/ lunes 2 de agosto de 2021

Jóvenes volver a pensar

La tolerancia parece ser uno de los valores más cotizados en el mercado de la posmodernidad. En una época donde el relativismo ético se impone con una fuerza tan brutal como embrutecedora, la tolerancia -gran paradoja- parece ser el bien absoluto que debe buscarse y defenderse a toda costa.

Siempre y cuando el sujeto de la tolerancia, sea “políticamente correcto”, “y haya votado por mí…”. En la teoría, todo se puede tolerar; en la práctica, no se tolera que se pongan límites a la ‘libertad’. Todo se puede tolerar, siempre y cuando no se critique el mal uso -el abuso- de la democracia. No se tolera el orden, ni la autoridad, ni la jerarquía, ni nada que ponga obstáculos a la ‘democracia’.

Todos gritan a coro que el valor absoluto a defender, es la ‘democracia’; y olvidan que ésta, para ser verdadera, debe estar cimentada en la verdad, y ordenada al bien. No se tolera que se diga que las mayorías se pueden equivocar. La democracia -que tiene grandes virtudes, por cierto-, como todo nuestro sistema político, tiene también sus defectos y puede por ello, ser mal utilizada.

Hoy la mayoría dice que hay que esperar el resultado oficial del INE, al cambiar las circunstancias, la mayoría dice que hay que esperara al TEPJF. ¿Cuál de las dos mayorías tiene razón? Claro, que cuando los problemas se reducen a aumentar y bajar votos, o asuntos por el estilo, las distintas opciones son perfectamente opinables. Pero cuando se habla de INE, TEPJF, legalidad, transparencia y ciudadanización.

Pero esto, no se puede siquiera mencionar sin ser tildado de fascista, porque es… sencillamente intolerable. No se tolera que alguien exprese un pensamiento opuesto a lo “políticamente correcto”: A quien lo haga, se le trata de intolerante, conservador, neo liberal, ultra-derecha, oscurantista, fundamentalista, retrógrado, cavernícola y otros motes que sólo tienen por objeto denigrar a la persona.

Cuando se carece de argumentos para atacar las ideas, se ataca a los periodistas que lo expresan… No se tolera que quien piense distinto, lo diga públicamente. Sólo los tolerantes pueden expresar sus pensamientos en los medios, que siempre están a su disposición aún aquellos que se consideran "buenos". Critican violentamente a quienes no se guardan sus discrepancias para su fuero interno, para el ámbito privado de la conciencia.

No sea que influyan negativamente en el “nuevo orden de la 4t”, sobre la “aldea bolivariana” que están intentando construir, sobre el gelatinoso cimiento de la tolerancia. Es la hora de redoblar los esfuerzos cívicos, es hora de resistir con fortaleza y paciencia, en la erradicación de la mayor hipocresía del ejecutivo en turno, ante el cual palidece el mal ejemplo farisaico; buscando por todos los medios, ganar, a la terquedad, y llamar intolerantes a los tolerantes… Eccum lupus in sermone. He aquí el lobo cuando se habla de él.

La tolerancia parece ser uno de los valores más cotizados en el mercado de la posmodernidad. En una época donde el relativismo ético se impone con una fuerza tan brutal como embrutecedora, la tolerancia -gran paradoja- parece ser el bien absoluto que debe buscarse y defenderse a toda costa.

Siempre y cuando el sujeto de la tolerancia, sea “políticamente correcto”, “y haya votado por mí…”. En la teoría, todo se puede tolerar; en la práctica, no se tolera que se pongan límites a la ‘libertad’. Todo se puede tolerar, siempre y cuando no se critique el mal uso -el abuso- de la democracia. No se tolera el orden, ni la autoridad, ni la jerarquía, ni nada que ponga obstáculos a la ‘democracia’.

Todos gritan a coro que el valor absoluto a defender, es la ‘democracia’; y olvidan que ésta, para ser verdadera, debe estar cimentada en la verdad, y ordenada al bien. No se tolera que se diga que las mayorías se pueden equivocar. La democracia -que tiene grandes virtudes, por cierto-, como todo nuestro sistema político, tiene también sus defectos y puede por ello, ser mal utilizada.

Hoy la mayoría dice que hay que esperar el resultado oficial del INE, al cambiar las circunstancias, la mayoría dice que hay que esperara al TEPJF. ¿Cuál de las dos mayorías tiene razón? Claro, que cuando los problemas se reducen a aumentar y bajar votos, o asuntos por el estilo, las distintas opciones son perfectamente opinables. Pero cuando se habla de INE, TEPJF, legalidad, transparencia y ciudadanización.

Pero esto, no se puede siquiera mencionar sin ser tildado de fascista, porque es… sencillamente intolerable. No se tolera que alguien exprese un pensamiento opuesto a lo “políticamente correcto”: A quien lo haga, se le trata de intolerante, conservador, neo liberal, ultra-derecha, oscurantista, fundamentalista, retrógrado, cavernícola y otros motes que sólo tienen por objeto denigrar a la persona.

Cuando se carece de argumentos para atacar las ideas, se ataca a los periodistas que lo expresan… No se tolera que quien piense distinto, lo diga públicamente. Sólo los tolerantes pueden expresar sus pensamientos en los medios, que siempre están a su disposición aún aquellos que se consideran "buenos". Critican violentamente a quienes no se guardan sus discrepancias para su fuero interno, para el ámbito privado de la conciencia.

No sea que influyan negativamente en el “nuevo orden de la 4t”, sobre la “aldea bolivariana” que están intentando construir, sobre el gelatinoso cimiento de la tolerancia. Es la hora de redoblar los esfuerzos cívicos, es hora de resistir con fortaleza y paciencia, en la erradicación de la mayor hipocresía del ejecutivo en turno, ante el cual palidece el mal ejemplo farisaico; buscando por todos los medios, ganar, a la terquedad, y llamar intolerantes a los tolerantes… Eccum lupus in sermone. He aquí el lobo cuando se habla de él.