/ martes 15 de diciembre de 2020

Justicia a la mexicana

La doctora ha quedado libre gracias a la presión social y en pocos días ya nadie se acordará de que se le acusó de desconectar a un enfermo y de pretender inyectarle una sustancia.

Los acontecimientos ocurridos en Durango la semana pasada en el caso de la doctora Azucena Calvillo han sido un nada grato recordatorio de que por lo general en este país la ley es letra muerta y la “justicia” negociable; en las más de las veces la observancia de la primera y la aplicación de la segunda son una mera simulación.

Así que no podemos decirnos sorprendidos, en gran medida sabemos que en la cárcel están aquellas personas que no tienen dinero para negociar o que carecen de un contacto adecuado; las que tienen un enemigo poderoso o son objeto de venganzas o conveniencias políticas y mediáticas, amén de a quienes se les construye un delito porque es necesario tener un culpable.

Sin entrar al tema de si Azucena Calvillo es culpable o inocente (no es el objeto de la presente reflexión), el que la Fiscalía haya retirado los cargos de homicidio en grado de tentativa y de lesiones evidencia que, una vez más, se ha hecho “justicia a la mexicana”, la doctora ha quedado libre gracias a la presión social y en pocos días ya nadie se acordará de que se le acusó de desconectar a un enfermo y de pretender inyectarle una sustancia.

Resulta pasmoso ver cómo en México se construyen culpables y se fabrican impunidades al deseo y conveniencia de quienes pueden mover los hilos de la “justicia”, el caso del general Salvador Cienfuegos, de Emilio Lozoya, de Rosario Robles, de Elba Esther Gordillo, de Napoleón Gómez Urrutia son sólo algunos de los muchos ejemplos que dan cuenta de lo que aquí se sostiene.

La “justicia a la mexicana” se ha caracterizado a lo largo del tiempo por ser una fábrica de sueños o pesadillas, todo depende de qué lado de la reja se encuentre usted.

La doctora ha quedado libre gracias a la presión social y en pocos días ya nadie se acordará de que se le acusó de desconectar a un enfermo y de pretender inyectarle una sustancia.

Los acontecimientos ocurridos en Durango la semana pasada en el caso de la doctora Azucena Calvillo han sido un nada grato recordatorio de que por lo general en este país la ley es letra muerta y la “justicia” negociable; en las más de las veces la observancia de la primera y la aplicación de la segunda son una mera simulación.

Así que no podemos decirnos sorprendidos, en gran medida sabemos que en la cárcel están aquellas personas que no tienen dinero para negociar o que carecen de un contacto adecuado; las que tienen un enemigo poderoso o son objeto de venganzas o conveniencias políticas y mediáticas, amén de a quienes se les construye un delito porque es necesario tener un culpable.

Sin entrar al tema de si Azucena Calvillo es culpable o inocente (no es el objeto de la presente reflexión), el que la Fiscalía haya retirado los cargos de homicidio en grado de tentativa y de lesiones evidencia que, una vez más, se ha hecho “justicia a la mexicana”, la doctora ha quedado libre gracias a la presión social y en pocos días ya nadie se acordará de que se le acusó de desconectar a un enfermo y de pretender inyectarle una sustancia.

Resulta pasmoso ver cómo en México se construyen culpables y se fabrican impunidades al deseo y conveniencia de quienes pueden mover los hilos de la “justicia”, el caso del general Salvador Cienfuegos, de Emilio Lozoya, de Rosario Robles, de Elba Esther Gordillo, de Napoleón Gómez Urrutia son sólo algunos de los muchos ejemplos que dan cuenta de lo que aquí se sostiene.

La “justicia a la mexicana” se ha caracterizado a lo largo del tiempo por ser una fábrica de sueños o pesadillas, todo depende de qué lado de la reja se encuentre usted.