/ sábado 22 de enero de 2022

La casa de Barra Vieja

Cotizada, atractiva, seductora, no sólo por lo que implicaba la propiedad sino por la ilusión de que nos tocara en suerte verlo saludar por la ventana, o caminar por el extenso jardín.

Con esa expectativa habíamos llegado en cuatrimoto por la playa con los dos nenes a cuesta. Veinte años después, ahora solos, de la mano, por la misma playa. ¿Dónde queda la casa del cantante? - Le preguntamos a unas personas que caminaban igual que nosotros. ¡Más adelante! – Donde vea mucha vegetación.

Lo que había sido la máxima atracción de Barra Vieja, ahora se había convertido en una casa más. El sol, el salitre y las caprichosas enredaderas, pero especialmente el descuido y la falta de interés, se encargaron de convertirla en una propiedad triste, con apariencia de casa abandonada. Inmediatamente me vino a la mente las palabras del rey sabio: “Atrapen las zorras, las zorras pequeñas que arruinan nuestros viñedos. Nuestros viñedos en flor” (Cantares 2.15)

El amor en el matrimonio es como la Casa de Barra Vieja: Por más bonito que se viera alguna vez, si no se cuida, se echa a perder. El calor sofocante de la rutina, el salitre de las dificultades que carcome o la falta del cultivo del jardín son los mejores aliados de una ruptura.

Mientras caminaba de la mano por aquel lugar donde se habría hecho famosa “Cuando calienta el sol . . .” vino otra canción a mi mente y me sentí el hombre más afortunado del planeta: “Si ella te quiere tendrás por dentro esa sensación de tenerlo todo, tendrás la suerte que sólo tienen algunos locos . . . si tú la quieres querrás que el sol se retrase toda una vida entera y que las calles os dejen solos cuando amanezca, si tú la quieres y ella te quiere”. Todo comienza por saber de dónde proviene la bendición de amar y ser amado: “El hombre que halla esposa encuentra tesoro, y recibe el favor del Señor” (Proverbios 18.22)

leonardolombar@gmail.com

Cotizada, atractiva, seductora, no sólo por lo que implicaba la propiedad sino por la ilusión de que nos tocara en suerte verlo saludar por la ventana, o caminar por el extenso jardín.

Con esa expectativa habíamos llegado en cuatrimoto por la playa con los dos nenes a cuesta. Veinte años después, ahora solos, de la mano, por la misma playa. ¿Dónde queda la casa del cantante? - Le preguntamos a unas personas que caminaban igual que nosotros. ¡Más adelante! – Donde vea mucha vegetación.

Lo que había sido la máxima atracción de Barra Vieja, ahora se había convertido en una casa más. El sol, el salitre y las caprichosas enredaderas, pero especialmente el descuido y la falta de interés, se encargaron de convertirla en una propiedad triste, con apariencia de casa abandonada. Inmediatamente me vino a la mente las palabras del rey sabio: “Atrapen las zorras, las zorras pequeñas que arruinan nuestros viñedos. Nuestros viñedos en flor” (Cantares 2.15)

El amor en el matrimonio es como la Casa de Barra Vieja: Por más bonito que se viera alguna vez, si no se cuida, se echa a perder. El calor sofocante de la rutina, el salitre de las dificultades que carcome o la falta del cultivo del jardín son los mejores aliados de una ruptura.

Mientras caminaba de la mano por aquel lugar donde se habría hecho famosa “Cuando calienta el sol . . .” vino otra canción a mi mente y me sentí el hombre más afortunado del planeta: “Si ella te quiere tendrás por dentro esa sensación de tenerlo todo, tendrás la suerte que sólo tienen algunos locos . . . si tú la quieres querrás que el sol se retrase toda una vida entera y que las calles os dejen solos cuando amanezca, si tú la quieres y ella te quiere”. Todo comienza por saber de dónde proviene la bendición de amar y ser amado: “El hombre que halla esposa encuentra tesoro, y recibe el favor del Señor” (Proverbios 18.22)

leonardolombar@gmail.com

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