/ domingo 29 de marzo de 2020

La pandemia ha sido buen pretexto para golpear al presidente

Cada día que pasa, en mi mente no cabe lo que veo y escucho en torno a la figura presidencial, donde los golpes de los prianistas le tunden por no ajustarse a sus intereses derivados de la pandemia.

De ahí que noche y día, sus afanes no descansen, cargando sus baterías en contra del primer mandatario, tratando perversamente de aboyar su alta investidura, mediante el calentamiento de los ánimos a través de la irresponsable insidia de algunos medios.

Sin lugar a dudas que el reto de los prianistas y empresarios, consiste en aprovechar la pandemia para apretar las tuercas, hasta que AMLO truene o en su defecto, se hinque ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) y pida frías, para atemperar el fuego de la ambición que ellos mismos han encendido.

Obvio, que toda la inquina que han vertido es desde sus aparadores de cristal y como botón de muestra, baste el ejemplo cobarde de los senadores del PRIAN, que ante los acontecimientos no se han inmutado para echarse a correr, aduciendo que no deben arriesgar su salud y que en pos de salvaguardarla, deben legislar virtualmente, sin importar la intemperie y suerte del pueblo, en el que hipócritamente se escudan para golpear al presidente.

La ruindad se torna aberrante, cuando aprovechan la tempestad para alimentar sus obscuros intereses. No tienen empacho en insistir malintencionadamente, que para resolver dicha pandemia, bastaría simplemente darles la razón o ser como ellos; olvidándoseles que cuando fueron gobierno, las cosas empeoraron y no por su ineficiencia, sino por la cogobernanza de los priistas, que en el ejercicio del poder los rebasó, pese a que a patadas se lo habían arrebatado.

Desde ahí, se le dio forma y reconocimiento oficial al PRIAN. ¿Una nueva enfermedad o un desarrollo inesperado de la pandemia peor? Por eso la corrupción prianista que obstruye y mina las venas del Estado, no nació ayer. Desde el punto de vista moral, darle cabida en estos momentos a la insidia del PRIAN es tan monstruosamente dañino, como inmolarnos para darles la razón.

La maldad de los prianistas no tiene límites, a tal grado que no guardan recato al festejar la tragedia y propagar criminalmente el pánico; al culpar irresponsablemente al presidente de no parar el país, ni llorar a gritos por los fallecimientos masivos, que su mente diabólica ansía registrar en sus estadísticas.

De ahí que no desistan en su empeño malvado, de querer agregarle a la tempestad, el veneno de las aguas negras, con las cuales se santiguan a diario, como genuinos dueños de la porquería que las ensucia.

Y ahí está la evidencia, donde la suciedad llena millones de páginas desinformando, cuyo contenido forma un complot de la oposición irresponsable, que pese a la dañina peste que representa, se atreve a intentar ahora purificarse, magnificando los estragos de la tempestad, donde exhiben paraguas rotos para la población, pero en sus hipócritas oraciones rezando para que la arrastre.

Esa oposición mendaz, que bajo la careta de la salvación, oculta la intención de que el país colapse y su ánimo florezca si la pandemia arropa a la ciudadanía; si la pandemia mata a la mitad de la población y a la otra extenderle un certificado de defunción anticipado. Eso es lo que se observa por encima del propósito falso de contrarrestarla.

Le serie de críticas que a diario emiten, es evidencia de una inconformidad dolosa, que pese a ser la mafia más corrupta del país no se miden. Por eso su descomposición sólo puede ser regenerada por un gran vendaval, como el que pronostican y que está a punto de azotar a nuestro país. De ahí la urgencia y exigencia hacia el presidente para que les construya el Arca de Noé y fletarse, para poner a salvo su legado de corrupción, que no ha podido inocular a la figura presidencial, a la que le atribuyen que está cayendo en las encuestas, pero sin reconocer que su credibilidad ya está en los suelos.

Por eso, es importante reflexionar y no perder de vista las acciones de los reaccionarios, ya que ninguno de ellos puede salir avante en la perversidad de sus fines. En el caso que nos ocupa, sin duda que tendría que ser un bloque formado por hombres de ciencia, cuya mafia carece de ellos. De ahí que evitemos el miedo que nos han infundido los filibusteros de la oposición, que irresponsablemente han descalificado las medidas del presidente, de las cuales estoy convencido que sin ellas la tarea se tornaría imposible.

Ante dicho panorama, cabe la cuestión obligada: ¿Habremos pensado alguna vez, lo que un presidente mexicano tiene que protagonizar en una circunstancia cómo ésta? Empezando que tiene que lidiar con una oposición tan ruin. El ambiente hostil que rodea a nuestro país, las inesperadas dificultades que enfrenta un mandatario, que ha decidido hacer las cosas diferentes y a no dejarse someter por los intereses internacionales. Es ahí donde creo yo, que la diplomacia mexicana está adquiriendo una dimensión política que pocos mexicanos conocemos.

Por eso, no tengo empacho en reconocer, que veo en AMLO a un hombre digno, honesto, hábil, enamorado de su país. He visto que ha impreso a su investidura un aire de dignidad y eficiencia, una versatilidad y una presencia que honran a México. Razones suficientes para que no me quepa duda que es la antítesis de lo que representan los intereses mezquinos de la oposición, que desde que perdió el poder no ha dejado de sembrar el desprecio y fomentar el odio hacia quien se los quitó. De ahí que lo ataquen grotescamente, argumentando que un país no puede renunciar a 90 años de robo y debe dejar el espacio a quienes lo cometieron.

Las relaciones actuales entre el presidente y la oposición recalcitrante, están pasando por una dinámica intensa de odio incontenible. Esto representa el desafío de los mexicanos a revisar, actualizar y reinventar nuestras actitudes y nuestras prácticas hacia este fenómeno, que nos da la opción de escoger entre el bien y el mal, aunque suene un tanto maniqueo.

Porque lo más fácil sería quedarnos en los clichés de siempre. Sabemos que la mayoría de los prianistas nos han respetado poco y nos han utilizado bastante. En la actualidad nos ven como una sociedad equivocada y que basta que hagan ruido para que rectifiquemos. Nuestro despertar los exaspera, la resistencia de permanecer donde decidimos les atemoriza y nuestra inmunidad ante la pandemia los está sacando de quicio. Sabemos también que el PRIAN vive un clima de histeria anti funcionarios, que les hace endurecer hacia ellos todas las posturas y actitudes difamatorias.

Es ahí donde se cifra la fuerza del presidente, en la participación activa de miles y miles de funcionarios, que han sabido cargar con sus responsabilidades, con el máximo de honestidad y de dignidad posibles, que no se contentan con una chamba, sino que anhelan un lugar en el futuro de México.

Evitemos el miedo que nos han infundido los filibusteros de la oposición, que irresponsablemente han descalificado las medidas del presidente, de las cuales estoy convencido que sin ellas la tarea se tornaría imposible.

La maldad de los prianistas no tiene límites, a tal grado que no guardan recato al festejar la tragedia y propagar criminalmente el pánico; al culpar irresponsablemente al presidente de no parar el país, ni llorar a gritos por los fallecimientos masivos, que su mente diabólica ansía registrar en sus estadísticas.

Cada día que pasa, en mi mente no cabe lo que veo y escucho en torno a la figura presidencial, donde los golpes de los prianistas le tunden por no ajustarse a sus intereses derivados de la pandemia.

De ahí que noche y día, sus afanes no descansen, cargando sus baterías en contra del primer mandatario, tratando perversamente de aboyar su alta investidura, mediante el calentamiento de los ánimos a través de la irresponsable insidia de algunos medios.

Sin lugar a dudas que el reto de los prianistas y empresarios, consiste en aprovechar la pandemia para apretar las tuercas, hasta que AMLO truene o en su defecto, se hinque ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) y pida frías, para atemperar el fuego de la ambición que ellos mismos han encendido.

Obvio, que toda la inquina que han vertido es desde sus aparadores de cristal y como botón de muestra, baste el ejemplo cobarde de los senadores del PRIAN, que ante los acontecimientos no se han inmutado para echarse a correr, aduciendo que no deben arriesgar su salud y que en pos de salvaguardarla, deben legislar virtualmente, sin importar la intemperie y suerte del pueblo, en el que hipócritamente se escudan para golpear al presidente.

La ruindad se torna aberrante, cuando aprovechan la tempestad para alimentar sus obscuros intereses. No tienen empacho en insistir malintencionadamente, que para resolver dicha pandemia, bastaría simplemente darles la razón o ser como ellos; olvidándoseles que cuando fueron gobierno, las cosas empeoraron y no por su ineficiencia, sino por la cogobernanza de los priistas, que en el ejercicio del poder los rebasó, pese a que a patadas se lo habían arrebatado.

Desde ahí, se le dio forma y reconocimiento oficial al PRIAN. ¿Una nueva enfermedad o un desarrollo inesperado de la pandemia peor? Por eso la corrupción prianista que obstruye y mina las venas del Estado, no nació ayer. Desde el punto de vista moral, darle cabida en estos momentos a la insidia del PRIAN es tan monstruosamente dañino, como inmolarnos para darles la razón.

La maldad de los prianistas no tiene límites, a tal grado que no guardan recato al festejar la tragedia y propagar criminalmente el pánico; al culpar irresponsablemente al presidente de no parar el país, ni llorar a gritos por los fallecimientos masivos, que su mente diabólica ansía registrar en sus estadísticas.

De ahí que no desistan en su empeño malvado, de querer agregarle a la tempestad, el veneno de las aguas negras, con las cuales se santiguan a diario, como genuinos dueños de la porquería que las ensucia.

Y ahí está la evidencia, donde la suciedad llena millones de páginas desinformando, cuyo contenido forma un complot de la oposición irresponsable, que pese a la dañina peste que representa, se atreve a intentar ahora purificarse, magnificando los estragos de la tempestad, donde exhiben paraguas rotos para la población, pero en sus hipócritas oraciones rezando para que la arrastre.

Esa oposición mendaz, que bajo la careta de la salvación, oculta la intención de que el país colapse y su ánimo florezca si la pandemia arropa a la ciudadanía; si la pandemia mata a la mitad de la población y a la otra extenderle un certificado de defunción anticipado. Eso es lo que se observa por encima del propósito falso de contrarrestarla.

Le serie de críticas que a diario emiten, es evidencia de una inconformidad dolosa, que pese a ser la mafia más corrupta del país no se miden. Por eso su descomposición sólo puede ser regenerada por un gran vendaval, como el que pronostican y que está a punto de azotar a nuestro país. De ahí la urgencia y exigencia hacia el presidente para que les construya el Arca de Noé y fletarse, para poner a salvo su legado de corrupción, que no ha podido inocular a la figura presidencial, a la que le atribuyen que está cayendo en las encuestas, pero sin reconocer que su credibilidad ya está en los suelos.

Por eso, es importante reflexionar y no perder de vista las acciones de los reaccionarios, ya que ninguno de ellos puede salir avante en la perversidad de sus fines. En el caso que nos ocupa, sin duda que tendría que ser un bloque formado por hombres de ciencia, cuya mafia carece de ellos. De ahí que evitemos el miedo que nos han infundido los filibusteros de la oposición, que irresponsablemente han descalificado las medidas del presidente, de las cuales estoy convencido que sin ellas la tarea se tornaría imposible.

Ante dicho panorama, cabe la cuestión obligada: ¿Habremos pensado alguna vez, lo que un presidente mexicano tiene que protagonizar en una circunstancia cómo ésta? Empezando que tiene que lidiar con una oposición tan ruin. El ambiente hostil que rodea a nuestro país, las inesperadas dificultades que enfrenta un mandatario, que ha decidido hacer las cosas diferentes y a no dejarse someter por los intereses internacionales. Es ahí donde creo yo, que la diplomacia mexicana está adquiriendo una dimensión política que pocos mexicanos conocemos.

Por eso, no tengo empacho en reconocer, que veo en AMLO a un hombre digno, honesto, hábil, enamorado de su país. He visto que ha impreso a su investidura un aire de dignidad y eficiencia, una versatilidad y una presencia que honran a México. Razones suficientes para que no me quepa duda que es la antítesis de lo que representan los intereses mezquinos de la oposición, que desde que perdió el poder no ha dejado de sembrar el desprecio y fomentar el odio hacia quien se los quitó. De ahí que lo ataquen grotescamente, argumentando que un país no puede renunciar a 90 años de robo y debe dejar el espacio a quienes lo cometieron.

Las relaciones actuales entre el presidente y la oposición recalcitrante, están pasando por una dinámica intensa de odio incontenible. Esto representa el desafío de los mexicanos a revisar, actualizar y reinventar nuestras actitudes y nuestras prácticas hacia este fenómeno, que nos da la opción de escoger entre el bien y el mal, aunque suene un tanto maniqueo.

Porque lo más fácil sería quedarnos en los clichés de siempre. Sabemos que la mayoría de los prianistas nos han respetado poco y nos han utilizado bastante. En la actualidad nos ven como una sociedad equivocada y que basta que hagan ruido para que rectifiquemos. Nuestro despertar los exaspera, la resistencia de permanecer donde decidimos les atemoriza y nuestra inmunidad ante la pandemia los está sacando de quicio. Sabemos también que el PRIAN vive un clima de histeria anti funcionarios, que les hace endurecer hacia ellos todas las posturas y actitudes difamatorias.

Es ahí donde se cifra la fuerza del presidente, en la participación activa de miles y miles de funcionarios, que han sabido cargar con sus responsabilidades, con el máximo de honestidad y de dignidad posibles, que no se contentan con una chamba, sino que anhelan un lugar en el futuro de México.

Evitemos el miedo que nos han infundido los filibusteros de la oposición, que irresponsablemente han descalificado las medidas del presidente, de las cuales estoy convencido que sin ellas la tarea se tornaría imposible.

La maldad de los prianistas no tiene límites, a tal grado que no guardan recato al festejar la tragedia y propagar criminalmente el pánico; al culpar irresponsablemente al presidente de no parar el país, ni llorar a gritos por los fallecimientos masivos, que su mente diabólica ansía registrar en sus estadísticas.