/ lunes 18 de enero de 2021

La muerte de un ex gobernador

La vida de cualquier ser humano se hace día a día, cada hora, cada minuto. La vida de una persona extraordinaria, también es así.

Hasta hoy han circulado en todos los medios, el registro de los trabajos de un ser humano auténtico, de una gente decidida, clara y de un gran profesional de la política, del que muchos se nutrieron a través de su aguda inteligencia.

Ángel Sergio Guerrero Mier tenía una virtud entre muchas: No engañaba, no simulaba, no pretendía quedar bien, tampoco pretendía erigirse como un hombre fuera de serie. La sencillez estaba en su trabajo, en su personalidad. Por eso ahora que ha dejado este mundo, no nos hereda el fruto de su vida, sino el árbol que lo produce.

Es muy difícil concentrarse para bien de las personas que han tenido el poder, y más, cuando el del Estado está tan desprestigiado, pero el rayo de luz que se filtra por la hendidura de la oscuridad tenebrosa, arma la delicia de quienes como yo, adolecemos de la convicción atípica. En este caso para reiterar mi reconocimiento hacia el personaje en mención, que pese a la crisis que se cierne en la ausencia del poder, se mantuvo de pie y a la hora de su partida su familia heredó la dignidad de su patrimonio.

Pocas veces lo traté, pero fueron suficientes para que me hiciera partícipe de enseñanzas, que a la hora de ajustar cuentas no sabría cómo pagarle. Deuda que no utilizo ahora para exhibirme ociosamente, sino para demostrarme a mí mismo, que en las circunstancias que sean, sin prejuicios hay que reconocer el tamaño de aquellos que no te ayudan, sino te valoran.

Repito, las pocas veces que lo traté, me convencí que no era un simulador de la verdad ni de la sencillez, porque bastaba escucharlo para darse cuenta que no había trampa. Simplemente se sabía así mismo, gente común y que lejos de sentirse un perdonavidas con poder, se consideraba un ente para servir.

Por eso, ahora sin ser místico y al referirme a este caso, me ha ayudado a reflexionar de manera simple, que uno no elige los temas, sino ellos lo eligen a uno. De ahí la inquietud de incursionar antes y después del fin de un líder nato, donde los puestos y el poder no hicieron mella.

Lo expreso así: Sin reservas, porque no me refiero al personaje que la historia juzgará, sino a la persona que en corto conocí. Nació dotado de una gran inteligencia, que sin duda la muerte lo pensó para quitársela. Su confinamiento a la vida privada jamás fue perseguido por el escándalo, que se sustenta siempre en el historial negro imaginario, y si en este momento alguna hoja suelta resultara por ahí, sería una infamia y un acto de vil cobardía.

A muchos, quizá el deceso del ex gobernador, les alegre o les sea indiferente y por eso mismo a ellos no me dirijo, sino aquellos que por amor o por afecto, en su lecho de dolor, abrazaban la esperanza de que el desenlace no fuera la muerte.

Me dirijo a aquellos, que no dormían, porque sentían que si lo hacían, la batalla se perdía y no querían que el sueño fuera interrumpido, por la derrota que despiertos y de pie trataban de evitar.

Me dirijo a aquellos, que permanecieron al pie del cañón, donde la fragilidad sin concesiones lastima a todos y pese a ser buenos guerreros, el dolor hace lo suyo y la impotencia complementa el cuadro de la dificultad. De ahí la tensión inevitable que acelera el estado de ánimo, que conlleva a perder la dimensión del tiempo y a cuestionar permanentemente, a quienes consideran responsables de lo que ha de vivir o morir.

Al concebirse lo segundo, sus obras empezaron a hablar por sí mismas. De ahí la omisión personal para no repetir lo que ya muchos han hecho, quizá para mitigar la pena que implica el final de un ser querido, que por lo general es duro, injusto y muchas veces cruel y que desafortunadamente el plazo para superar el duelo nunca se vence.

De ahí, el examen de la muerte que todos reprobamos y aunque no seamos medidos más allá de nuestras fuerzas, inevitable es el dolor, pese aquellos que en él se crecen, para acrisolar el valor que en lo individual se les hereda.

¡Abrazo a todos los que él amó¡



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La vida de cualquier ser humano se hace día a día, cada hora, cada minuto. La vida de una persona extraordinaria, también es así.

Hasta hoy han circulado en todos los medios, el registro de los trabajos de un ser humano auténtico, de una gente decidida, clara y de un gran profesional de la política, del que muchos se nutrieron a través de su aguda inteligencia.

Ángel Sergio Guerrero Mier tenía una virtud entre muchas: No engañaba, no simulaba, no pretendía quedar bien, tampoco pretendía erigirse como un hombre fuera de serie. La sencillez estaba en su trabajo, en su personalidad. Por eso ahora que ha dejado este mundo, no nos hereda el fruto de su vida, sino el árbol que lo produce.

Es muy difícil concentrarse para bien de las personas que han tenido el poder, y más, cuando el del Estado está tan desprestigiado, pero el rayo de luz que se filtra por la hendidura de la oscuridad tenebrosa, arma la delicia de quienes como yo, adolecemos de la convicción atípica. En este caso para reiterar mi reconocimiento hacia el personaje en mención, que pese a la crisis que se cierne en la ausencia del poder, se mantuvo de pie y a la hora de su partida su familia heredó la dignidad de su patrimonio.

Pocas veces lo traté, pero fueron suficientes para que me hiciera partícipe de enseñanzas, que a la hora de ajustar cuentas no sabría cómo pagarle. Deuda que no utilizo ahora para exhibirme ociosamente, sino para demostrarme a mí mismo, que en las circunstancias que sean, sin prejuicios hay que reconocer el tamaño de aquellos que no te ayudan, sino te valoran.

Repito, las pocas veces que lo traté, me convencí que no era un simulador de la verdad ni de la sencillez, porque bastaba escucharlo para darse cuenta que no había trampa. Simplemente se sabía así mismo, gente común y que lejos de sentirse un perdonavidas con poder, se consideraba un ente para servir.

Por eso, ahora sin ser místico y al referirme a este caso, me ha ayudado a reflexionar de manera simple, que uno no elige los temas, sino ellos lo eligen a uno. De ahí la inquietud de incursionar antes y después del fin de un líder nato, donde los puestos y el poder no hicieron mella.

Lo expreso así: Sin reservas, porque no me refiero al personaje que la historia juzgará, sino a la persona que en corto conocí. Nació dotado de una gran inteligencia, que sin duda la muerte lo pensó para quitársela. Su confinamiento a la vida privada jamás fue perseguido por el escándalo, que se sustenta siempre en el historial negro imaginario, y si en este momento alguna hoja suelta resultara por ahí, sería una infamia y un acto de vil cobardía.

A muchos, quizá el deceso del ex gobernador, les alegre o les sea indiferente y por eso mismo a ellos no me dirijo, sino aquellos que por amor o por afecto, en su lecho de dolor, abrazaban la esperanza de que el desenlace no fuera la muerte.

Me dirijo a aquellos, que no dormían, porque sentían que si lo hacían, la batalla se perdía y no querían que el sueño fuera interrumpido, por la derrota que despiertos y de pie trataban de evitar.

Me dirijo a aquellos, que permanecieron al pie del cañón, donde la fragilidad sin concesiones lastima a todos y pese a ser buenos guerreros, el dolor hace lo suyo y la impotencia complementa el cuadro de la dificultad. De ahí la tensión inevitable que acelera el estado de ánimo, que conlleva a perder la dimensión del tiempo y a cuestionar permanentemente, a quienes consideran responsables de lo que ha de vivir o morir.

Al concebirse lo segundo, sus obras empezaron a hablar por sí mismas. De ahí la omisión personal para no repetir lo que ya muchos han hecho, quizá para mitigar la pena que implica el final de un ser querido, que por lo general es duro, injusto y muchas veces cruel y que desafortunadamente el plazo para superar el duelo nunca se vence.

De ahí, el examen de la muerte que todos reprobamos y aunque no seamos medidos más allá de nuestras fuerzas, inevitable es el dolor, pese aquellos que en él se crecen, para acrisolar el valor que en lo individual se les hereda.

¡Abrazo a todos los que él amó¡



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