/ lunes 25 de julio de 2022

Jóvenes volver a pensar

México y sus paradigmas

La historia de una nación entera cargando con el lastre de un “decálogo” no precisamente de inspiración divina, sino escrito a sangre y fuego en el tiempo pasado que quizá ayudó a consolidar a la génesis de una nación.

Heredando una serie de mitos que en la actualidad han llegado a la metamorfosis, y en el presente la clase política se ha valido de ellos, ya aparentemente transformados en una verdad absoluta y venerados con la “fe republicana de la 4T”, y pobre del triste mortal que ose intentar tan siquiera cambiar un punto y coma, porque será condenado de “traicionero de la patria, conservador, fifí”.

Si en estos momentos en que la geopolítica global se ha transformado, hay que comprender, conocer y aceptar que el orbe no es estático, sino dinámico y además necesitamos entender la mecánica, la forma, del mundo actual, ya no podemos aislarnos del resto de las naciones, en el proceso económico y social globalizado, mientras más pensemos en el bienestar socio-económico de una nación, la cual incluye a sus habitantes que viven de los aciertos o errores de sus administradores (gobierno), debemos con la misma inercia modificar los motores de las riquezas naturales para su mayor provecho de sus habitantes, así igualmente con la modernidad social de la nación.

“Pueblo que no se renueva… envejece” y peor el que quiere involucionar a modelos del siglo pasado. Yo hago votos por que esto no ocurra aquí. Creo que hay un cúmulo de jóvenes, un cúmulo de compatriotas que desde las generaciones más tempranas están empujando con decisión y pretender actualizar a la nación.

Ellos ya no creen en la retórica “que todo tiempo pasado fue mejor”, menos en reaccionarios de izquierda ni trasnochados, menos de los fantasmas apocalípticos del pretérito, lenguaje que pertenece al pasado reciente del mundo contemporáneo, hay una nueva cosmología de patria que debemos de asimilar para nuestro bienestar económico y social, y para que sean nuestras instituciones sean verdaderamente funcionales y productivas.

Derribemos los mitos que pululan el logo del país y seamos vehículo para detener a los “emisarios del pasado que están en el poder” que se encargan de hundirnos en el último infierno de Dante.

México y sus paradigmas

La historia de una nación entera cargando con el lastre de un “decálogo” no precisamente de inspiración divina, sino escrito a sangre y fuego en el tiempo pasado que quizá ayudó a consolidar a la génesis de una nación.

Heredando una serie de mitos que en la actualidad han llegado a la metamorfosis, y en el presente la clase política se ha valido de ellos, ya aparentemente transformados en una verdad absoluta y venerados con la “fe republicana de la 4T”, y pobre del triste mortal que ose intentar tan siquiera cambiar un punto y coma, porque será condenado de “traicionero de la patria, conservador, fifí”.

Si en estos momentos en que la geopolítica global se ha transformado, hay que comprender, conocer y aceptar que el orbe no es estático, sino dinámico y además necesitamos entender la mecánica, la forma, del mundo actual, ya no podemos aislarnos del resto de las naciones, en el proceso económico y social globalizado, mientras más pensemos en el bienestar socio-económico de una nación, la cual incluye a sus habitantes que viven de los aciertos o errores de sus administradores (gobierno), debemos con la misma inercia modificar los motores de las riquezas naturales para su mayor provecho de sus habitantes, así igualmente con la modernidad social de la nación.

“Pueblo que no se renueva… envejece” y peor el que quiere involucionar a modelos del siglo pasado. Yo hago votos por que esto no ocurra aquí. Creo que hay un cúmulo de jóvenes, un cúmulo de compatriotas que desde las generaciones más tempranas están empujando con decisión y pretender actualizar a la nación.

Ellos ya no creen en la retórica “que todo tiempo pasado fue mejor”, menos en reaccionarios de izquierda ni trasnochados, menos de los fantasmas apocalípticos del pretérito, lenguaje que pertenece al pasado reciente del mundo contemporáneo, hay una nueva cosmología de patria que debemos de asimilar para nuestro bienestar económico y social, y para que sean nuestras instituciones sean verdaderamente funcionales y productivas.

Derribemos los mitos que pululan el logo del país y seamos vehículo para detener a los “emisarios del pasado que están en el poder” que se encargan de hundirnos en el último infierno de Dante.