/ sábado 15 de mayo de 2021

Jóvenes volver a pensar

Una nación que ha pasado la historia luchando por su unidad y, después, luchando por mantenerla, ¿puede sentirse tentada por la idea de división que pregona el ejecutivo a diario?

¿Qué tiene México y qué tiene el presidente, que tan mal combinan? Lo fácil es echar toda la culpa al pasado inmediato y mediato - como hace el gobierno. Así pues, lo único auténtico que nos queda es México, y México queda del lado de la realidad mientras que el gobierno, y las instituciones que se han inventado (improvisando) para gobernar el Estado, quedan del lado de lo imposible.

Me da la sensación de que el gobierno tienen una fórmula: “esto es así y esto, asa”, y la aplican sin más, sin averiguar dónde lo hacen ni sobre quién. Es elemental sospechar que el socialismo europeo no puede ser, a la vez, socialismo mexicano, porque se ve obligado a actuar sobre una realidad bien diferente. Lo mismo pasa con el liberalismo estadounidense, inglés o con cualquier otra fórmula.

El México sobre la que dicen actuar los partidos no existe, es una entelequia, cuanto más, una aproximación sobre el papel; cuanto menos, una burda mentira, como todo ese coro que cantan los de la 4T, no querer definir el problema es no querer resolverlo. Y, claro, aquí los partidos no pasan de ser un esquema, sin carne y sin sangre mexicana, sin militancias dignas de ser tenidas en cuenta por su número y, por lo tanto, sin razón de ser, aunque ellos lo oculten.

¿Y México? ¿Por qué acepta? Una nación que ha pasado la historia luchando por su unidad y, después, luchando por mantenerla, ¿puede sentirse tentada por la idea de división que propone el gobierno? Parece que no, y, aunque sé que las cosas no se plantean así en la calle, sé también que es el fantasma de la división de “la partición” el que aleja de ellos a los mexicanos.

Aquí, desde hace unos siglos, el único partido con suficiente mayoría es México. Nadie se cree, porque somos absolutos, que pueda haber varias soluciones para el mismo problema, según sean priistas, panistas, perredistas, morenistas, etc los que gobiernen, porque sabemos, en cuestión de soluciones, que si hay una buena, todas las demás son malas en tanto que distintas.

¿Quiere un partido tener militantes? Que deje de ser partido en primer lugar, y luego, con calma, que averigüe cómo es México y en qué sueña. Que aprenda el idioma de la gente y los misterios que atrapan el alma de la gente y, en lugar de prometernos cosas y maravillas, nos proponga algo que podamos creer, es decir algo que no niegue nuestra forma de ser, que no aspire a cambiar nada sino a reforzar todo.

Pero ningún político 4teista podrá entender algo tan sencillo. Viven en otro mundo, en el ideal, en de los años setentas del siglo pasado. En otro mundo que, desde luego, no es México. Mala herba non interit. Mala hierba no muere.

Una nación que ha pasado la historia luchando por su unidad y, después, luchando por mantenerla, ¿puede sentirse tentada por la idea de división que pregona el ejecutivo a diario?

¿Qué tiene México y qué tiene el presidente, que tan mal combinan? Lo fácil es echar toda la culpa al pasado inmediato y mediato - como hace el gobierno. Así pues, lo único auténtico que nos queda es México, y México queda del lado de la realidad mientras que el gobierno, y las instituciones que se han inventado (improvisando) para gobernar el Estado, quedan del lado de lo imposible.

Me da la sensación de que el gobierno tienen una fórmula: “esto es así y esto, asa”, y la aplican sin más, sin averiguar dónde lo hacen ni sobre quién. Es elemental sospechar que el socialismo europeo no puede ser, a la vez, socialismo mexicano, porque se ve obligado a actuar sobre una realidad bien diferente. Lo mismo pasa con el liberalismo estadounidense, inglés o con cualquier otra fórmula.

El México sobre la que dicen actuar los partidos no existe, es una entelequia, cuanto más, una aproximación sobre el papel; cuanto menos, una burda mentira, como todo ese coro que cantan los de la 4T, no querer definir el problema es no querer resolverlo. Y, claro, aquí los partidos no pasan de ser un esquema, sin carne y sin sangre mexicana, sin militancias dignas de ser tenidas en cuenta por su número y, por lo tanto, sin razón de ser, aunque ellos lo oculten.

¿Y México? ¿Por qué acepta? Una nación que ha pasado la historia luchando por su unidad y, después, luchando por mantenerla, ¿puede sentirse tentada por la idea de división que propone el gobierno? Parece que no, y, aunque sé que las cosas no se plantean así en la calle, sé también que es el fantasma de la división de “la partición” el que aleja de ellos a los mexicanos.

Aquí, desde hace unos siglos, el único partido con suficiente mayoría es México. Nadie se cree, porque somos absolutos, que pueda haber varias soluciones para el mismo problema, según sean priistas, panistas, perredistas, morenistas, etc los que gobiernen, porque sabemos, en cuestión de soluciones, que si hay una buena, todas las demás son malas en tanto que distintas.

¿Quiere un partido tener militantes? Que deje de ser partido en primer lugar, y luego, con calma, que averigüe cómo es México y en qué sueña. Que aprenda el idioma de la gente y los misterios que atrapan el alma de la gente y, en lugar de prometernos cosas y maravillas, nos proponga algo que podamos creer, es decir algo que no niegue nuestra forma de ser, que no aspire a cambiar nada sino a reforzar todo.

Pero ningún político 4teista podrá entender algo tan sencillo. Viven en otro mundo, en el ideal, en de los años setentas del siglo pasado. En otro mundo que, desde luego, no es México. Mala herba non interit. Mala hierba no muere.