/ domingo 31 de mayo de 2020

La Pobreza en México en tiempos del Covid-19

Aunque todavía no es factible estimar con precisión los daños que dejará la pandemia provocada por el Covid-19 en diversos ámbitos de la vida personal y social de las personas que habitan los países asolados por ella, resulta ineludible realizar diagnósticos certeros, cuyos resultados sean coincidentes con la realidad, a fin de enfrentar de la mejor manera los retos que vienen en materia social, particularmente en lo que se refiere a los índices pobreza y pobreza extrema que tiende a agudizarse, cuyas heridas ya abiertas en caso de no corregirse las políticas sociales actuales, serán más lamentables para la población desprotegida.

De igual forma, también puede resultar inevitable que en la nueva realidad millones de personas se despierten en próximos días con la sorpresa que ya perdieron patrimonio, bienes y oportunidades que durante décadas han conquistado para estar considerados como parte de la clase media, cayendo en tan sólo tres o cuatro meses en uno o varios de los índices de pobreza, a pesar de que sus logros son resultado de años de esfuerzo.

A través de la Red de Acción y Ética Política, durante la semana se realizó una interesante sesión de trabajo para analizar este asunto, en la misma tuve la oportunidad de participar junto con empresarios del país, legisladores de todos los partidos políticos, actores de la sociedad civil y líderes religiosos de distintas las iglesias, escuchando en voz de expertos en movilidad social y desarrollo económico las valoraciones que sugieren un giro en el diseño y ejecución de los programas sociales.

Y es que estamos ante un hecho inédito: la pobreza laboral en el país aumentó dramáticamente como resultado de la pandemia y no hay una respuesta del Gobierno Mexicano ante la consecuencia grave que derivan de este asunto. Para darnos una idea de la dimensión del problema que los expertos bautizan como pobreza laboral, en 15 años tuvimos un registro de sólo 2.5 puntos, sin embargo en tan solo los últimos 4 meses alcanzamos 8.5 puntos, cifra que impacta en la tasa de desocupación laboral ha dejado sin ingresos a millones de familias que están perdiendo sus derechos en acceso a la alimentación, vivienda, servicios de salud y educación por citar sólo algunos de los indicadores para medir las carencias sociales.

De acuerdo con información proveniente del Fondo Monetario Internacional, México destina menos del 1% del PIB para enfrentar la emergencia, mientras que Alemania e Italia se ubican como los países con mejor desempeño al destinar el 35% y 34% del PIB respectivamente, incluyendo valientes medidas fiscales para apoyar a sus ciudadanos. Nuestro país sólo está ligeramente arriba de Honduras, India, Sudáfrica, Colombia y Nigeria.

Las cifras son duras pero lo son más aún las historias familiares que se esconden tras ellas, mucho más. En México millones de familias ante el declive de los ingresos han tenido que dejar de pagar el alquiler, la alimentación suficiente y los servicios médicos.

Un país fuerte debe tener un gobierno resiliente, estar preparado para enfrentar emergencias -como calamidades sanitarias, desastres naturales y crisis económicas- superar las adversidades y emerger del infortunio con más fortalezas, encarando el problema con voluntad de corregir el rumbo. En el caso de México no hubo acciones previsoras a pesar de que el mundo nos avisó tres meses antes de los riesgos inminentes. A la fecha, tampoco vemos acciones contundentes. El gobierno insiste en la política asistencialista en la que prefiere repartir dinero en efectivo a los más pobres en lugar de crear las condiciones para que ellos mismos puedan generar sus ingresos y depender de su esfuerzo.

¿Qué hay por delante si consideramos que la pobreza es intergeneracional y que cuesta años revertirla? Es importante considerar que Coneval en su reciente informe sobre la pobreza revela un pronóstico con el aumento en 10 millones del número de pobres como efecto de la actual inmovilidad de la mayoría de las actividades económicas. La movilidad social se mantendría estática o en retroceso, siendo ésta una de las razones que nos debemos mantener atentos para que no se pongan en riesgo los logros previamente alcanzados, de manera destacada las oportunidades de acceso a la alimentación, la salud, la educación, la recreación, la cultura y la igualdad de oportunidades laborales y de superación personal.

La opinión de expertos en este gran foro de discusión se enfocó en la reorientación de táctica presupuestal aumentando la inversión de recursos públicos en salud y educación, materias que nos abren mejores perspectivas para salir airosos, los países altamente desarrollados cimientan su situación de privilegio en la calidad de sus sistemas de educación y salud. Otra fortaleza ambiciosa que se debe vigorizar es la seguridad social, que también implica un mayor esfuerzo de los sectores público, social y privado, es imposible que se combata la pobreza sin atender con determinación estas materias.

La coyuntura requiere un plan económico integral y de emergencia. El gasto social ha sido insuficiente y mal distribuido, situación que no se corrigen con políticas asistencialistas; se debe enmendar con inversión pública, con productividad y la participación social; de ahí la necesidad de cerrar divisiones, esquemas ideológicos, posturas unilaterales desde el poder, la situación que vivimos exige altura de miras y encauzar al país por la vía de la solidaridad y el esfuerzo compartido de los diversos actores políticos, económicos y sociales.

Como dijo Oscar Wilde: “el hombre puede soportar las desgracias que son accidentales y llegan de fuera, pero sufrir por propias culpas, ésa es la pesadilla de la vida”.

Gobernar no se trata sólo de paliar el hambre y la desigualdad, sino de hacer el máximo esfuerzo para desaparecerlas desde su origen.

Aunque todavía no es factible estimar con precisión los daños que dejará la pandemia provocada por el Covid-19 en diversos ámbitos de la vida personal y social de las personas que habitan los países asolados por ella, resulta ineludible realizar diagnósticos certeros, cuyos resultados sean coincidentes con la realidad, a fin de enfrentar de la mejor manera los retos que vienen en materia social, particularmente en lo que se refiere a los índices pobreza y pobreza extrema que tiende a agudizarse, cuyas heridas ya abiertas en caso de no corregirse las políticas sociales actuales, serán más lamentables para la población desprotegida.

De igual forma, también puede resultar inevitable que en la nueva realidad millones de personas se despierten en próximos días con la sorpresa que ya perdieron patrimonio, bienes y oportunidades que durante décadas han conquistado para estar considerados como parte de la clase media, cayendo en tan sólo tres o cuatro meses en uno o varios de los índices de pobreza, a pesar de que sus logros son resultado de años de esfuerzo.

A través de la Red de Acción y Ética Política, durante la semana se realizó una interesante sesión de trabajo para analizar este asunto, en la misma tuve la oportunidad de participar junto con empresarios del país, legisladores de todos los partidos políticos, actores de la sociedad civil y líderes religiosos de distintas las iglesias, escuchando en voz de expertos en movilidad social y desarrollo económico las valoraciones que sugieren un giro en el diseño y ejecución de los programas sociales.

Y es que estamos ante un hecho inédito: la pobreza laboral en el país aumentó dramáticamente como resultado de la pandemia y no hay una respuesta del Gobierno Mexicano ante la consecuencia grave que derivan de este asunto. Para darnos una idea de la dimensión del problema que los expertos bautizan como pobreza laboral, en 15 años tuvimos un registro de sólo 2.5 puntos, sin embargo en tan solo los últimos 4 meses alcanzamos 8.5 puntos, cifra que impacta en la tasa de desocupación laboral ha dejado sin ingresos a millones de familias que están perdiendo sus derechos en acceso a la alimentación, vivienda, servicios de salud y educación por citar sólo algunos de los indicadores para medir las carencias sociales.

De acuerdo con información proveniente del Fondo Monetario Internacional, México destina menos del 1% del PIB para enfrentar la emergencia, mientras que Alemania e Italia se ubican como los países con mejor desempeño al destinar el 35% y 34% del PIB respectivamente, incluyendo valientes medidas fiscales para apoyar a sus ciudadanos. Nuestro país sólo está ligeramente arriba de Honduras, India, Sudáfrica, Colombia y Nigeria.

Las cifras son duras pero lo son más aún las historias familiares que se esconden tras ellas, mucho más. En México millones de familias ante el declive de los ingresos han tenido que dejar de pagar el alquiler, la alimentación suficiente y los servicios médicos.

Un país fuerte debe tener un gobierno resiliente, estar preparado para enfrentar emergencias -como calamidades sanitarias, desastres naturales y crisis económicas- superar las adversidades y emerger del infortunio con más fortalezas, encarando el problema con voluntad de corregir el rumbo. En el caso de México no hubo acciones previsoras a pesar de que el mundo nos avisó tres meses antes de los riesgos inminentes. A la fecha, tampoco vemos acciones contundentes. El gobierno insiste en la política asistencialista en la que prefiere repartir dinero en efectivo a los más pobres en lugar de crear las condiciones para que ellos mismos puedan generar sus ingresos y depender de su esfuerzo.

¿Qué hay por delante si consideramos que la pobreza es intergeneracional y que cuesta años revertirla? Es importante considerar que Coneval en su reciente informe sobre la pobreza revela un pronóstico con el aumento en 10 millones del número de pobres como efecto de la actual inmovilidad de la mayoría de las actividades económicas. La movilidad social se mantendría estática o en retroceso, siendo ésta una de las razones que nos debemos mantener atentos para que no se pongan en riesgo los logros previamente alcanzados, de manera destacada las oportunidades de acceso a la alimentación, la salud, la educación, la recreación, la cultura y la igualdad de oportunidades laborales y de superación personal.

La opinión de expertos en este gran foro de discusión se enfocó en la reorientación de táctica presupuestal aumentando la inversión de recursos públicos en salud y educación, materias que nos abren mejores perspectivas para salir airosos, los países altamente desarrollados cimientan su situación de privilegio en la calidad de sus sistemas de educación y salud. Otra fortaleza ambiciosa que se debe vigorizar es la seguridad social, que también implica un mayor esfuerzo de los sectores público, social y privado, es imposible que se combata la pobreza sin atender con determinación estas materias.

La coyuntura requiere un plan económico integral y de emergencia. El gasto social ha sido insuficiente y mal distribuido, situación que no se corrigen con políticas asistencialistas; se debe enmendar con inversión pública, con productividad y la participación social; de ahí la necesidad de cerrar divisiones, esquemas ideológicos, posturas unilaterales desde el poder, la situación que vivimos exige altura de miras y encauzar al país por la vía de la solidaridad y el esfuerzo compartido de los diversos actores políticos, económicos y sociales.

Como dijo Oscar Wilde: “el hombre puede soportar las desgracias que son accidentales y llegan de fuera, pero sufrir por propias culpas, ésa es la pesadilla de la vida”.

Gobernar no se trata sólo de paliar el hambre y la desigualdad, sino de hacer el máximo esfuerzo para desaparecerlas desde su origen.