/ lunes 3 de febrero de 2020

La educación en Durango y el proceso que le han dado sus actores

En esta ocasión me he permitido externar mi modesta opinión sobre los acontecimientos más recientes que han sucedido alrededor del proceso educativo, que no tiene que ver con la esencia de la enseñanza, sino con el actuar de sus protagonistas.

Para el desarrollo de dicho tema, me bastaría tomar como parámetro el pasado reciente, que aún así, sería imposible resumir en este artículo, pero bastarían 365 días, para registrar a groso modo los hechos, quizás no más relevantes, pero sí los más ruidosos, que pese a la pena y al costo que generan, dan fe y testimonio de una cultura intransigente y un esfuerzo extraordinario y colectivo para resolver; lo que la historia no deja de registrar como un complejo educativo que siempre se ha desarrollado en un contexto, por años, particularmente difícil.

Resumo en este artículo un ensayo más amplio en el que abordo algunos otros temas de la educación en nuestro Estado, y donde los acontecimientos que la matizan son muy variados y ahí están las marchas de los maestros y un secretario avanzando contra viento y marea, funcionarios que han caído por malos manejos, funcionarios cuestionados por su ineptitud, funcionarios operativos que ganan cuantiosas sumas y que dado su estado deplorable de decrepitud ya no desquitan, líderes sindicales en pugna y agandallando todo, programas fracasados, presupuestos insuficientes, tomas de las oficinas, protestas, rumores; en fin, la educación revela un estado de intereses dividido que confluyen en un punto de intersección bien llamado “botín de guerra”.

Los hechos se enfocan generalmente desde su dimensión política. La educación siempre ha sido un territorio de grandes disputas, no por ideologías, sino por intereses mezquinos, por banderas o votos, a veces al precio de la violencia y aún la cárcel, justificada pero pendiente en hechos tan lamentables como el delito de la venta de plazas, operado por liderazgos y funcionarios de todos los niveles.

Pese a las malas acciones que atosigan a la institución, ésta instintivamente toma partido por los más débiles: Los maestros acosados por intereses ajenos a su responsabilidad, los estudiantes burlados y desatendidos por las nimiedades de unos cuantos, las violaciones y bullying sufridos por las víctimas de estos flagelos, la población rural sin voz y víctima del ausentismo a causa del crimen organizado, aunque se recurre con frecuencia a presentar visiones contrastantes de la realidad.

En perspectiva histórica, aparecen en este escenario biografías personales que han protagonizado el guion de la educación; algunas han transitado en paso acelerado hacia otras metas y afanes: Emiliano Hernández Camargo, sirvió de proveedor a intereses insaciables. Otras trayectorias como las de Luis Rosales Celis y Adrián Laveaga, cumplieron sus ciclos, el primero sin pena ni gloria y el segundo batallando, pero sin lograr evitar las trampas del poder sindical.

Mención aparte merece Andrade Cansino, un tipo inteligente, pero ajeno a la educación pública. De ahí que su visión empresarial no fuera comprendida en un ámbito rudo al que por decencia no le quiso entrar. De bajísimo perfil, fue el paso inevitable de otros, quienes arropados por la cultura de la comodidad que consiste en dar y conceder a la contraparte, hizo válido el boleto de su existencia triste y miserable.

Han pasado también subsecretarios de muy variada ralea y de complicada compulsión hacia lo ajeno, así como líderes estudiantiles que a cada momento evidencian su vulnerabilidad. Y detrás de las biografías y las luchas, reaparecen como noticias recurrentes los problemas sustantivos de la educación, en una sociedad desigual que rechaza obstinadamente el reclamo de la justicia: Los indígenas olvidados y utilizadas su cultura e indumentaria por aquellos farsantes que dicen representarlos.

El Magisterio utilizado y explotado, las normales atrapadas por élites indiferentes a la realidad que generan sus egresados, la mediocridad resignada, la televisión embrutecedora y salvaguardando sus intereses y la impunidad protegida y abastecida por el sindicato.

Dos temas destacan como dominantes en el período de 365 días que me di a la tarea de desmenuzar: Las inconformidades y excesos del “magisterio democrático y la conflictividad de los padres de familia. El primero es el central movido por los intereses inagotables y voraces de los líderes y el segundo auspiciado por ellos mismos, pero avalado por los ciudadanos que son dóciles y fáciles de manipular. De ahí la premisa indiscutible para dar por hecho que la cultura inestable y ventajista llegó para quedarse.

A distancia y a partir del año 2012, se acentuaron tres problemas: El sindicalismo sobornado, el porrismo desmedido y el autoritarismo mal usado, tres fuerzas que confluyeron para imponer la evaluación punitiva, la agudización de la selección simulada para ingresar a las filas de la docencia, los salarios diferenciados y los ascensos bajo la visión doctoral pero vacíos de resultados.

La polémica sobre las cuotas escolares, la perpetuidad de un presidente de la Asociación Estatal de Padres de Familia, donde la pusilanimidad y el servilismo son sus credenciales. Y así, en muchos otros problemas educativos las páginas de este medio han arrojado extensa luz sobre sus raíces y evolución.

Para ir cerrando esta crónica, abreviaré reflexionando que quien haya sido actor y observador de los diferentes estilos de conducir la Secretaría de Educación, habrá descubierto uno nuevo, el del C.P. Rubén Calderón Luján, al que también se suma el del doctor José Luis Soto Gámiz, quienes guiados por la intuición de identidad y arropados bajo el manto de la prudencia y la paciencia, han impuesto un nuevo sello a la educación, donde el humanismo y la comunicación constantes, son premisas fundamentales de su administración.

De ahí su participación abierta con los diversos estratos de la Secretaría, porque les queda claro que la tecnología ha desvinculado el diálogo y sepultado el humanismo. De ahí que la educación debe retomar su papel de gestor y defensor del bien común. Saben que el gran desafío de este tiempo es identificar el o los caminos que conduzcan a las preguntas fundamentales y a las respuestas congruentes.

Para finalizar, diré que nunca me ha dado trabajo valorar lo que muchos por mezquindad o intereses pasan desapercibido. Por eso esta vez no tengo empacho en hacer público mi humilde reconocimiento a la solidaridad y decencia de los titulares de esa complicada dependencia, quienes, pese a la rudeza de los enemigos, no han caído en la desesperación, y he ahí en medio de una gruesa guerra de descalificaciones, defendiendo con insobornable valentía, el tesoro de los fueros humanos y el derecho de los niños.

En esta ocasión me he permitido externar mi modesta opinión sobre los acontecimientos más recientes que han sucedido alrededor del proceso educativo, que no tiene que ver con la esencia de la enseñanza, sino con el actuar de sus protagonistas.

Para el desarrollo de dicho tema, me bastaría tomar como parámetro el pasado reciente, que aún así, sería imposible resumir en este artículo, pero bastarían 365 días, para registrar a groso modo los hechos, quizás no más relevantes, pero sí los más ruidosos, que pese a la pena y al costo que generan, dan fe y testimonio de una cultura intransigente y un esfuerzo extraordinario y colectivo para resolver; lo que la historia no deja de registrar como un complejo educativo que siempre se ha desarrollado en un contexto, por años, particularmente difícil.

Resumo en este artículo un ensayo más amplio en el que abordo algunos otros temas de la educación en nuestro Estado, y donde los acontecimientos que la matizan son muy variados y ahí están las marchas de los maestros y un secretario avanzando contra viento y marea, funcionarios que han caído por malos manejos, funcionarios cuestionados por su ineptitud, funcionarios operativos que ganan cuantiosas sumas y que dado su estado deplorable de decrepitud ya no desquitan, líderes sindicales en pugna y agandallando todo, programas fracasados, presupuestos insuficientes, tomas de las oficinas, protestas, rumores; en fin, la educación revela un estado de intereses dividido que confluyen en un punto de intersección bien llamado “botín de guerra”.

Los hechos se enfocan generalmente desde su dimensión política. La educación siempre ha sido un territorio de grandes disputas, no por ideologías, sino por intereses mezquinos, por banderas o votos, a veces al precio de la violencia y aún la cárcel, justificada pero pendiente en hechos tan lamentables como el delito de la venta de plazas, operado por liderazgos y funcionarios de todos los niveles.

Pese a las malas acciones que atosigan a la institución, ésta instintivamente toma partido por los más débiles: Los maestros acosados por intereses ajenos a su responsabilidad, los estudiantes burlados y desatendidos por las nimiedades de unos cuantos, las violaciones y bullying sufridos por las víctimas de estos flagelos, la población rural sin voz y víctima del ausentismo a causa del crimen organizado, aunque se recurre con frecuencia a presentar visiones contrastantes de la realidad.

En perspectiva histórica, aparecen en este escenario biografías personales que han protagonizado el guion de la educación; algunas han transitado en paso acelerado hacia otras metas y afanes: Emiliano Hernández Camargo, sirvió de proveedor a intereses insaciables. Otras trayectorias como las de Luis Rosales Celis y Adrián Laveaga, cumplieron sus ciclos, el primero sin pena ni gloria y el segundo batallando, pero sin lograr evitar las trampas del poder sindical.

Mención aparte merece Andrade Cansino, un tipo inteligente, pero ajeno a la educación pública. De ahí que su visión empresarial no fuera comprendida en un ámbito rudo al que por decencia no le quiso entrar. De bajísimo perfil, fue el paso inevitable de otros, quienes arropados por la cultura de la comodidad que consiste en dar y conceder a la contraparte, hizo válido el boleto de su existencia triste y miserable.

Han pasado también subsecretarios de muy variada ralea y de complicada compulsión hacia lo ajeno, así como líderes estudiantiles que a cada momento evidencian su vulnerabilidad. Y detrás de las biografías y las luchas, reaparecen como noticias recurrentes los problemas sustantivos de la educación, en una sociedad desigual que rechaza obstinadamente el reclamo de la justicia: Los indígenas olvidados y utilizadas su cultura e indumentaria por aquellos farsantes que dicen representarlos.

El Magisterio utilizado y explotado, las normales atrapadas por élites indiferentes a la realidad que generan sus egresados, la mediocridad resignada, la televisión embrutecedora y salvaguardando sus intereses y la impunidad protegida y abastecida por el sindicato.

Dos temas destacan como dominantes en el período de 365 días que me di a la tarea de desmenuzar: Las inconformidades y excesos del “magisterio democrático y la conflictividad de los padres de familia. El primero es el central movido por los intereses inagotables y voraces de los líderes y el segundo auspiciado por ellos mismos, pero avalado por los ciudadanos que son dóciles y fáciles de manipular. De ahí la premisa indiscutible para dar por hecho que la cultura inestable y ventajista llegó para quedarse.

A distancia y a partir del año 2012, se acentuaron tres problemas: El sindicalismo sobornado, el porrismo desmedido y el autoritarismo mal usado, tres fuerzas que confluyeron para imponer la evaluación punitiva, la agudización de la selección simulada para ingresar a las filas de la docencia, los salarios diferenciados y los ascensos bajo la visión doctoral pero vacíos de resultados.

La polémica sobre las cuotas escolares, la perpetuidad de un presidente de la Asociación Estatal de Padres de Familia, donde la pusilanimidad y el servilismo son sus credenciales. Y así, en muchos otros problemas educativos las páginas de este medio han arrojado extensa luz sobre sus raíces y evolución.

Para ir cerrando esta crónica, abreviaré reflexionando que quien haya sido actor y observador de los diferentes estilos de conducir la Secretaría de Educación, habrá descubierto uno nuevo, el del C.P. Rubén Calderón Luján, al que también se suma el del doctor José Luis Soto Gámiz, quienes guiados por la intuición de identidad y arropados bajo el manto de la prudencia y la paciencia, han impuesto un nuevo sello a la educación, donde el humanismo y la comunicación constantes, son premisas fundamentales de su administración.

De ahí su participación abierta con los diversos estratos de la Secretaría, porque les queda claro que la tecnología ha desvinculado el diálogo y sepultado el humanismo. De ahí que la educación debe retomar su papel de gestor y defensor del bien común. Saben que el gran desafío de este tiempo es identificar el o los caminos que conduzcan a las preguntas fundamentales y a las respuestas congruentes.

Para finalizar, diré que nunca me ha dado trabajo valorar lo que muchos por mezquindad o intereses pasan desapercibido. Por eso esta vez no tengo empacho en hacer público mi humilde reconocimiento a la solidaridad y decencia de los titulares de esa complicada dependencia, quienes, pese a la rudeza de los enemigos, no han caído en la desesperación, y he ahí en medio de una gruesa guerra de descalificaciones, defendiendo con insobornable valentía, el tesoro de los fueros humanos y el derecho de los niños.