/ miércoles 8 de septiembre de 2021

Jóvenes volver a pensar

El populismo que vivimos


Populismo, movimiento político ruso de finales del siglo XIX, que aspiraba a la formación de un estado socialista de tipo campesino, contrario a la industrialización occidental.

Doctrina política que se presenta como defensora de los intereses y aspiraciones del pueblo para conseguir su favor: El peronismo argentino fue una forma de populismo. Y ahora en nuestro México, tenemos estas dos variedades de este cáncer social metastático de dos estirpes: Derecha e izquierda, representadas por el actual ejecutivo en turno.

Aunque la presente disertación se basa en la incidencia de rasgos característicos que tienen lugar común en las pretensiones propias del populismo y en los mecanismos que responden por la gobernabilidad, por cuanto adquieren sentido en el discurrir de un orden político que busca estructurarse sobre objetivos que de algún modo beneficien la praxis democrática, es importante dar cuenta que en sus mismos predios pueden coexistir elementos contrarios o que se oponen a sus intenciones.

Esta observación, vale para destacar que la complejidad que caracteriza sus condiciones y formas de interpretar sus propósitos, podría permitir interrogaciones alrededor de sus propias contradicciones. Por ejemplo, cabría preguntarse ¿hasta dónde un gobierno populista considera la importancia de la gobernabilidad como razón política para encauzar su programa político de gobierno?

O las preguntas siguientes: ¿Cuáles criterios de gobernabilidad convienen a un gobierno populista en función de un régimen que muchas veces resulta contradictorio ante sus mismas orientaciones?. ¿Hasta dónde sería posible hablar de gobernabilidad populista? Si acaso se acepta que el populismo representa el modo o mecanismo pragmático de enfatizar el cometido socioeconómico de un proyecto político de gobierno, entonces bien podría asentirse la pertinencia de la gobernabilidad entendida como referencia política para justificar recursos y medios dirigidos a reducir los problemas sociales y económicos que ataca el populismo aunque desde un ámbito discursivo insidioso y una gestión de gobierno precariamente articulada.

En fin, los problemas animados por causas que bien o mal, debida o indebidamente, justificadamente o no refieren al populismo o a la “ingobernabilidad”, al margen de sus efectos, han buscado reivindicar otros valores cuyas racionalidades y fundamentos han instado a grupos sociales no más a comprender su estado de indefensión y de desesperanza aprendida, que a fundamentar en sus libertades individuales las posibilidades reales de crecer política y socialmente, y bien, ya abatimos la pobreza extrema en México, ya recuperamos el empleos... ¿acaso ya se les olvidó que el México bronco puede despertar de su letargo sueño? Señores políticos, ya dejen de jugar y cuiden al país, acuérdense de las sabias palabras del centauro del norte: “Cuando la plebe se levanta, es que ya no hay ni pa’comer”. Vexata quaestio. Asunto del cual se ha discutido mucho.

El populismo que vivimos


Populismo, movimiento político ruso de finales del siglo XIX, que aspiraba a la formación de un estado socialista de tipo campesino, contrario a la industrialización occidental.

Doctrina política que se presenta como defensora de los intereses y aspiraciones del pueblo para conseguir su favor: El peronismo argentino fue una forma de populismo. Y ahora en nuestro México, tenemos estas dos variedades de este cáncer social metastático de dos estirpes: Derecha e izquierda, representadas por el actual ejecutivo en turno.

Aunque la presente disertación se basa en la incidencia de rasgos característicos que tienen lugar común en las pretensiones propias del populismo y en los mecanismos que responden por la gobernabilidad, por cuanto adquieren sentido en el discurrir de un orden político que busca estructurarse sobre objetivos que de algún modo beneficien la praxis democrática, es importante dar cuenta que en sus mismos predios pueden coexistir elementos contrarios o que se oponen a sus intenciones.

Esta observación, vale para destacar que la complejidad que caracteriza sus condiciones y formas de interpretar sus propósitos, podría permitir interrogaciones alrededor de sus propias contradicciones. Por ejemplo, cabría preguntarse ¿hasta dónde un gobierno populista considera la importancia de la gobernabilidad como razón política para encauzar su programa político de gobierno?

O las preguntas siguientes: ¿Cuáles criterios de gobernabilidad convienen a un gobierno populista en función de un régimen que muchas veces resulta contradictorio ante sus mismas orientaciones?. ¿Hasta dónde sería posible hablar de gobernabilidad populista? Si acaso se acepta que el populismo representa el modo o mecanismo pragmático de enfatizar el cometido socioeconómico de un proyecto político de gobierno, entonces bien podría asentirse la pertinencia de la gobernabilidad entendida como referencia política para justificar recursos y medios dirigidos a reducir los problemas sociales y económicos que ataca el populismo aunque desde un ámbito discursivo insidioso y una gestión de gobierno precariamente articulada.

En fin, los problemas animados por causas que bien o mal, debida o indebidamente, justificadamente o no refieren al populismo o a la “ingobernabilidad”, al margen de sus efectos, han buscado reivindicar otros valores cuyas racionalidades y fundamentos han instado a grupos sociales no más a comprender su estado de indefensión y de desesperanza aprendida, que a fundamentar en sus libertades individuales las posibilidades reales de crecer política y socialmente, y bien, ya abatimos la pobreza extrema en México, ya recuperamos el empleos... ¿acaso ya se les olvidó que el México bronco puede despertar de su letargo sueño? Señores políticos, ya dejen de jugar y cuiden al país, acuérdense de las sabias palabras del centauro del norte: “Cuando la plebe se levanta, es que ya no hay ni pa’comer”. Vexata quaestio. Asunto del cual se ha discutido mucho.