/ domingo 4 de agosto de 2019

La mayor fuerza consiste en reconocer nuestras debilidades

La vida está llena de desafíos que, si se aprovechan de forma creativa, se transforman en oportunidades. Muchas personas deben la grandeza de su vida a los obstáculos que han sabido superar.

El secreto de la vida para vivir en paz, sentirse bien y felices, es estar de acuerdo con Dios y con la naturaleza. Sintámonos sencillamente venturosos por ser nosotros mismos y dejar que los demás sean igualmente ellos mismos. El amor es la primera condición de la felicidad humana. Pues quien se acepta a sí mismo está preparado para admitir a sus semejantes.

Es característica de muchos observar los defectos de los demás y se olvidan de los propios. No solamente de actos sino también de sufrimientos está lleno el camino que nos conduce hacia la libertad y, si no somos capaces de asumir nuestras responsabilidades, padeceremos serias consecuencias.

Hay dos momentos importantes que son claro ejemplo de nuestra debilidad: callar cuando es necesario hablar y, hablar cuando es más prudente callar. La mayor deslealtad que cometemos contra nuestros semejantes es ser indiferentes y/o malagradecidos. Es bueno ser importante y sentirse que vale, pero mucho más sustancial es ser bueno.

El corazón nunca envejece; basta una sonrisa, un alborozo, un entusiasmo para encender e iluminarse. La libertad consiste en hacer lo que se debe y no lo que se quiere. La humildad y la sabiduría acontecen cuando la razón presta oído al corazón. La felicidad se entrega por completo en quienes hacen felices a los demás. La mayor fuerza consiste en reconocer nuestras propias debilidades. El deber nos debe llevar a hacer bien las cosas, pero el amor nos orienta a hacerlas con la debida perfección; mucho hace el que hace bien lo que debe hacer.

Sin educación no hay democracia consolidada ni justicia social; la educación es un acto de amor y valentía. En la naturaleza no hay recompensas ni castigos sólo consecuencias. Nuestro carácter es el resultado de nuestra conducta; así, un trabajo bien hecho es el mejor testimonio que podemos ofrecer de nuestra condición. Hablar es bueno y callar es mejor, porque ambos son desagradables cuando se llevan a la exageración. Los que saben poco hablan mucho; los que saben mucho hablan poco. Quien quiera hablar bien debe primero aprender a callar cuando se requiera. Es oportuno recordar que no es lo mismo oír que escuchar; todos los días oímos ruidos sin poner mayor atención, por lo que no podemos decir que escuchamos. Pocas familias dialogan pero no se escuchan. Y menos ahora con la tecnología moderna, dado los aparatos electrónicos que abundan en muchos hogares.

El espíritu se enriquece con lo que recibe, el corazón con lo que da. Nos engrandecemos por lo que damos no por lo que tenemos. Dirijamos nuestros pasos hacia la verdad. Las tres cosas más importantes de la Ley de Dios son: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Nuestra vida es producto de nuestros pensamientos, lo que hace que quienes saben unir el intelecto con la acción la hacen más útil y humana.

La esperanza es lo que requerimos para que nuestra alegría sea completa. El mejor método para vencer obstáculos es el trabajo en equipo. Errar es de humanos, perdonar es divino y, quien no sabe perdonar destruye el puente sobre el cual tiene que pasar. No es a saltos que se sube una montaña sino a pasos lentos. No es pobre el que tiene poco sino el que desea mucho. La caridad es la virtud predilecta de Dios. A nadie es más fácil de engañar que a una persona de bien.

Evitemos juzgar a las personas por su apariencia; si no podemos hablar bien de ellas es preferible no opinar. Si es necesario juzgar a alguien, hagámoslo honestamente, poniéndonos en su lugar. El corazón tiene argumentos propios que la razón no entiende. Cada quien en su dignidad es tan valioso como cualquier otra persona. El ser humano nació para trabajar y el ave para volar. No queramos siempre depender de los demás, tengamos confianza y fe en nosotros mismos, eso nos llevará al éxito y mucho lo disfrutaremos.

La vida está hecha de insignificancias, tantas como el año tiene segundos y la montaña granos de arena. Enseñémonos a no despreciar nada aún por pequeño que sea. Una convicción profunda lograda con sinceridad y templanza inspira mucho respeto y otorga mucho valor. El fruto de una reflexión es la experiencia; de la experiencia sale la razón; con la razón en la mano se cultiva la fe; de la fe nace el amor y, habiendo amor hay entrega al servicio, hay paz y esperanza.

Se requiere una penetrante transformación pedagógica en el sistema educativo para lograr la calidad y la eficiencia cabal que exige nuestro país a medida que avanzamos a través de los adelantos del futuro. El maestro tiene el compromiso de inculcar y robustecer los valores y conocimientos científicos convenientes a sus alumnos, preparándolos para que en su momento se integren eficazmente a la sociedad. Cobertura, calidad y equidad es fundamental inspirar en la educación primaria.

Que el maestro se lance a una auténtica aventura espiritual llena de retos y sorpresas que ayuden al educando a remover obstáculos, sanar heridas y escalar montañas. Los adolescentes exigen los mismos derechos de los adultos, pero quieren también seguir con los mismos privilegios de la infancia. Cuantas veces bajo una modesta indumentaria se esconde una gran sabiduría. El ejemplo es mucho mejor que dar órdenes. Mientras más conozcamos el pasado mejor interpretaremos el presente y preveremos el futuro. Nuestro bien y nuestro mal solo existen en nuestra voluntad.

La vida está llena de desafíos que, si se aprovechan de forma creativa, se transforman en oportunidades. Muchas personas deben la grandeza de su vida a los obstáculos que han sabido superar.

El secreto de la vida para vivir en paz, sentirse bien y felices, es estar de acuerdo con Dios y con la naturaleza. Sintámonos sencillamente venturosos por ser nosotros mismos y dejar que los demás sean igualmente ellos mismos. El amor es la primera condición de la felicidad humana. Pues quien se acepta a sí mismo está preparado para admitir a sus semejantes.

Es característica de muchos observar los defectos de los demás y se olvidan de los propios. No solamente de actos sino también de sufrimientos está lleno el camino que nos conduce hacia la libertad y, si no somos capaces de asumir nuestras responsabilidades, padeceremos serias consecuencias.

Hay dos momentos importantes que son claro ejemplo de nuestra debilidad: callar cuando es necesario hablar y, hablar cuando es más prudente callar. La mayor deslealtad que cometemos contra nuestros semejantes es ser indiferentes y/o malagradecidos. Es bueno ser importante y sentirse que vale, pero mucho más sustancial es ser bueno.

El corazón nunca envejece; basta una sonrisa, un alborozo, un entusiasmo para encender e iluminarse. La libertad consiste en hacer lo que se debe y no lo que se quiere. La humildad y la sabiduría acontecen cuando la razón presta oído al corazón. La felicidad se entrega por completo en quienes hacen felices a los demás. La mayor fuerza consiste en reconocer nuestras propias debilidades. El deber nos debe llevar a hacer bien las cosas, pero el amor nos orienta a hacerlas con la debida perfección; mucho hace el que hace bien lo que debe hacer.

Sin educación no hay democracia consolidada ni justicia social; la educación es un acto de amor y valentía. En la naturaleza no hay recompensas ni castigos sólo consecuencias. Nuestro carácter es el resultado de nuestra conducta; así, un trabajo bien hecho es el mejor testimonio que podemos ofrecer de nuestra condición. Hablar es bueno y callar es mejor, porque ambos son desagradables cuando se llevan a la exageración. Los que saben poco hablan mucho; los que saben mucho hablan poco. Quien quiera hablar bien debe primero aprender a callar cuando se requiera. Es oportuno recordar que no es lo mismo oír que escuchar; todos los días oímos ruidos sin poner mayor atención, por lo que no podemos decir que escuchamos. Pocas familias dialogan pero no se escuchan. Y menos ahora con la tecnología moderna, dado los aparatos electrónicos que abundan en muchos hogares.

El espíritu se enriquece con lo que recibe, el corazón con lo que da. Nos engrandecemos por lo que damos no por lo que tenemos. Dirijamos nuestros pasos hacia la verdad. Las tres cosas más importantes de la Ley de Dios son: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Nuestra vida es producto de nuestros pensamientos, lo que hace que quienes saben unir el intelecto con la acción la hacen más útil y humana.

La esperanza es lo que requerimos para que nuestra alegría sea completa. El mejor método para vencer obstáculos es el trabajo en equipo. Errar es de humanos, perdonar es divino y, quien no sabe perdonar destruye el puente sobre el cual tiene que pasar. No es a saltos que se sube una montaña sino a pasos lentos. No es pobre el que tiene poco sino el que desea mucho. La caridad es la virtud predilecta de Dios. A nadie es más fácil de engañar que a una persona de bien.

Evitemos juzgar a las personas por su apariencia; si no podemos hablar bien de ellas es preferible no opinar. Si es necesario juzgar a alguien, hagámoslo honestamente, poniéndonos en su lugar. El corazón tiene argumentos propios que la razón no entiende. Cada quien en su dignidad es tan valioso como cualquier otra persona. El ser humano nació para trabajar y el ave para volar. No queramos siempre depender de los demás, tengamos confianza y fe en nosotros mismos, eso nos llevará al éxito y mucho lo disfrutaremos.

La vida está hecha de insignificancias, tantas como el año tiene segundos y la montaña granos de arena. Enseñémonos a no despreciar nada aún por pequeño que sea. Una convicción profunda lograda con sinceridad y templanza inspira mucho respeto y otorga mucho valor. El fruto de una reflexión es la experiencia; de la experiencia sale la razón; con la razón en la mano se cultiva la fe; de la fe nace el amor y, habiendo amor hay entrega al servicio, hay paz y esperanza.

Se requiere una penetrante transformación pedagógica en el sistema educativo para lograr la calidad y la eficiencia cabal que exige nuestro país a medida que avanzamos a través de los adelantos del futuro. El maestro tiene el compromiso de inculcar y robustecer los valores y conocimientos científicos convenientes a sus alumnos, preparándolos para que en su momento se integren eficazmente a la sociedad. Cobertura, calidad y equidad es fundamental inspirar en la educación primaria.

Que el maestro se lance a una auténtica aventura espiritual llena de retos y sorpresas que ayuden al educando a remover obstáculos, sanar heridas y escalar montañas. Los adolescentes exigen los mismos derechos de los adultos, pero quieren también seguir con los mismos privilegios de la infancia. Cuantas veces bajo una modesta indumentaria se esconde una gran sabiduría. El ejemplo es mucho mejor que dar órdenes. Mientras más conozcamos el pasado mejor interpretaremos el presente y preveremos el futuro. Nuestro bien y nuestro mal solo existen en nuestra voluntad.