/ martes 12 de octubre de 2021

Jóvenes volver a pensar

Prudentes y política


Los “prudentes”, ya sean tibios, inmaduros o miedosos, suelen ser las primeras víctimas de su iniquidad, y, en cualquier caso, las víctimas sin honor, de una causa neutra y estéril.

La historia, maestra de la vida está plagada de ejemplos confieso que me conturba leer o escuchar a quienes podrían autocalificarse como “prudentes”. Los “prudentes” son un grupo escogido de ciudadanos que perciben y están dispuestos a obedecer una sugerencia casi instintiva: La de no definirse, la de alejarse de esto y de aquello, la de lavarse las manos y apartarse del conflicto, sin ignorarlo ni desconocerlo; la de observar a quienes libran el combate con una mirada de desprecio cariñoso, la de repetir entre dientes o en voz alta, según los momentos: “¡Qué locos!” “¡Este es un país de locos!”. Los “prudentes” han sustituido en su papel de magisterio a los que en una distribución clásica se conocían como los sabios. Los “prudentes” se cargan de paciencia, y ante el binomio juez-criminal no están ni con uno ni con otro, y ante el que rasga la bandera y aquel que la repone en el mástil procuran guardar silencia significativo.

Hay un método que utilizan con frecuencia los “prudentes” y que consiste en salir por peteneras, en encauzar la conversación hacia un tema distinto, o desplazar, si es posible, las preocupaciones del auditorio o del espectador hacia cuestiones de indudable importancia, pero inferiores al planteado y, sobre todo, ajeno a la competencia más inmediata y urgente del que pontifica.

Los que más me preocupan del campo de los “prudentes” son los tibios, los desapasionados, los incapaces para la lágrima y la cólera por las causas que merecen llorar y reñir, los fríos y los asépticos, los que levantan el picaporte con el codo por no mancharse las manos, los que abandonan al herido en la carretera para no ensuciar la tapicería reluciente de su vehículo, los que desconocen la infamia o se ausencia para no verse envueltos en la formalidades y molestias del proceso…

Esta tibieza de los “prudentes” nos acongoja y nos acecha, y pretende tentarnos cuando la fatiga del esfuerzo nos agota. La historia, maestra de la vida está plagada de ejemplos. La frase evangélica es tan clara como aleccionadora: “El que no está conmigo está contra mí”. Pero el vómito de los tibios no impurificará ni aplastará la vida mientras haya en el mundo hombres y mujeres que hayan hecho suyo el lema subyugante: “Hemos amado la justicia y hemos odiado la iniquidad”.

Somnia ne cures nam fallunt plurima plures. No creas en los sueños, puesto que engañan muchas veces.

Prudentes y política


Los “prudentes”, ya sean tibios, inmaduros o miedosos, suelen ser las primeras víctimas de su iniquidad, y, en cualquier caso, las víctimas sin honor, de una causa neutra y estéril.

La historia, maestra de la vida está plagada de ejemplos confieso que me conturba leer o escuchar a quienes podrían autocalificarse como “prudentes”. Los “prudentes” son un grupo escogido de ciudadanos que perciben y están dispuestos a obedecer una sugerencia casi instintiva: La de no definirse, la de alejarse de esto y de aquello, la de lavarse las manos y apartarse del conflicto, sin ignorarlo ni desconocerlo; la de observar a quienes libran el combate con una mirada de desprecio cariñoso, la de repetir entre dientes o en voz alta, según los momentos: “¡Qué locos!” “¡Este es un país de locos!”. Los “prudentes” han sustituido en su papel de magisterio a los que en una distribución clásica se conocían como los sabios. Los “prudentes” se cargan de paciencia, y ante el binomio juez-criminal no están ni con uno ni con otro, y ante el que rasga la bandera y aquel que la repone en el mástil procuran guardar silencia significativo.

Hay un método que utilizan con frecuencia los “prudentes” y que consiste en salir por peteneras, en encauzar la conversación hacia un tema distinto, o desplazar, si es posible, las preocupaciones del auditorio o del espectador hacia cuestiones de indudable importancia, pero inferiores al planteado y, sobre todo, ajeno a la competencia más inmediata y urgente del que pontifica.

Los que más me preocupan del campo de los “prudentes” son los tibios, los desapasionados, los incapaces para la lágrima y la cólera por las causas que merecen llorar y reñir, los fríos y los asépticos, los que levantan el picaporte con el codo por no mancharse las manos, los que abandonan al herido en la carretera para no ensuciar la tapicería reluciente de su vehículo, los que desconocen la infamia o se ausencia para no verse envueltos en la formalidades y molestias del proceso…

Esta tibieza de los “prudentes” nos acongoja y nos acecha, y pretende tentarnos cuando la fatiga del esfuerzo nos agota. La historia, maestra de la vida está plagada de ejemplos. La frase evangélica es tan clara como aleccionadora: “El que no está conmigo está contra mí”. Pero el vómito de los tibios no impurificará ni aplastará la vida mientras haya en el mundo hombres y mujeres que hayan hecho suyo el lema subyugante: “Hemos amado la justicia y hemos odiado la iniquidad”.

Somnia ne cures nam fallunt plurima plures. No creas en los sueños, puesto que engañan muchas veces.