/ martes 15 de marzo de 2022

La otra guerra

En un mundo globalizado, la guerra no sólo se hace con misiles y bombas, las decisiones financieras y económicas de quienes pueden incidir en el funcionamiento del mercado es otra forma, tal vez menos sangrienta e impactante, pero en el mediano y largo plazo puede ser igual o más contundente.

Sin embargo, entre ambas formas existe una gran diferencia: La guerra con misiles y bombas sólo involucra a los países que en ella intervienen, mientras que la guerra económica trasciende, de una u otra forma, a todo el mundo. Veamos.

Las sanciones impuestas por los países de occidente luego de la invasión de Ucrania comienzan a asfixiar la economía rusa, pero también está causando estragos en el orden económico mundial, fundamentalmente porque al estar prohibidas las operaciones comerciales con los rusos, se está generando, en automático, el alza en el precio de aquellos recursos, productos y servicios que se producen y procesan en Rusia.

Un claro ejemplo de esto es el incremento en el precio de los energéticos: El barril de petróleo ronda los 120 dólares, el gas natural se ha incrementado hasta en un 30% y la gasolina alcanza niveles nunca vistos. Este fenómeno obedece a que Rusia es uno de los principales países exportadores de petróleo y de gas natural, tan sólo en diciembre exportó casi 8 millones de barriles de petróleo y otros productos derivados a los mercados mundiales.

Es oportuno señalar que el aumento en el precio del petróleo afectará a todos los países, independientemente de si Rusia es o no su principal proveedor, está es una cuestión de abasto, a menor disposición de petróleo en el mercado por la prohibición de importar la mezcla rusa, el precio, irremediablemente, subirá.

Otro rubro que está padeciendo las consecuencias de la guerra -entendida en ambas formas- es la fabricación de semiconductores, insumo esencial en la producción de vehículos, computadoras y celulares; Rusia y Ucrania son dos de los exportadores más importantes de cobre, aluminio y níquel, metales que se utilizan para fabricar estos semiconductores.

En el caso de México las cosas pintan del mismo color intenso; la gasolina está subiendo de precio a pesar de que el gobierno incrementa el subsidio en un afán por mantener el precio, digamos, estable, lo mismo ocurre con el gas mientras que la inflación se disparó en febrero a 7.28%.

Un panorama de ese tamaño demanda políticas públicas que puedan contener en algo la crisis energética que ya se padece y la alimentaria que se avizora. Difícil decisión para el gobierno de la 4T que sólo piensa en política populista.


En un mundo globalizado, la guerra no sólo se hace con misiles y bombas, las decisiones financieras y económicas de quienes pueden incidir en el funcionamiento del mercado es otra forma, tal vez menos sangrienta e impactante, pero en el mediano y largo plazo puede ser igual o más contundente.

Sin embargo, entre ambas formas existe una gran diferencia: La guerra con misiles y bombas sólo involucra a los países que en ella intervienen, mientras que la guerra económica trasciende, de una u otra forma, a todo el mundo. Veamos.

Las sanciones impuestas por los países de occidente luego de la invasión de Ucrania comienzan a asfixiar la economía rusa, pero también está causando estragos en el orden económico mundial, fundamentalmente porque al estar prohibidas las operaciones comerciales con los rusos, se está generando, en automático, el alza en el precio de aquellos recursos, productos y servicios que se producen y procesan en Rusia.

Un claro ejemplo de esto es el incremento en el precio de los energéticos: El barril de petróleo ronda los 120 dólares, el gas natural se ha incrementado hasta en un 30% y la gasolina alcanza niveles nunca vistos. Este fenómeno obedece a que Rusia es uno de los principales países exportadores de petróleo y de gas natural, tan sólo en diciembre exportó casi 8 millones de barriles de petróleo y otros productos derivados a los mercados mundiales.

Es oportuno señalar que el aumento en el precio del petróleo afectará a todos los países, independientemente de si Rusia es o no su principal proveedor, está es una cuestión de abasto, a menor disposición de petróleo en el mercado por la prohibición de importar la mezcla rusa, el precio, irremediablemente, subirá.

Otro rubro que está padeciendo las consecuencias de la guerra -entendida en ambas formas- es la fabricación de semiconductores, insumo esencial en la producción de vehículos, computadoras y celulares; Rusia y Ucrania son dos de los exportadores más importantes de cobre, aluminio y níquel, metales que se utilizan para fabricar estos semiconductores.

En el caso de México las cosas pintan del mismo color intenso; la gasolina está subiendo de precio a pesar de que el gobierno incrementa el subsidio en un afán por mantener el precio, digamos, estable, lo mismo ocurre con el gas mientras que la inflación se disparó en febrero a 7.28%.

Un panorama de ese tamaño demanda políticas públicas que puedan contener en algo la crisis energética que ya se padece y la alimentaria que se avizora. Difícil decisión para el gobierno de la 4T que sólo piensa en política populista.