Al incursionar ligeramente en las Redes Sociales me he encontrado con un sinfín de descalificaciones que atentan contra la integridad moral de Gonzalo. Por lo que al abordar dicho tema no es con el afán de contradecir a aquellos que han hecho un arte de la guerra sucia.
Tampoco voy a defender a Gonzalo de las pillerías que le imputan. Sólo quiero externar mi punto de vista sobre los decires frívolos que han hecho del senador una joya de la deshonra, chapada y martillada con el punzón del odio de las perlas negras que se niegan a que ésta mueva una vez más el alhajero de la corrupción, cuya llave aún conservan los saqueadores del Estado.
Ese es el punto, si partimos de una guerra de peores, donde nuestra visión y decisión sería escoger al menos. Entonces, pareciera que los excesos de los enemigos acérrimos de Gonzalo van empujando nuestro ánimo hacia él y no porque yo quiera darle baños de pureza, sino porque ya nos cansamos de que nos vendan el mismo choro de la pata que cojea el intruso, que una vez más osa interrumpir el sueño de los cuarenta ladrones.
El historial negro de Gonzalo ya lo conocemos. Ponerle atención otra vez a sus cuenteros es una inversión de tiempo que no vamos a perder y menos cuando nos falta conocer a fondo la tenebrosa historia de los que intentan distorsionar la ajena; desesperados por el miedo que es demasiado si lo medimos en el matraz de su veneno.
Piensan los detractores de Gonzalo que al desacreditarlo vilmente, sólo ejercen la libertad de expresión. O acaso quieren darnos un trabajo más sencillo a los comentaristas. Desenmascarar el rostro que todos ya sabemos que existe bajo la máscara. Pero esta vez le advierten puntualmente que pueden ir más allá de la actitud dolosa y el escarnio miserable, si insiste en estorbarles.
Amenazas que no lo intimidan, porque no sólo se ha insubordinado a la línea trazada, quizás con aquellos que se dice que lo ha hecho, sino que ha roto tal vez algún pacto que se tornaba inconfesable, pero dadas las torpezas, tuvo que marcarles el alto y ventilar a la luz pública el mazazo para corregir los desfiguros de la pirámide de Morena y alinear sus aristas hacia el triunfo y no hacia la derrota anunciada que ya festejan todos sus detractores.
Ante la perversidad de la ignominia, no se puede permanecer impávido al ver que los malos son apaleados por los peores. De ahí, aunque quisiéramos ser neutrales como lo planteaba al principio de este artículo, no es posible dado lo absurdo de quienes apedrean, pensando que están libres de pecado.
De ahí que se torne risible, el inventario de debilidades que de palabra le imputan a Gonzalo, sin desconocer que en el hecho ellos las poseen; de los vicios que en los medios le señalan, en la realidad ellos los practican; de los males que le endilgan a su actuación, en su conducta ellos los padecen.
Qué bueno que ya iniciaron la guerra sucia con la estrategia equivocada, porque a nadie le cabe duda que los señalamientos dolosos siempre abonan a la víctima, y en el caso de Gonzalo no sólo le abonarán, sino que le ayudarán a avanzar en ese camino que sus detractores por todos los medios intentan cerrarle.
Cada golpe bajo que le den no sólo le fortalecerá, sino que le hará crecer en ese escenario de apisonamiento que a base de cantaletas desgastadas intentan apachurrarlo, pero que no será suficiente, porque el peso de los zapatos que lo persiguen pesan más de corrupción que de razón para lograrlo.
Se organizaron en un circo de tres pistas, donde su espectáculo payasesco impactará más allá de la ridiculez, dado que sus adefesios de la comedia fueron identificados inmediatamente por su indumentaria prianista, pese al esfuerzo que han hecho para despistar su guión en tan anunciada carpa de mala muerte.
De ahí que el triduo circense al no encontrar eco en las tres pistas que le montaron se empiecen a delatar por sí solos los renglones del cártel de la abogacía, que ha vuelto con toda la impunidad a cumplir la consigna de inhabilitar mediante trucos legaloides, la candidatura común de Gonzalo y que no es poca cosa, dados los antecedentes obscuros que pesan sobre el defensor y destructor a la vez de exgobernadores.
En ese orden de importancia de dicho circo le sigue el Caballo de Troya, que fue capaz de camuflarse hasta llegar a la perfección camaleónica y sorprender a Gonzalo para que lo apuntalara en las filas de Morena, estrategia urdida sin duda por los priistas de alto rango, cuya medida sería retener el poder municipal sin esfuerzo ni costo alguno.
Pero la cereza de tan apetecido pastel, aunque muchos lo duden, es la flamante diputada de Morena, quien bajo el antecedente de entregada al gobernador y el perfil de las Evas del Edén, se prestó a jugar el papel del Judas moderno, acudiendo al rollo justiciero de la equidad de género, justificando así su veleidad, para no tener empacho en quemar su pólvora en una guerra donde no contaba ni siquiera con un fusil de utilería.
Pero a estos guerreros que hacen del lodo su artillería se han atrincherado los analistas y politólogos de nómina, que dan por hecho que Morena ya perdió. Entonces: ¿Por qué tanta saña contra Gonzalo? Si la derrota ya está anunciada por los gigantes de los medios; serénense diría yo, y apunten sus saetas a otros que han demostrado ser peores que el que todavía no sale a la palestra y ya lo están apedreando.
Gonzalo Yáñez sabe perfectamente el alcance de su jugada y empujado por los vituperios de una jauría enfurecida le da para adelante. Reanuda el tesón que le caracteriza y encabeza las lides del escándalo que siempre ha librado a costa de la frustración de quienes se los promueven. Usa las armas que las nuevas reglas del juego le permiten, ignorando los motes que incitan a la burla, pero no así el objetivo que se propone.
Así, de pasada y a groso modo, sus detractores se han convertido en los mejores promotores del senador con licencia. Pese al rigor de su inquina se volvieron en sus voceros sin pensarlo. Se transformaron en sus impulsores. Quieren pararlo y le construyeron un trampolín mediático a su medida. De ahí el martirio de Gonzalo y su impacto en los medios gracias a ellos.