/ domingo 16 de diciembre de 2018

La inteligencia, el tesoro más grande de un ser humano

Los ideales permanentes de la revolución son la libertad, la democracia y la justicia social. Las malas leyes son los peores tiranos.

No hay tesoro más grande para el ser humano que una inteligencia llena de cultura. La sabiduría no es otra cosa que la abundante experiencia que se adquiriere al fortalecer nuestro espíritu. La serenidad y la cordura constituyen los principios del saber y la felicidad.

Todos tenemos la obligación moral de ser inteligentes. El estudio conduce a estimular el talento y las aptitudes de cada uno. El espíritu y el vigor mental hacen elocuente a una persona. Quien es y sigue siendo sincero consigo mismo y con los demás, posee la cualidad más bella de los mejores talentos. Las raíces de la verdad podrán ser amargas pero sus frutos son dulces. El trabajo aleja de nosotros tres grandes males: el tedio, el vicio y la miseria. El trabajo es un medio, no un fin.

El amor es el principio de todo, la razón de todo, el fin de todo; negar la verdad es un adulterio del corazón. Son muchos los que aman pero pocos los que saben amar. El amor es el arquitecto del universo. Las arrugas son la tumba del amor. Saber envejecer es la obra maestra de la vida y una de las cosas más difíciles del gran arte de vivir. La peor vejez es la del espíritu. Se es viejo cuando se siente más alegría por el pasado que por el futuro. El que no valora la vida no la merece. Por desgracia, los humanos no sabemos lo que vale la vida hasta que la vemos perdida. Nadie sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta. Dios ama a los que dominan su cólera, a los indulgentes y, a los que practican la caridad.

Lo propio es que sea la ley la que gobierne, no el político. La ley debe ser como la muerte que no exceptúa a nadie. La justicia es la reina y señora de todas las virtudes. La más estricta justicia no siempre es la mejor política. En el campo de la política, la gallina más alabada no es la que pone el mejor huevo sino la que sabe muy bien cacarearlo.

Nadie ofrece tanto como el que nada puede cumplir. Un personaje de Estado debe tener el corazón en la cabeza. Sólo se puede ser justo siendo humano. No basta con sostener al débil, hay que sostenerlo después. Los ideales permanentes de la revolución son la libertad, la democracia y la justicia social. Las malas leyes son los peores tiranos.

El jefe debería ser aquel que supera a los demás en virtudes, habilidades y en saber. Ser aquel que emplee el poder supremo sin tomar en cuenta la comodidad o la utilidad propia. El poder público corresponde a quien sea capaz de hacer que prevalezcan las leyes comunes de la sociedad, es decir, la justicia, la razón y la verdad. El conocimiento lleva a la unidad como la ignorancia lleva a la diversidad. La oratoria política es el arte de decir banalidades con corrección y propiedad. Debería haber más policías y menos diputados. El sentido de orientación es esencial para tomar un rumbo correcto.

En todo plan de trabajo conviene pensar en grande, con imaginación y valentía, buscando tenazmente aquello que en verdad constituya una buena ambición y que sea una meta suprema y excelsa. Los humanos empleamos de manera habitual solamente una pequeña parte de nuestras facultades verdaderas; todos poseemos aptitudes latentes y capacidades espirituales tan asombrosas como la increíble potencia de un científico.

Allí donde esté el corazón de la juventud está el espíritu del porvenir; en los campos de la vida no hay más que una primavera. El pasado es el mejor espejo en el que se refleja el porvenir; sólo que no hay que aferrarse tanto al presente y descuidar por completo el mañana. Nuestra suerte no se halla fuera de nosotros, sino en nosotros mismos y en nuestra voluntad.

La simpatía es uno de los prodigios sellados de la naturaleza. La sinceridad es el cimiento de toda excelencia personal, se exhibe en la conducta y brilla en cada palabra y en cada hecho. Hay quienes no ven la rosa, sino miran con más atención las espinas. Tratemos de ver con el corazón. La medida del amor es amar sin medida. El amor es la única manifestación de la divinidad y es en El donde debemos buscar la clave de nuestra existencia.

Los ideales permanentes de la revolución son la libertad, la democracia y la justicia social. Las malas leyes son los peores tiranos.

No hay tesoro más grande para el ser humano que una inteligencia llena de cultura. La sabiduría no es otra cosa que la abundante experiencia que se adquiriere al fortalecer nuestro espíritu. La serenidad y la cordura constituyen los principios del saber y la felicidad.

Todos tenemos la obligación moral de ser inteligentes. El estudio conduce a estimular el talento y las aptitudes de cada uno. El espíritu y el vigor mental hacen elocuente a una persona. Quien es y sigue siendo sincero consigo mismo y con los demás, posee la cualidad más bella de los mejores talentos. Las raíces de la verdad podrán ser amargas pero sus frutos son dulces. El trabajo aleja de nosotros tres grandes males: el tedio, el vicio y la miseria. El trabajo es un medio, no un fin.

El amor es el principio de todo, la razón de todo, el fin de todo; negar la verdad es un adulterio del corazón. Son muchos los que aman pero pocos los que saben amar. El amor es el arquitecto del universo. Las arrugas son la tumba del amor. Saber envejecer es la obra maestra de la vida y una de las cosas más difíciles del gran arte de vivir. La peor vejez es la del espíritu. Se es viejo cuando se siente más alegría por el pasado que por el futuro. El que no valora la vida no la merece. Por desgracia, los humanos no sabemos lo que vale la vida hasta que la vemos perdida. Nadie sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta. Dios ama a los que dominan su cólera, a los indulgentes y, a los que practican la caridad.

Lo propio es que sea la ley la que gobierne, no el político. La ley debe ser como la muerte que no exceptúa a nadie. La justicia es la reina y señora de todas las virtudes. La más estricta justicia no siempre es la mejor política. En el campo de la política, la gallina más alabada no es la que pone el mejor huevo sino la que sabe muy bien cacarearlo.

Nadie ofrece tanto como el que nada puede cumplir. Un personaje de Estado debe tener el corazón en la cabeza. Sólo se puede ser justo siendo humano. No basta con sostener al débil, hay que sostenerlo después. Los ideales permanentes de la revolución son la libertad, la democracia y la justicia social. Las malas leyes son los peores tiranos.

El jefe debería ser aquel que supera a los demás en virtudes, habilidades y en saber. Ser aquel que emplee el poder supremo sin tomar en cuenta la comodidad o la utilidad propia. El poder público corresponde a quien sea capaz de hacer que prevalezcan las leyes comunes de la sociedad, es decir, la justicia, la razón y la verdad. El conocimiento lleva a la unidad como la ignorancia lleva a la diversidad. La oratoria política es el arte de decir banalidades con corrección y propiedad. Debería haber más policías y menos diputados. El sentido de orientación es esencial para tomar un rumbo correcto.

En todo plan de trabajo conviene pensar en grande, con imaginación y valentía, buscando tenazmente aquello que en verdad constituya una buena ambición y que sea una meta suprema y excelsa. Los humanos empleamos de manera habitual solamente una pequeña parte de nuestras facultades verdaderas; todos poseemos aptitudes latentes y capacidades espirituales tan asombrosas como la increíble potencia de un científico.

Allí donde esté el corazón de la juventud está el espíritu del porvenir; en los campos de la vida no hay más que una primavera. El pasado es el mejor espejo en el que se refleja el porvenir; sólo que no hay que aferrarse tanto al presente y descuidar por completo el mañana. Nuestra suerte no se halla fuera de nosotros, sino en nosotros mismos y en nuestra voluntad.

La simpatía es uno de los prodigios sellados de la naturaleza. La sinceridad es el cimiento de toda excelencia personal, se exhibe en la conducta y brilla en cada palabra y en cada hecho. Hay quienes no ven la rosa, sino miran con más atención las espinas. Tratemos de ver con el corazón. La medida del amor es amar sin medida. El amor es la única manifestación de la divinidad y es en El donde debemos buscar la clave de nuestra existencia.