/ viernes 5 de junio de 2020

La educación y el empleo de los jóvenes en tiempos de crisis

En el mundo moderno y globalizado se ha descubierto la gran importancia que tiene la creación de empresas rentables, innovadoras y sostenibles en el tiempo, con base tecnológica y participación social, lideradas mayormente por jóvenes; también, se ha entendido que la riqueza de las naciones no sólo está en las grandes empresas nacionales y trasnacionales ya constituidas, sino también en aquellas empresas locales llamadas Pymes y Mipymes.

A los gobiernos y organizaciones económicas les ha quedado claro que la capacidad de este tipo de empresas, como generadoras de empleo, innovación y riqueza, representa más del 90 por ciento de las empresas de muchos países en el mundo; más del 60 por ciento de los empleos; y más del 30 por ciento del producto interno bruto nacional.

Por tanto, existe ya una tendencia educativa mundial, aunque todavía débil, de incentivar en los jóvenes que estudian la educación media superior y superior el espíritu empresarial, orientado hacia la creación de pequeñas y micro empresas, que les asegure su propio empleo y les garantice su sustento en su vida futura.

En general, se trata de que los gobiernos, a través de sus sistemas educativos, en convenios y acuerdos de trabajo con los sectores empresariales y productivos, puedan apoyar la generación de ideas y proyectos de negocio que surgen entre los jóvenes que estudian el bachillerato o alguna carrera profesional; con ello, la idea es propiciar condiciones para la generación de empleo y riqueza y de esta forma, mejorar sustancialmente la situación integral de los jóvenes, sus familias y su entorno, disminuyendo las situaciones de riesgo a las que actualmente se están enfrentando.

Pero, ¿cómo impulsar el espíritu emprendedor, la organización y la participación de los jóvenes en los ámbitos económico, científico y tecnológico, de innovación y productividad desde la escuela? La respuesta parece estar en dos ámbitos de decisión: el gobierno y su sistema educativo y la representación patronal del aparato productivo.

Al sistema educativo le corresponderá desarrollar las capacidades emprendedoras de los jóvenes, a fin de que puedan enfrentar la vida de manera responsable y autónoma en su propio beneficio y el de la sociedad de la que forman parte. Al gobierno y a las empresas, el financiamiento de las iniciativas de emprendimiento lideradas por jóvenes.

Desde estos dos ámbitos, el reto consistirá en desarrollar y poner en operación estrategias de apoyo financiero, logístico, de evaluación y seguimiento para las empresas nuevas, creadas por los jóvenes, para asegurar su viabilidad y rentabilidad, de modo que sean productivas, competitivas, sostenibles y sustentables, que además de asegurar el futuro laboral de los jóvenes emprendedores, en lo individual o asociados, permitan la generación de fuentes de trabajo para otros jóvenes, con lo que se apoyará el desarrollo local y nacional.

Convertir a las instituciones de educación superior, universitarias, tecnológicas y de otra índole, tanto públicas como privadas, en la fuente de los recursos humanos que habrán de enfrentar el reto de transformarse en emprendedores y generar su propia fuente de empleo, no sólo para su auto sustento sino para ayudar al país a resolver grandes problemas como el desempleo, la degradación ambiental, el retraso tecnológico, la falta de innovación, la disminución de exportaciones y la devaluación de la moneda, entre otros de carácter social y cultural, es un reto de proporciones mayúsculas, que implica una transformación sustancial de las políticas públicas del país.

En este sentido, queda claro que muchas de las instituciones que forman bachilleres y profesionistas no cuentan con la capacidad para convertirse en instituciones que formen emprendedores, con capacidad para crear sus propias empresas, tanto por los inadecuados perfiles de su planta docente y de investigación, como por las carencias de infraestructura y equipamiento; además de que se tienen que superar los modelos académicos tradicionales, orientados a la profesionalización, las más de las veces desvinculadas del campo laboral y productivo.

En el supuesto de que haya voluntad política para la transformación que se requiere, los nuevos modelos académicos, independientemente del tipo de carrera que se trate, sea humanista o técnica, de nivel medio superior o superior, en los planes de estudio deberían aparecer contenidos curriculares orientados hacia la autogestión empresarial, la creación de pequeñas y micro empresas, el espíritu empresarial, el trabajo en equipo, la colaboración entre pares, la creatividad y la innovación, la transferencia de conocimientos y tecnología, entre otras, a fin de desarrollar la capacidad emprendedora y la habilidad de hacer investigación y lograr que el estudiante tome conciencia de que el espíritu empresarial está dentro de él y que se requiere de actitud proactiva y de iniciativa y entusiasmo para lograr crear su propia empresa.

Los gobernantes, los empresarios, así como los líderes, funcionarios y directivos de la educación media superior y superior, tienen que entender que hoy la educación se desarrolla en un entorno cambiante y dinámico, que les obliga a modificar de fondo sus currículos y funciones sustantivas de docencia, investigación y difusión, para que sean flexibles y adaptables a las nuevas condiciones de la sociedad y del mercado; a tal efecto, se tendrán que establecer alianzas con los tres órdenes de gobierno y los sectores empresariales y productivos.

Con toda certeza se puede afirmar que el cambio de paradigma orientado hacia la formación de estudiantes, no como empleados sino como empleadores, es un cambio sumamente difícil de adoptar, no sólo por las naturales resistencias institucionales sino porque en el sistema educativo y en el aparato gubernamental vigente, no se han dado las condiciones para que este proceso se pueda llevar a cabo y exista entonces una verdadera estrategia de apoyo real para los jóvenes, que les dé una alternativa de vida para su crecimiento futuro y no solo paliativos, como los actuales apoyos de becas de estudio y apoyos al desempleo para los tan mencionados ninis.

La expectativa sigue siendo que algún día habrá un gobierno nacional que se interese realmente por liderar un gran cambio educativo, que transforme la tradicional forma en la que formamos a los jóvenes en este país, dado que ellos son los que nos pueden sacar del subdesarrollo y aspirar a una vida mejor.

En el mundo moderno y globalizado se ha descubierto la gran importancia que tiene la creación de empresas rentables, innovadoras y sostenibles en el tiempo, con base tecnológica y participación social, lideradas mayormente por jóvenes; también, se ha entendido que la riqueza de las naciones no sólo está en las grandes empresas nacionales y trasnacionales ya constituidas, sino también en aquellas empresas locales llamadas Pymes y Mipymes.

A los gobiernos y organizaciones económicas les ha quedado claro que la capacidad de este tipo de empresas, como generadoras de empleo, innovación y riqueza, representa más del 90 por ciento de las empresas de muchos países en el mundo; más del 60 por ciento de los empleos; y más del 30 por ciento del producto interno bruto nacional.

Por tanto, existe ya una tendencia educativa mundial, aunque todavía débil, de incentivar en los jóvenes que estudian la educación media superior y superior el espíritu empresarial, orientado hacia la creación de pequeñas y micro empresas, que les asegure su propio empleo y les garantice su sustento en su vida futura.

En general, se trata de que los gobiernos, a través de sus sistemas educativos, en convenios y acuerdos de trabajo con los sectores empresariales y productivos, puedan apoyar la generación de ideas y proyectos de negocio que surgen entre los jóvenes que estudian el bachillerato o alguna carrera profesional; con ello, la idea es propiciar condiciones para la generación de empleo y riqueza y de esta forma, mejorar sustancialmente la situación integral de los jóvenes, sus familias y su entorno, disminuyendo las situaciones de riesgo a las que actualmente se están enfrentando.

Pero, ¿cómo impulsar el espíritu emprendedor, la organización y la participación de los jóvenes en los ámbitos económico, científico y tecnológico, de innovación y productividad desde la escuela? La respuesta parece estar en dos ámbitos de decisión: el gobierno y su sistema educativo y la representación patronal del aparato productivo.

Al sistema educativo le corresponderá desarrollar las capacidades emprendedoras de los jóvenes, a fin de que puedan enfrentar la vida de manera responsable y autónoma en su propio beneficio y el de la sociedad de la que forman parte. Al gobierno y a las empresas, el financiamiento de las iniciativas de emprendimiento lideradas por jóvenes.

Desde estos dos ámbitos, el reto consistirá en desarrollar y poner en operación estrategias de apoyo financiero, logístico, de evaluación y seguimiento para las empresas nuevas, creadas por los jóvenes, para asegurar su viabilidad y rentabilidad, de modo que sean productivas, competitivas, sostenibles y sustentables, que además de asegurar el futuro laboral de los jóvenes emprendedores, en lo individual o asociados, permitan la generación de fuentes de trabajo para otros jóvenes, con lo que se apoyará el desarrollo local y nacional.

Convertir a las instituciones de educación superior, universitarias, tecnológicas y de otra índole, tanto públicas como privadas, en la fuente de los recursos humanos que habrán de enfrentar el reto de transformarse en emprendedores y generar su propia fuente de empleo, no sólo para su auto sustento sino para ayudar al país a resolver grandes problemas como el desempleo, la degradación ambiental, el retraso tecnológico, la falta de innovación, la disminución de exportaciones y la devaluación de la moneda, entre otros de carácter social y cultural, es un reto de proporciones mayúsculas, que implica una transformación sustancial de las políticas públicas del país.

En este sentido, queda claro que muchas de las instituciones que forman bachilleres y profesionistas no cuentan con la capacidad para convertirse en instituciones que formen emprendedores, con capacidad para crear sus propias empresas, tanto por los inadecuados perfiles de su planta docente y de investigación, como por las carencias de infraestructura y equipamiento; además de que se tienen que superar los modelos académicos tradicionales, orientados a la profesionalización, las más de las veces desvinculadas del campo laboral y productivo.

En el supuesto de que haya voluntad política para la transformación que se requiere, los nuevos modelos académicos, independientemente del tipo de carrera que se trate, sea humanista o técnica, de nivel medio superior o superior, en los planes de estudio deberían aparecer contenidos curriculares orientados hacia la autogestión empresarial, la creación de pequeñas y micro empresas, el espíritu empresarial, el trabajo en equipo, la colaboración entre pares, la creatividad y la innovación, la transferencia de conocimientos y tecnología, entre otras, a fin de desarrollar la capacidad emprendedora y la habilidad de hacer investigación y lograr que el estudiante tome conciencia de que el espíritu empresarial está dentro de él y que se requiere de actitud proactiva y de iniciativa y entusiasmo para lograr crear su propia empresa.

Los gobernantes, los empresarios, así como los líderes, funcionarios y directivos de la educación media superior y superior, tienen que entender que hoy la educación se desarrolla en un entorno cambiante y dinámico, que les obliga a modificar de fondo sus currículos y funciones sustantivas de docencia, investigación y difusión, para que sean flexibles y adaptables a las nuevas condiciones de la sociedad y del mercado; a tal efecto, se tendrán que establecer alianzas con los tres órdenes de gobierno y los sectores empresariales y productivos.

Con toda certeza se puede afirmar que el cambio de paradigma orientado hacia la formación de estudiantes, no como empleados sino como empleadores, es un cambio sumamente difícil de adoptar, no sólo por las naturales resistencias institucionales sino porque en el sistema educativo y en el aparato gubernamental vigente, no se han dado las condiciones para que este proceso se pueda llevar a cabo y exista entonces una verdadera estrategia de apoyo real para los jóvenes, que les dé una alternativa de vida para su crecimiento futuro y no solo paliativos, como los actuales apoyos de becas de estudio y apoyos al desempleo para los tan mencionados ninis.

La expectativa sigue siendo que algún día habrá un gobierno nacional que se interese realmente por liderar un gran cambio educativo, que transforme la tradicional forma en la que formamos a los jóvenes en este país, dado que ellos son los que nos pueden sacar del subdesarrollo y aspirar a una vida mejor.