/ domingo 14 de junio de 2020

La fragilidad que revela la pandemia

Corremos el riesgo que en México la “nueva normalidad” sea el punto ciego de la pandemia, así lo muestra la conducta social asumida por millones de ciudadanos que están saliendo a las calles de las ciudades del país, con la creencia que el riesgo de contagio ya disminuyó en base la confusa información y la mala estrategia establecida por las autoridades federales que desdeñan los hallazgos científicos y las buenas prácticas de otros países que han padecido peligros similares, pero a diferencia de aquí, varias naciones han tomado decisiones eficaces con políticas públicas basadas en información científica proveniente de estudios técnicos realizados con enorme seriedad para transitar más rápido y lo mejor librados de los estragos del virus.

Un claro ejemplo de la eficacia sanitaria es Corea del Sur. Inició el 15 de febrero el registro de pacientes con Covid-19 con una escalada impresionante que lo llevó a su pico más alto con la detección de más de 750 casos diarios y que sorprendentemente logró reducir en menos de un mes gracias a su rápida y contundente estrategia: uso obligatorio de mascarillas, despliegue amplio de pruebas de laboratorio, aislamiento domiciliario y seguimiento epidemiológico.

Los datos revelan que en México las cosas son distintas y no hemos aplicado con disciplina las estrategias de Corea del Sur. En nuestro país el gobierno se resiste a la evidencia: no aprovechó el tiempo al desdeñar el ejemplo de otras naciones que padecieron los efectos de la pandemia tres meses antes que nosotros. Aquí los protocolos de protección personal los ha asumido menos de la mitad de la población, el gobierno optó por no aplicar pruebas masivas de laboratorio para detectar la propagación de un virus que podría matar a una de cada 1,000 personas en el mundo. Las decisiones se toman con base en criterios políticos desdeñando los científicos -la Organización Mundial de la Salud ha insistido en realizar pruebas, pruebas y más pruebas-, y los de carácter técnico.

Aunque el enfoque de toda pandemia represente un fenómeno médico, social, político y económico, cada país revela su fortaleza por las decisiones que toman sus gobiernos y todo gobierno está obligado a proteger a su población a toda costa. No parece nuestro caso. Al cierre de hoy sábado 13 de junio por la tarde, las cifras oficiales son alarmantes: tenemos 16,448 víctimas fatales y el contagio supera las 139 mil personas, según los registros oficiales. Considerando que varias predicciones basadas en estudios serios de la evolución de los contagios señalan que será hasta los meses de septiembre y/u octubre cuando veamos el deseado descenso de contagios y muertes, entonces el camino a recorrer aún es largo y doloroso.

Son 16 estados del país los que a partir de mañana -por decisión del Gobierno de la República- pasaron del semáforo rojo al naranja, que implica apertura de actividades económicas y comerciales hoy inactivas, con el fin de transitar a la “nueva normalidad”, pero sin haber realizado las pruebas de detección suficientes para medir y contener la propagación del virus. Ni siquiera el personal de salud que presta sus servicios en las diferentes instituciones públicas y privadas, que son el primer frente de la batalla contra la Covid-19 cuenta con pruebas oportunas. Su calvario tiene al borde del colapso el sistema de salud en México que ha sido en otros tiempos un ejemplo a seguir.

Peor aún: la vulnerabilidad de los habitantes de nuestro país se eleva debido a que una de cada cuatro personas padece obesidad, diabetes, hipertensión o tiene sobrepeso, de acuerdo al Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington dadas a conocer hace unas horas y que revelan que podríamos tener “especiales complicaciones” para enfrentar una pandemia de tal magnitud.

Si no se corrige el rumbo iniciando para proteger adecuadamente al personal sanitario ni a los grupos de mayor riesgo, los costos serán mayúsculos y el tiempo para superar la pandemia podría prolongarse más tiempo que en otros países.

El gobierno federal optó por trasladar a la cancha de los gobernadores algunas decisiones que podrían darle matices diversos al manejo de la pandemia. Una consecuencia de esta decisión revela que no se puede pintar a todo un país tan amplio, diverso y dispar de un solo color, sino regionalizar paulatinamente la batalla contra los efectos del virus conforme a la evolución y resultados en cada región y cada entidad.

A pesar del cuestionable manejo de la crisis sanitaria, de ciertas decisiones desafortunadas aún podemos enmendar el rumbo a través de decisiones personales basadas en la información y la evidencia científica. Deben ser los habitantes del país quienes asuman de manera directa e informada las medidas eficaces para evitar se propague más el virus, la sociedad -como siempre- tomará la iniciativa, asumirá el compromiso de conservar su salud mediante el uso de mascarillas, la ventilación de interiores, evitar el contacto directo y las aglomeraciones, de manera responsable se intensificarán los cuidados personales y la de nuestras familias.

Que no sea el sufrimiento sino las buenas decisiones las que nos enseñen, las que nos conduzcan a las soluciones. Los mexicanos saldremos adelante de esta situación con mucho dolor que pudo haberse evitado, con la amarga sensación que tenemos un gobierno que se cuida más a sí mismo que a su población; tenemos casi cuatro meses de confinamiento domiciliario, pero es más fuerte nuestro deseo de retomar nuestras actividades cotidianas, con ansias de emprender un nuevo rumbo, uno mejor, en el que no nos sintamos -como hoy- a la deriva.

Corremos el riesgo que en México la “nueva normalidad” sea el punto ciego de la pandemia, así lo muestra la conducta social asumida por millones de ciudadanos que están saliendo a las calles de las ciudades del país, con la creencia que el riesgo de contagio ya disminuyó en base la confusa información y la mala estrategia establecida por las autoridades federales que desdeñan los hallazgos científicos y las buenas prácticas de otros países que han padecido peligros similares, pero a diferencia de aquí, varias naciones han tomado decisiones eficaces con políticas públicas basadas en información científica proveniente de estudios técnicos realizados con enorme seriedad para transitar más rápido y lo mejor librados de los estragos del virus.

Un claro ejemplo de la eficacia sanitaria es Corea del Sur. Inició el 15 de febrero el registro de pacientes con Covid-19 con una escalada impresionante que lo llevó a su pico más alto con la detección de más de 750 casos diarios y que sorprendentemente logró reducir en menos de un mes gracias a su rápida y contundente estrategia: uso obligatorio de mascarillas, despliegue amplio de pruebas de laboratorio, aislamiento domiciliario y seguimiento epidemiológico.

Los datos revelan que en México las cosas son distintas y no hemos aplicado con disciplina las estrategias de Corea del Sur. En nuestro país el gobierno se resiste a la evidencia: no aprovechó el tiempo al desdeñar el ejemplo de otras naciones que padecieron los efectos de la pandemia tres meses antes que nosotros. Aquí los protocolos de protección personal los ha asumido menos de la mitad de la población, el gobierno optó por no aplicar pruebas masivas de laboratorio para detectar la propagación de un virus que podría matar a una de cada 1,000 personas en el mundo. Las decisiones se toman con base en criterios políticos desdeñando los científicos -la Organización Mundial de la Salud ha insistido en realizar pruebas, pruebas y más pruebas-, y los de carácter técnico.

Aunque el enfoque de toda pandemia represente un fenómeno médico, social, político y económico, cada país revela su fortaleza por las decisiones que toman sus gobiernos y todo gobierno está obligado a proteger a su población a toda costa. No parece nuestro caso. Al cierre de hoy sábado 13 de junio por la tarde, las cifras oficiales son alarmantes: tenemos 16,448 víctimas fatales y el contagio supera las 139 mil personas, según los registros oficiales. Considerando que varias predicciones basadas en estudios serios de la evolución de los contagios señalan que será hasta los meses de septiembre y/u octubre cuando veamos el deseado descenso de contagios y muertes, entonces el camino a recorrer aún es largo y doloroso.

Son 16 estados del país los que a partir de mañana -por decisión del Gobierno de la República- pasaron del semáforo rojo al naranja, que implica apertura de actividades económicas y comerciales hoy inactivas, con el fin de transitar a la “nueva normalidad”, pero sin haber realizado las pruebas de detección suficientes para medir y contener la propagación del virus. Ni siquiera el personal de salud que presta sus servicios en las diferentes instituciones públicas y privadas, que son el primer frente de la batalla contra la Covid-19 cuenta con pruebas oportunas. Su calvario tiene al borde del colapso el sistema de salud en México que ha sido en otros tiempos un ejemplo a seguir.

Peor aún: la vulnerabilidad de los habitantes de nuestro país se eleva debido a que una de cada cuatro personas padece obesidad, diabetes, hipertensión o tiene sobrepeso, de acuerdo al Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington dadas a conocer hace unas horas y que revelan que podríamos tener “especiales complicaciones” para enfrentar una pandemia de tal magnitud.

Si no se corrige el rumbo iniciando para proteger adecuadamente al personal sanitario ni a los grupos de mayor riesgo, los costos serán mayúsculos y el tiempo para superar la pandemia podría prolongarse más tiempo que en otros países.

El gobierno federal optó por trasladar a la cancha de los gobernadores algunas decisiones que podrían darle matices diversos al manejo de la pandemia. Una consecuencia de esta decisión revela que no se puede pintar a todo un país tan amplio, diverso y dispar de un solo color, sino regionalizar paulatinamente la batalla contra los efectos del virus conforme a la evolución y resultados en cada región y cada entidad.

A pesar del cuestionable manejo de la crisis sanitaria, de ciertas decisiones desafortunadas aún podemos enmendar el rumbo a través de decisiones personales basadas en la información y la evidencia científica. Deben ser los habitantes del país quienes asuman de manera directa e informada las medidas eficaces para evitar se propague más el virus, la sociedad -como siempre- tomará la iniciativa, asumirá el compromiso de conservar su salud mediante el uso de mascarillas, la ventilación de interiores, evitar el contacto directo y las aglomeraciones, de manera responsable se intensificarán los cuidados personales y la de nuestras familias.

Que no sea el sufrimiento sino las buenas decisiones las que nos enseñen, las que nos conduzcan a las soluciones. Los mexicanos saldremos adelante de esta situación con mucho dolor que pudo haberse evitado, con la amarga sensación que tenemos un gobierno que se cuida más a sí mismo que a su población; tenemos casi cuatro meses de confinamiento domiciliario, pero es más fuerte nuestro deseo de retomar nuestras actividades cotidianas, con ansias de emprender un nuevo rumbo, uno mejor, en el que no nos sintamos -como hoy- a la deriva.