/ sábado 11 de septiembre de 2021

La estupidez humana

“Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana, y del Universo no estoy seguro”. Pocas veces como en esta pasada semana fuimos testigos en México de la verdad que está detrás de esta frase acuñada por el gran físico alemán.

Me refiero a la declaración, por parte de la Suprema Corte de la “inconstitucionalidad” de la ley que protege la vida desde la concepción.

Como persona de fe, uno espera que las personas que ocupan ese cargo tengan temor de Dios. Pero en una sociedad cada vez más secular y atea es comprensible que esa cualidad no entre en el perfil del magistrado. Entonces, es de esperarse que profesionales del derecho tengan convicciones éticas y morales. Ahora bien, si ninguna de esas condiciones son posibles, al menos se infiere tengan conocimientos básicos de biología.

Es ahí, donde se acaban los argumentos humanos, cuando las Sagradas Escrituras hacen sentido: «Destruiré la sabiduría de los sabios y desecharé la inteligencia de los inteligentes»*. Así que, ¿dónde deja eso a los filósofos, a los estudiosos y a los especialistas en debates de este mundo? Dios ha hecho que la sabiduría de este mundo parezca una ridiculez.” (1Corintios 1:19-20 NTV)

Los datos son elocuentes: según datos del Poder Judicial del Estado, en nuestra entidad, (Durango) en diez años, sólo en doce casos se ha judicializado a mujeres que se han realizado una interrupción voluntaria de embarazo, de forma clandestina y ninguna de ellas pisó la cárcel. Es evidente que so excusa de la defensa de los derechos de la mujer pretende instalarse con deliberada intencionalidad una cultura de la muerte.

Como conclusión, me esmeré por buscar la traducción más digerible a nuestra idiosincrasia, pero no pude resistir la tentación de transcribir la que hubiera escogido Albert Einstein: “Jactándose de sabios, se volvieron estúpidos” (Romanos 1:22, Biblia de Jerusalén)

“Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana, y del Universo no estoy seguro”. Pocas veces como en esta pasada semana fuimos testigos en México de la verdad que está detrás de esta frase acuñada por el gran físico alemán.

Me refiero a la declaración, por parte de la Suprema Corte de la “inconstitucionalidad” de la ley que protege la vida desde la concepción.

Como persona de fe, uno espera que las personas que ocupan ese cargo tengan temor de Dios. Pero en una sociedad cada vez más secular y atea es comprensible que esa cualidad no entre en el perfil del magistrado. Entonces, es de esperarse que profesionales del derecho tengan convicciones éticas y morales. Ahora bien, si ninguna de esas condiciones son posibles, al menos se infiere tengan conocimientos básicos de biología.

Es ahí, donde se acaban los argumentos humanos, cuando las Sagradas Escrituras hacen sentido: «Destruiré la sabiduría de los sabios y desecharé la inteligencia de los inteligentes»*. Así que, ¿dónde deja eso a los filósofos, a los estudiosos y a los especialistas en debates de este mundo? Dios ha hecho que la sabiduría de este mundo parezca una ridiculez.” (1Corintios 1:19-20 NTV)

Los datos son elocuentes: según datos del Poder Judicial del Estado, en nuestra entidad, (Durango) en diez años, sólo en doce casos se ha judicializado a mujeres que se han realizado una interrupción voluntaria de embarazo, de forma clandestina y ninguna de ellas pisó la cárcel. Es evidente que so excusa de la defensa de los derechos de la mujer pretende instalarse con deliberada intencionalidad una cultura de la muerte.

Como conclusión, me esmeré por buscar la traducción más digerible a nuestra idiosincrasia, pero no pude resistir la tentación de transcribir la que hubiera escogido Albert Einstein: “Jactándose de sabios, se volvieron estúpidos” (Romanos 1:22, Biblia de Jerusalén)

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