/ martes 11 de diciembre de 2018

La educación de la voluntad

No es con clamores como vamos a remediar situación alguna, sino con determinación de colaborar con los gobernantes, con los economistas, con los líderes obreros, con reconocidos líderes sindicales, en la promoción de fórmulas o ideas encaminadas a lograr un futuro que no sea opresivo ni asfixiante.

La educación de la voluntad es una potencia mental que concentra las fuerzas del espíritu y, su energía se aprecia en todo acto seguro de determinación, como una facultad irresistible del alma, capaz de vencer obstáculos y salir adelante en las tormentas de la vida.

Muchos son los seres humanos que ni siquiera sospechan de esta latente fortaleza, la cual solamente se hace visible en aquellos individuos que la descubren y pueden convertir sus aspiraciones en realidades. Tener capacidad para querer y progresar en busca de un óptimo triunfo, es precisamente a lo que le llamamos brillante carácter.

Los éxitos logrados en la vida son gracias al esfuerzo constante de la voluntad. Todos los seres humanos estamos en la senda de la evolución, cuya finalidad es la adquisición del conocimiento. Cada una de nuestras estructuras corporales está formada por una diversidad de órganos con sustancias que difieren unas de otras y a las que la naturaleza les ha asignado funciones específicas. Si observamos a las personas que triunfan modelando su porvenir, veremos que son individuos que hacen permanecer su pensamiento fijo sobre una sola meta sin permitir interferencias nocivas.

El que cultiva la firmeza de su voluntad, nunca se abandona a lamentos estériles, porque se impone al vigoroso y estable propósito de consagrarse al cumplimiento de su trabajo presente con eficiencia y dominio, sin dejar de erigir las columnas que sostendrán la cúpula de su futuro.

No muestra indecisión sobre lo que está haciendo ni molestia por la hora en que lo hace aunque sea en horas extras y, en los ratos de descanso dedica sus facultades intelectuales a cimentar la edificación de un mejor mañana, allegándose los elementos necesarios para lograrlo, entre los que figura fundamentalmente la preparación debida para alcanzar el mayor restablecimiento.

Cada nueva victoria infunde más confianza en las propias fuerzas y acrecienta el impulso. Una de las causas sobresalientes de la dispersión o desperdicio de las energías, es el de querer abarcar varios problemas difíciles a la vez. Toda persona que tenga conciencia de su valer, no sólo debe fomentar y superar su determinación, sino también el hábito de ayudarse a sí mismo; más claro lo podemos entender si reflexionamos sobre el refrán: “Ayúdate que Dios te ayudará”.

Para cumplir tan importante advertencia es indispensable poseer cierta reserva de energía, porque en el preciso instante en que el desaliento, el tedio y el pesimismo llegan a oponerse a la realización de un proyecto, el refuerzo espontáneo de nuestras ideas tonifica nuestra disposición mental, siempre que el impulso que mueve nuestro sistema nervioso disponga del vigor conveniente.

Mucha gente se queja inútilmente de la injusticia social, de la mala repartición de la riqueza, de la codicia de los explotadores, de los que acaparan y ocultan artículos de primera necesidad para lograr sus aumentos de precio, del abuso o atropello de algunos gobernantes, de la carestía irrefrenable de la vida y de tantas otras lacras que promueven la indignación de millones y millones de mexicanos. Y con estas y más lamentaciones no conseguiremos ninguna mejoría sino debilitar nuestra energía mental.

No es con clamores como vamos a remediar situación alguna, sino con determinación de colaborar con los gobernantes, con los economistas, con los líderes obreros, con reconocidos líderes sindicales, en la promoción de fórmulas o ideas encaminadas a lograr un futuro que no sea opresivo ni asfixiante.

Consideremos lo importante que es saber autogobernarse a través de una educación paciente y progresiva de la voluntad, valiéndonos de una especie de código moral y social, con el firme propósito de que al ponerlo en práctica, nos integre con una personalidad apropiada.

Para ello podemos considerar acciones como: Eludir cuanto sea posible medios ambientes difíciles, a fin de echar mano de un libre albedrío más favorable; promover ideas y sentimientos nobles y relevantes que beneficien a la comunidad; atender la salud mental y corporal lo más humanamente permitido; pugnar por un progreso constante de superación tanto individual como colectivo. Si hay la oportunidad de modernizar nuestra ciudad con superiores beneficios, no tan sólo estemos de acuerdo sino apoyemos decididamente.

No es con clamores como vamos a remediar situación alguna, sino con determinación de colaborar con los gobernantes, con los economistas, con los líderes obreros, con reconocidos líderes sindicales, en la promoción de fórmulas o ideas encaminadas a lograr un futuro que no sea opresivo ni asfixiante.

La educación de la voluntad es una potencia mental que concentra las fuerzas del espíritu y, su energía se aprecia en todo acto seguro de determinación, como una facultad irresistible del alma, capaz de vencer obstáculos y salir adelante en las tormentas de la vida.

Muchos son los seres humanos que ni siquiera sospechan de esta latente fortaleza, la cual solamente se hace visible en aquellos individuos que la descubren y pueden convertir sus aspiraciones en realidades. Tener capacidad para querer y progresar en busca de un óptimo triunfo, es precisamente a lo que le llamamos brillante carácter.

Los éxitos logrados en la vida son gracias al esfuerzo constante de la voluntad. Todos los seres humanos estamos en la senda de la evolución, cuya finalidad es la adquisición del conocimiento. Cada una de nuestras estructuras corporales está formada por una diversidad de órganos con sustancias que difieren unas de otras y a las que la naturaleza les ha asignado funciones específicas. Si observamos a las personas que triunfan modelando su porvenir, veremos que son individuos que hacen permanecer su pensamiento fijo sobre una sola meta sin permitir interferencias nocivas.

El que cultiva la firmeza de su voluntad, nunca se abandona a lamentos estériles, porque se impone al vigoroso y estable propósito de consagrarse al cumplimiento de su trabajo presente con eficiencia y dominio, sin dejar de erigir las columnas que sostendrán la cúpula de su futuro.

No muestra indecisión sobre lo que está haciendo ni molestia por la hora en que lo hace aunque sea en horas extras y, en los ratos de descanso dedica sus facultades intelectuales a cimentar la edificación de un mejor mañana, allegándose los elementos necesarios para lograrlo, entre los que figura fundamentalmente la preparación debida para alcanzar el mayor restablecimiento.

Cada nueva victoria infunde más confianza en las propias fuerzas y acrecienta el impulso. Una de las causas sobresalientes de la dispersión o desperdicio de las energías, es el de querer abarcar varios problemas difíciles a la vez. Toda persona que tenga conciencia de su valer, no sólo debe fomentar y superar su determinación, sino también el hábito de ayudarse a sí mismo; más claro lo podemos entender si reflexionamos sobre el refrán: “Ayúdate que Dios te ayudará”.

Para cumplir tan importante advertencia es indispensable poseer cierta reserva de energía, porque en el preciso instante en que el desaliento, el tedio y el pesimismo llegan a oponerse a la realización de un proyecto, el refuerzo espontáneo de nuestras ideas tonifica nuestra disposición mental, siempre que el impulso que mueve nuestro sistema nervioso disponga del vigor conveniente.

Mucha gente se queja inútilmente de la injusticia social, de la mala repartición de la riqueza, de la codicia de los explotadores, de los que acaparan y ocultan artículos de primera necesidad para lograr sus aumentos de precio, del abuso o atropello de algunos gobernantes, de la carestía irrefrenable de la vida y de tantas otras lacras que promueven la indignación de millones y millones de mexicanos. Y con estas y más lamentaciones no conseguiremos ninguna mejoría sino debilitar nuestra energía mental.

No es con clamores como vamos a remediar situación alguna, sino con determinación de colaborar con los gobernantes, con los economistas, con los líderes obreros, con reconocidos líderes sindicales, en la promoción de fórmulas o ideas encaminadas a lograr un futuro que no sea opresivo ni asfixiante.

Consideremos lo importante que es saber autogobernarse a través de una educación paciente y progresiva de la voluntad, valiéndonos de una especie de código moral y social, con el firme propósito de que al ponerlo en práctica, nos integre con una personalidad apropiada.

Para ello podemos considerar acciones como: Eludir cuanto sea posible medios ambientes difíciles, a fin de echar mano de un libre albedrío más favorable; promover ideas y sentimientos nobles y relevantes que beneficien a la comunidad; atender la salud mental y corporal lo más humanamente permitido; pugnar por un progreso constante de superación tanto individual como colectivo. Si hay la oportunidad de modernizar nuestra ciudad con superiores beneficios, no tan sólo estemos de acuerdo sino apoyemos decididamente.