Niño-Dios inocente, dulce, manso y limpio de corazón como esos pequeñuelos que vemos jugar en los parques, ajenos a las maldades del mundo. Así mismo es como nos quiere Dios en su Reino.

La Navidad es la fiesta que humaniza al mundo, con buenos deseos e intenciones. Que siempre sea Navidad en nuestro corazón. Y hay que vivirla en estas dolorosas circunstancias- sin embargo: Que todo esté bien con ustedes.