/ viernes 6 de mayo de 2022

Jóvenes volver a pensar

“Los espíritus superiores, si dirigen bien su vuelo, difunden paz y bienestar. Los espíritus vulgares no tienen destino”: Platón.

Para ocupar el puesto que en el mundo nos corresponde, tal como indicaba el maestro, lo primero que debemos hacer en nuestra Patria es afirmarnos en nosotros mismos, reconocernos en nuestra historia, dar fe de nuestra conciencia nacional y trazarnos un quehacer para el futuro, un plan de acuerdo con nuestra propia idiosincrasia, con nuestra vocación y con nuestro estilo.

México, esa gran unidad histórica, esa radical comunidad de destino, de esfuerzos, de penas, de ilusiones, de intereses, de esplendor y de miseria, que definía José Vasconcelos, está en trance de perder su conciencia nacional, y su idiosincrasia está cediendo a modelos populistas y por ello puede terminar incapaz de establecer un plan de futuro que garantice el porvenir de sus habitantes.

Pero en México, donde como en el resto de los países, y tal como descubre Rodó, la multitud, la masa anónima, no es nada por sí misma, sino instrumento de barbarie o de civilización según carezca o no del coeficiente de una alta dirección moral, la clase dirigente no sólo ha abdicado de su deberes sino que ejemplifica la ineficacia, la impunidad, la corrupción y la degradación hacia la que puede derivar el conjunto de la nación si de ésta no surge un movimiento de reacción generalizado para la regeneración social.

Un movimiento que no sólo debe basarse en contenidos ideológicos o en programas políticos, sino que debe servirse por personas integras y ejemplares pues, retomando las pautas del maestro de las Américas, de nada o de poco sirven las ideas si el corazón, que es la mirada sobre las mismas, se haya turbio y turbado, es decir, si no hay, por una razón o por otra, un alma transparente, que se despoja ascéticamente, primero y místicamente después, de todo aquello que ensucia y, en último término, corrompe, el esfuerzo, desviándolo hacia lo accesorio, lo personal o lo discordante.

Las mejores ideas, incluso las ideas salvadoras devienen inútiles o llegan a ser despreciadas por el mal ejemplo, por la conducta y hasta por el gesto y los modales, de los que se proclaman portavoces y defensores de las mismas. En esta época, decadente por subjetiva, El ideal es ¡salvemos a México! ... Fit via vi.

Se abre camino por la fuerza.


“Los espíritus superiores, si dirigen bien su vuelo, difunden paz y bienestar. Los espíritus vulgares no tienen destino”: Platón.

Para ocupar el puesto que en el mundo nos corresponde, tal como indicaba el maestro, lo primero que debemos hacer en nuestra Patria es afirmarnos en nosotros mismos, reconocernos en nuestra historia, dar fe de nuestra conciencia nacional y trazarnos un quehacer para el futuro, un plan de acuerdo con nuestra propia idiosincrasia, con nuestra vocación y con nuestro estilo.

México, esa gran unidad histórica, esa radical comunidad de destino, de esfuerzos, de penas, de ilusiones, de intereses, de esplendor y de miseria, que definía José Vasconcelos, está en trance de perder su conciencia nacional, y su idiosincrasia está cediendo a modelos populistas y por ello puede terminar incapaz de establecer un plan de futuro que garantice el porvenir de sus habitantes.

Pero en México, donde como en el resto de los países, y tal como descubre Rodó, la multitud, la masa anónima, no es nada por sí misma, sino instrumento de barbarie o de civilización según carezca o no del coeficiente de una alta dirección moral, la clase dirigente no sólo ha abdicado de su deberes sino que ejemplifica la ineficacia, la impunidad, la corrupción y la degradación hacia la que puede derivar el conjunto de la nación si de ésta no surge un movimiento de reacción generalizado para la regeneración social.

Un movimiento que no sólo debe basarse en contenidos ideológicos o en programas políticos, sino que debe servirse por personas integras y ejemplares pues, retomando las pautas del maestro de las Américas, de nada o de poco sirven las ideas si el corazón, que es la mirada sobre las mismas, se haya turbio y turbado, es decir, si no hay, por una razón o por otra, un alma transparente, que se despoja ascéticamente, primero y místicamente después, de todo aquello que ensucia y, en último término, corrompe, el esfuerzo, desviándolo hacia lo accesorio, lo personal o lo discordante.

Las mejores ideas, incluso las ideas salvadoras devienen inútiles o llegan a ser despreciadas por el mal ejemplo, por la conducta y hasta por el gesto y los modales, de los que se proclaman portavoces y defensores de las mismas. En esta época, decadente por subjetiva, El ideal es ¡salvemos a México! ... Fit via vi.

Se abre camino por la fuerza.