/ domingo 6 de septiembre de 2020

La oportunidad real es la educación

El inicio del nuevo ciclo escolar, en condiciones distantes a las de costumbre, ahora mediante la vía digital, significa una oportunidad que sirve como punto de referencia para analizar la eficiencia con la que el Estado está prestando el servicio educativo, con el fin de determinar si seguimos con los mismos paradigmas en la educación, o los modificamos a partir de la desigualdad social que se ha hecho más visible por la pandemia, tomando en cuenta la importancia de los roles de las comunidades educativas y las implicaciones que impactan la alimentación, la salud mental y el rendimiento escolar.

El cambio drástico que experimente la educación en los meses recientes implica tener las aulas desde casa, situación que pone en riesgo la salud emocional y mental de los alumnos al prescindir de las relaciones interpersonales con sus compañeros que se tenían en la escuela tradicional, cuya ausencia comienza a ser motivo de análisis pedagógicos y psicológicos profundos por parte de expertos para evaluar los daños. Según la Organización Mundial de la Salud el impacto psico-emocional de la nueva forma de realizar el proceso enseñanza-aprendizaje en las personas y las familias, no debe ser ignorado, especialmente en los niños por su alta vulnerabilidad.

Para Miguel Ángel Santos Guerra, autor de Educar el corazón y los sentimientos en la escuela “una pantalla no es la escuela y la dimensión socializadora exige presencia”. El pedagogo español destaca la importancia del soporte emocional en los alumnos y advierte que “hay docentes que han vivido con dolor la brecha digital en la que sus alumnos y alumnas estaban inmersos: hay familias sin cobertura, con un celular como único canal de comunicación para toda la familia y con malas condiciones ambientales”.

La adaptación a las nuevas reglas obligadas por el confinamiento temporal es un cambio radical en los procesos educativos. Por un lado, no todos los alumnos tienen acceso al internet y a las nuevas tecnologías, debido a la crisis económica por la que atraviesan las familias mexicanas, a pesar de algunos avances interesantes que revela el INEGI como que el 70.1% de la población de seis años o más es usuaria de internet; el 92.5% de los hogares en México cuenta al menos con un televisor digital; el 43.0% de la población de 6 años o más es usuaria de computadora, y el 75.1% de la población en el mismo margen de edad cuenta con un teléfono celular.

Aunque el uso del internet es un fenómeno preponderantemente urbano, según cifras oficiales y la dinámica con las nuevas tecnologías no debería ser en sí misma una desventaja si partimos que cada vez más personas -sobre todo las nuevas generaciones- están familiarizadas con ellas; el nuevo ciclo escolar implica correlaciones distintas en el uso de éstas, un intenso rol familiar, una nueva manera de comunicarse de los docentes con los educandos que involucra el proceso de aprendizaje: ahora los padres asisten a sus hijos más pequeños y los docentes aprenden o se actualizan en el ejercicio de la educación remota.

En México la situación de los trastornos en la conducta de niños y jóvenes a consecuencia de estar demasiado tiempo en casa, así como la nula convivencia personal con sus compañeros es preocupante, de ahí que sea urgente diseñar nuevas políticas públicas que impacten positivamente en la salud, como un gran proyecto social y pedagógico que proporcione atención psicológica y psiquiátrica a los ciudadanos que atienda los efectos pos-pandemia que podrían incidir negativamente en el desarrollo niñez y juventud.

La UNICEF destaca la importancia de continuar con la educación aún en medio del vendaval de cambios e incertidumbre, sosteniendo que es fundamental que los niños y adolescentes sigan aprendiendo a fin de dar continuidad al proceso educativo, porque de no hacerlo, podrían olvidar parte de lo aprendido con anterioridad.

Las circunstancias actuales también han afectado la calidad alimentaria de los alumnos y el empleo de las mujeres encargadas de comprar y darles alimentos saludables en escuelas de educación básica que forman parte del Programa de Escuelas de Tiempo Completo (PETC). Según “Mexicanos Primero”, todavía hay otro reto que enfrentar: la Secretaría de Educación Pública ya agotó el 95 por ciento del presupuesto autorizado a este programa que atiende a 27 mil 063 planteles y a 3 millones 594 mil 54 estudiantes en todo el país. El 65% de las escuelas son primarias generales, 12% primarias indígenas y 11% telesecundarias.

El diagnóstico de los daños pos-pandemia aún no alcanzan a ser visualizados del todo, hay datos preocupantes como aquel que señala que cerca de 1 millón de alumnos que debían inscribirse a tercer grado de secundaria no lo han hecho a estas alturas, se trata de jóvenes de entre 14 y 17 años, los cuáles puede ser que hayan desertado de la escuela para -en el mejor de los casos- trabajar en la economía informal con el objetivo de ayudar en el ingreso familiar, o la otra predicción es, su eventual incorporación a la filas de la delincuencia, situación ésta aún más grave.

De cara a la nueva realidad es claro que el sistema educativo mexicano tendrá que renovarse y repensar los nuevos mecanismos con los que tendrá que enfrentar los nuevos tiempos. Arrancar de raíz la educación clientelar, democratizar el uso de las nuevas tecnologías y convencer a maestros que los tiempos son otros. Sin educación de calidad el país no podrá avanzar a la altura de los retos que corren.

El pedagogo Miguel Ángel Santos destaca la importancia del soporte emocional en los alumnos y advierte que “hay docentes que han vivido con dolor la brecha digital en la que sus alumnos y alumnas estaban inmersos: hay familias sin cobertura, con un celular como único canal de comunicación para toda la familia y con malas condiciones ambientales”.

El inicio del nuevo ciclo escolar, en condiciones distantes a las de costumbre, ahora mediante la vía digital, significa una oportunidad que sirve como punto de referencia para analizar la eficiencia con la que el Estado está prestando el servicio educativo, con el fin de determinar si seguimos con los mismos paradigmas en la educación, o los modificamos a partir de la desigualdad social que se ha hecho más visible por la pandemia, tomando en cuenta la importancia de los roles de las comunidades educativas y las implicaciones que impactan la alimentación, la salud mental y el rendimiento escolar.

El cambio drástico que experimente la educación en los meses recientes implica tener las aulas desde casa, situación que pone en riesgo la salud emocional y mental de los alumnos al prescindir de las relaciones interpersonales con sus compañeros que se tenían en la escuela tradicional, cuya ausencia comienza a ser motivo de análisis pedagógicos y psicológicos profundos por parte de expertos para evaluar los daños. Según la Organización Mundial de la Salud el impacto psico-emocional de la nueva forma de realizar el proceso enseñanza-aprendizaje en las personas y las familias, no debe ser ignorado, especialmente en los niños por su alta vulnerabilidad.

Para Miguel Ángel Santos Guerra, autor de Educar el corazón y los sentimientos en la escuela “una pantalla no es la escuela y la dimensión socializadora exige presencia”. El pedagogo español destaca la importancia del soporte emocional en los alumnos y advierte que “hay docentes que han vivido con dolor la brecha digital en la que sus alumnos y alumnas estaban inmersos: hay familias sin cobertura, con un celular como único canal de comunicación para toda la familia y con malas condiciones ambientales”.

La adaptación a las nuevas reglas obligadas por el confinamiento temporal es un cambio radical en los procesos educativos. Por un lado, no todos los alumnos tienen acceso al internet y a las nuevas tecnologías, debido a la crisis económica por la que atraviesan las familias mexicanas, a pesar de algunos avances interesantes que revela el INEGI como que el 70.1% de la población de seis años o más es usuaria de internet; el 92.5% de los hogares en México cuenta al menos con un televisor digital; el 43.0% de la población de 6 años o más es usuaria de computadora, y el 75.1% de la población en el mismo margen de edad cuenta con un teléfono celular.

Aunque el uso del internet es un fenómeno preponderantemente urbano, según cifras oficiales y la dinámica con las nuevas tecnologías no debería ser en sí misma una desventaja si partimos que cada vez más personas -sobre todo las nuevas generaciones- están familiarizadas con ellas; el nuevo ciclo escolar implica correlaciones distintas en el uso de éstas, un intenso rol familiar, una nueva manera de comunicarse de los docentes con los educandos que involucra el proceso de aprendizaje: ahora los padres asisten a sus hijos más pequeños y los docentes aprenden o se actualizan en el ejercicio de la educación remota.

En México la situación de los trastornos en la conducta de niños y jóvenes a consecuencia de estar demasiado tiempo en casa, así como la nula convivencia personal con sus compañeros es preocupante, de ahí que sea urgente diseñar nuevas políticas públicas que impacten positivamente en la salud, como un gran proyecto social y pedagógico que proporcione atención psicológica y psiquiátrica a los ciudadanos que atienda los efectos pos-pandemia que podrían incidir negativamente en el desarrollo niñez y juventud.

La UNICEF destaca la importancia de continuar con la educación aún en medio del vendaval de cambios e incertidumbre, sosteniendo que es fundamental que los niños y adolescentes sigan aprendiendo a fin de dar continuidad al proceso educativo, porque de no hacerlo, podrían olvidar parte de lo aprendido con anterioridad.

Las circunstancias actuales también han afectado la calidad alimentaria de los alumnos y el empleo de las mujeres encargadas de comprar y darles alimentos saludables en escuelas de educación básica que forman parte del Programa de Escuelas de Tiempo Completo (PETC). Según “Mexicanos Primero”, todavía hay otro reto que enfrentar: la Secretaría de Educación Pública ya agotó el 95 por ciento del presupuesto autorizado a este programa que atiende a 27 mil 063 planteles y a 3 millones 594 mil 54 estudiantes en todo el país. El 65% de las escuelas son primarias generales, 12% primarias indígenas y 11% telesecundarias.

El diagnóstico de los daños pos-pandemia aún no alcanzan a ser visualizados del todo, hay datos preocupantes como aquel que señala que cerca de 1 millón de alumnos que debían inscribirse a tercer grado de secundaria no lo han hecho a estas alturas, se trata de jóvenes de entre 14 y 17 años, los cuáles puede ser que hayan desertado de la escuela para -en el mejor de los casos- trabajar en la economía informal con el objetivo de ayudar en el ingreso familiar, o la otra predicción es, su eventual incorporación a la filas de la delincuencia, situación ésta aún más grave.

De cara a la nueva realidad es claro que el sistema educativo mexicano tendrá que renovarse y repensar los nuevos mecanismos con los que tendrá que enfrentar los nuevos tiempos. Arrancar de raíz la educación clientelar, democratizar el uso de las nuevas tecnologías y convencer a maestros que los tiempos son otros. Sin educación de calidad el país no podrá avanzar a la altura de los retos que corren.

El pedagogo Miguel Ángel Santos destaca la importancia del soporte emocional en los alumnos y advierte que “hay docentes que han vivido con dolor la brecha digital en la que sus alumnos y alumnas estaban inmersos: hay familias sin cobertura, con un celular como único canal de comunicación para toda la familia y con malas condiciones ambientales”.