/ lunes 9 de agosto de 2021

La decadencia sindical

Sin duda que la decadencia y putrefacción que se cierne en la vida sindical, no es obra de la casualidad, ni castigo del mandato divino, sino de los representantes y agremiados, siendo provocadores del desastre los primeros y alcahuetes y solapadores los segundos.

Así, encinchados en esa dicotomía se ha degradado la vida sindical, donde el afán de los que dirigen, se proyecta siempre a diseñar con ventaja el modelo a seguir, donde inmediatamente tienden los hilos para maniatar a aquellos que les estorban para enriquecerse de por vida, porque en el SNTE la escoria se recicla y en los demás hasta que la entierran, bajo el juramento de seguir levantando cofradías a los vicios y a las mañas heredadas.

Pero a esa inercia del poder corrompido, contribuye el olor ovejuno de aquellos que se conforman con lamer las gónadas de las ovejas gordas y balar cuando el pastor ordena pasar lista de presentes, donde se palomea a los agachones y se pone tache a los que osan enderezarse.

La palabra sindicato, se prostituyó cuando la mística de defender al trabajador, se cambió por la marrullería de engañarlo, estafarlo, utilizarlo, manipularlo y lo más deleznable, robarlo en lo más sagrado de su patrimonio que lo constituyen sus derechos, los cuales adolecen de una subasta permanente, donde el patrón se arroga como único beneficiario.

Sin duda que dichos antecedentes, son suficientes para asegurar que la palabra sindicato, en ningún lado deja de ser sinónimo de bandidaje: Suave, elegante, civilizado, porque los bandidos que lo representan, gozan de todas las facilidades y comodidades que les otorgan los proveedores de los recursos públicos, bajo el consabido plus, que en cada asalto a ellos también les reditúa.

La breve introducción que he esbozado, obedece a que el día 4 de agosto del año que transcurre, casualmente en un medio de televisión local, me tocó mirar y escuchar un rosario extenso de denuncias, que se dieron a la opinión pública en voz de los disidentes del sindicato de trabajadores del municipio, donde destacan las irregularidades que ha cometido la señora Alicia García, quien sin recato alguno ha hecho uso del influyentismo para que sus familiares y amigos gocen de altísimos salarios. De igual forma pesa en su haber el nepotismo, aviadurismo, así como el uso y abuso de los recursos públicos y humanos que se han desviado para servirla en lo personal.

Entre sus principales cómplices destacan las personas que se han prestado a solapar y a cuidar las espaladas de Lichita. Sin embargo, a pesar de sus asesores políticos y económicos, que cuidan con sigilo el número y el valor de sus propiedades y negocios, no han podido ocultar ante la opinión pública el enriquecimiento inexplicable de la susodicha, como tampoco el de las posiciones y concesiones a sus personeros.

En lo personal no dudo ni tantito de todo lo que se le acusa, pero pienso que en ese tinglado de denuncias, se ha omitido un detalle toral que estriba en aclarar que la señora dirigente, no es autónoma ni absoluta para que se despachara con la cuchara grande; si lo hizo es porque alguien se lo autorizó. Pero lo más grave es que después de que dichas anomalías se seguían repitiendo, las autoridades en calidad de patrones, no sólo se las permitían, sino se las hacían crecer por encima de cualquier precepto legal.

Sin el ánimo de defender lo indefendible, creo que las cosas deben expresarse, sin omitir a los que fueron sus principales cómplices, que de forma impúdica despilfarraron los recursos públicos para ser espléndidos con ella. Desafortunadamente no se les ha tocado ni con el pétalo de una rosa, cuando ellos eran los responsables de hacer valer la ley, que sin duda limitaba los excesos de la lideresa, pero prefirieron “dejar hacer, dejar pasar” que al cabo el costo de ese pato, corría a cargo de los impuestos.

Aún despedida laboralmente, la dirigente ha sido tocada a medias. Si los contras persisten en sólo denunciarla y obstruir la sede sindical, ahí va concluir su lucha, porque el edificio no es el sindicato ni las denuncias rompen estómagos, en cambio el movimiento cada día se desgasta por razones muy obvias.

Sin duda que la decadencia y putrefacción que se cierne en la vida sindical, no es obra de la casualidad, ni castigo del mandato divino, sino de los representantes y agremiados, siendo provocadores del desastre los primeros y alcahuetes y solapadores los segundos.

Así, encinchados en esa dicotomía se ha degradado la vida sindical, donde el afán de los que dirigen, se proyecta siempre a diseñar con ventaja el modelo a seguir, donde inmediatamente tienden los hilos para maniatar a aquellos que les estorban para enriquecerse de por vida, porque en el SNTE la escoria se recicla y en los demás hasta que la entierran, bajo el juramento de seguir levantando cofradías a los vicios y a las mañas heredadas.

Pero a esa inercia del poder corrompido, contribuye el olor ovejuno de aquellos que se conforman con lamer las gónadas de las ovejas gordas y balar cuando el pastor ordena pasar lista de presentes, donde se palomea a los agachones y se pone tache a los que osan enderezarse.

La palabra sindicato, se prostituyó cuando la mística de defender al trabajador, se cambió por la marrullería de engañarlo, estafarlo, utilizarlo, manipularlo y lo más deleznable, robarlo en lo más sagrado de su patrimonio que lo constituyen sus derechos, los cuales adolecen de una subasta permanente, donde el patrón se arroga como único beneficiario.

Sin duda que dichos antecedentes, son suficientes para asegurar que la palabra sindicato, en ningún lado deja de ser sinónimo de bandidaje: Suave, elegante, civilizado, porque los bandidos que lo representan, gozan de todas las facilidades y comodidades que les otorgan los proveedores de los recursos públicos, bajo el consabido plus, que en cada asalto a ellos también les reditúa.

La breve introducción que he esbozado, obedece a que el día 4 de agosto del año que transcurre, casualmente en un medio de televisión local, me tocó mirar y escuchar un rosario extenso de denuncias, que se dieron a la opinión pública en voz de los disidentes del sindicato de trabajadores del municipio, donde destacan las irregularidades que ha cometido la señora Alicia García, quien sin recato alguno ha hecho uso del influyentismo para que sus familiares y amigos gocen de altísimos salarios. De igual forma pesa en su haber el nepotismo, aviadurismo, así como el uso y abuso de los recursos públicos y humanos que se han desviado para servirla en lo personal.

Entre sus principales cómplices destacan las personas que se han prestado a solapar y a cuidar las espaladas de Lichita. Sin embargo, a pesar de sus asesores políticos y económicos, que cuidan con sigilo el número y el valor de sus propiedades y negocios, no han podido ocultar ante la opinión pública el enriquecimiento inexplicable de la susodicha, como tampoco el de las posiciones y concesiones a sus personeros.

En lo personal no dudo ni tantito de todo lo que se le acusa, pero pienso que en ese tinglado de denuncias, se ha omitido un detalle toral que estriba en aclarar que la señora dirigente, no es autónoma ni absoluta para que se despachara con la cuchara grande; si lo hizo es porque alguien se lo autorizó. Pero lo más grave es que después de que dichas anomalías se seguían repitiendo, las autoridades en calidad de patrones, no sólo se las permitían, sino se las hacían crecer por encima de cualquier precepto legal.

Sin el ánimo de defender lo indefendible, creo que las cosas deben expresarse, sin omitir a los que fueron sus principales cómplices, que de forma impúdica despilfarraron los recursos públicos para ser espléndidos con ella. Desafortunadamente no se les ha tocado ni con el pétalo de una rosa, cuando ellos eran los responsables de hacer valer la ley, que sin duda limitaba los excesos de la lideresa, pero prefirieron “dejar hacer, dejar pasar” que al cabo el costo de ese pato, corría a cargo de los impuestos.

Aún despedida laboralmente, la dirigente ha sido tocada a medias. Si los contras persisten en sólo denunciarla y obstruir la sede sindical, ahí va concluir su lucha, porque el edificio no es el sindicato ni las denuncias rompen estómagos, en cambio el movimiento cada día se desgasta por razones muy obvias.