/ lunes 3 de diciembre de 2018

La política es así

Conocidas las fallas, las deficiencias, las políticas y las omisiones de los pasados gobiernos, el que preside el Presidente de la República, reitera ya en el ejercicio del poder, lo que ofreció en campaña, y que, en esencia, constituye el nuevo amanecer para el país.

Fin de una centuria (aquí me sumo al punto de vista, entre otros, de Lorenzo Meyes) y un nuevo amanecer. Así se podría identificar la asunción del poder por AMLO el pasado uno de diciembre del año en curso.

El fin de una centuria lo sería en virtud de que, a partir de 1917, el país estuvo gobernado por personajes con distintas tonalidades revolucionarias, que van de la intensidad a la desapercibida, y que las mismas estuvieron presentes en los llamados regímenes de la alternancia (2000-2012), en los cuales, si bien es cierto que el titular del Poder Ejecutivo provenía del partido creado y sostenido para disputarle el poder al que se decía poseía la esencia revolucionaria de 1910 a 1917, éste marcaba la pauta en el seno del Poder Legislativo.

Ante el fin de siglo se presenta y ya gobierna, en el marco de lo que podría llamarse un nuevo amanecer para el país, quien llegó al poder apoyado en un discurso contestatario y crítico de lo hecho y de lo no hecho en el ejercicio del cargo por los gobernantes del país en el lapso indicado, principalmente a partir de 1982, año este que se ha tomado como en el que se hizo presente la doctrina del neoliberalismo que el presidente constitucional considera constituye el origen de todos los males que prevalecen hasta le fecha.

Tal argumentación sostenida por el presidente y apoyada por hechos comprobados, sumió al país en la crisis que ahora la agobia, principalmente a los nacionales de bajo nivel económico y de escasa o nula educación.

El presidente constitucional no es ningún improvisado ni en el arte de gobernar y mucho menos en el activismo, movilización y comunicación popular, ya que hace treinta años inició su larga, creativa y productiva carrera que lo condujo al poder político supremo del país.

Derrotado en sus aspiraciones presidenciales en 2006 y 2012 bajo la sombra del fraude electoral, a partir del último año inicia la jornada electoral que culminó con su elección el pasado uno de julio.

Se separa del Partido en el que militaba e inicia la creación de uno nuevo cuyo registro se le concede, lo cual le permitió participar en las elecciones intermedias de 2015 con candidatos propios para obtener el registro definitivo. El resto es historia, como también lo es el contenido de su discurso que lo condujo a la Presidencia de la República; discurso cuyo contenido no es otro más que el de señalar la corrupción e impunidad imperantes, la inseguridad y la violencia que laceraba la vida nacional, las desigualdades crecientes desde siempre y que no habían sido abatidas por los regímenes calificados como neo liberales.

Su discurso penetró en atención a dos factores determinantes.

El primero lo fue el fracaso de las grandes reformas estratégicas que se gestaron y concretaron en el Pacto por México firmado por el gobierno federal y los tres partidos con mayor presencia nacional, las cuales, además de no haber sido divulgadas para su comprensión total, en el terreno de los hechos, no alcanzaron los objetivos señalados, lo cual los gobernados sí se percataron a partir de la puesta en marcha de la reforma energética que abrió las puertas a la inversión privada nacional y extranjera, para que la misma compitiera con las empresas productivas del estado que sustituyeran y, en cierto sentido, desplazaran a los organismos descentralizados Petróleos Mexicanos y Comisión Federal de Electricidad.

La prueba del fracaso de la misma se dio y afectó la economía de los nacionales con el incremento de los precios de las gasolinas que tuvo lugar en los primeros días de enero de 2017.

La reforma educativa y sus intentos de aplicarla a cabalidad, implicaría un largo análisis propia de especialistas, los cuales han vertido sus opiniones en múltiples espacios, y quienes la calificaron más que punitiva que formativa.

Fracasadas pues las reformas estructurales cuyo visibilidad adquirió mayores niveles de rechazo con la corrupción, la violencia, la impunidad y la inseguridad cuyos casos proliferaron, el fin de siglo estaba asegurado para los regímenes de origen centenario, lo cual se traduciría en el triunfo del candidato presidencial vencedor, quien, como ya se dijo, utilizó las múltiples fallas del pasado y del presente para forjar, elaborar y comunicar su discurso, para así convertirse en el heraldo de un nuevo amanecer.

Lo señalado se hizo más evidente por el hecho de que, al margen de las circunstancias concurrentes, las obras estructurales del sexenio que se fue, no se concretaron, algunas ni siquiera se iniciaron (el ferrocarril Ciudad de México-Querétaro, el tren transpeninsular), y otras quedaron sin terminar (el tren rápido Ciudad de México-Toluca), y la emblemática anunciada que se cancelará, salvo lo que resuelva el Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México, que es una empresa paraestatal de participación mayoritaria por parte del gobierno federal, que según se divulgó el pasado domingo, su cancelación estaba en “stand by” y sujeta a la compra de los bonos emitidos para evitar demandas en el contexto de las finanzas internacionales. Falta saber el cómo y cuándo quedarían sin efecto algunas de las reformas estructurales del sexenio que feneció.

Conocidas las fallas, las deficiencias, las políticas y las omisiones de los pasados gobiernos, el que preside el Presidente de la República, reitera ya en el ejercicio del poder, lo que ofreció en campaña, y que, en esencia, constituye el nuevo amanecer para el país.

Obras de infraestructura, como el tren maya, el corredor transístimico, la plantación de un millón de árboles frutales y maderables, la construcción de una nueva refinería y la rehabilitación de las seis existentes, y las cuales generarán empleos; el no incremento a los combustibles superiores a la inflación; un salario mínimo superior a ésta; la reforma fiscal para la franja fronteriza norte de 25 kilómetros, más la duplicación del salario mínimo en la misma; la austeridad republicana en los altos mandos de la burocracia del gobierno; el efectivo combate a la corrupción y a la impunidad en los tiempos que vienen; garantizar la seguridad nacional con la creación de la guardia nacional que se integrará con de la Policía Militar, de la Policía Naval y de la Policía Federal; los programas sociales de apoyo para diversos segmentos de la población, etc.

El discurso de fin de siglo y del nuevo amanecer han penetrado fuerte en el consciente e inconsciente colectivos. Sus partidarios tienen plena confianza que las promesas serán hechos futuros, puesto que no tiene derecho a fallar.

Los partidos vencidos, lamen sus heridas para reestructurar sus cuadros para recuperar la competitividad perdida en las pasadas elecciones.


Conocidas las fallas, las deficiencias, las políticas y las omisiones de los pasados gobiernos, el que preside el Presidente de la República, reitera ya en el ejercicio del poder, lo que ofreció en campaña, y que, en esencia, constituye el nuevo amanecer para el país.

Fin de una centuria (aquí me sumo al punto de vista, entre otros, de Lorenzo Meyes) y un nuevo amanecer. Así se podría identificar la asunción del poder por AMLO el pasado uno de diciembre del año en curso.

El fin de una centuria lo sería en virtud de que, a partir de 1917, el país estuvo gobernado por personajes con distintas tonalidades revolucionarias, que van de la intensidad a la desapercibida, y que las mismas estuvieron presentes en los llamados regímenes de la alternancia (2000-2012), en los cuales, si bien es cierto que el titular del Poder Ejecutivo provenía del partido creado y sostenido para disputarle el poder al que se decía poseía la esencia revolucionaria de 1910 a 1917, éste marcaba la pauta en el seno del Poder Legislativo.

Ante el fin de siglo se presenta y ya gobierna, en el marco de lo que podría llamarse un nuevo amanecer para el país, quien llegó al poder apoyado en un discurso contestatario y crítico de lo hecho y de lo no hecho en el ejercicio del cargo por los gobernantes del país en el lapso indicado, principalmente a partir de 1982, año este que se ha tomado como en el que se hizo presente la doctrina del neoliberalismo que el presidente constitucional considera constituye el origen de todos los males que prevalecen hasta le fecha.

Tal argumentación sostenida por el presidente y apoyada por hechos comprobados, sumió al país en la crisis que ahora la agobia, principalmente a los nacionales de bajo nivel económico y de escasa o nula educación.

El presidente constitucional no es ningún improvisado ni en el arte de gobernar y mucho menos en el activismo, movilización y comunicación popular, ya que hace treinta años inició su larga, creativa y productiva carrera que lo condujo al poder político supremo del país.

Derrotado en sus aspiraciones presidenciales en 2006 y 2012 bajo la sombra del fraude electoral, a partir del último año inicia la jornada electoral que culminó con su elección el pasado uno de julio.

Se separa del Partido en el que militaba e inicia la creación de uno nuevo cuyo registro se le concede, lo cual le permitió participar en las elecciones intermedias de 2015 con candidatos propios para obtener el registro definitivo. El resto es historia, como también lo es el contenido de su discurso que lo condujo a la Presidencia de la República; discurso cuyo contenido no es otro más que el de señalar la corrupción e impunidad imperantes, la inseguridad y la violencia que laceraba la vida nacional, las desigualdades crecientes desde siempre y que no habían sido abatidas por los regímenes calificados como neo liberales.

Su discurso penetró en atención a dos factores determinantes.

El primero lo fue el fracaso de las grandes reformas estratégicas que se gestaron y concretaron en el Pacto por México firmado por el gobierno federal y los tres partidos con mayor presencia nacional, las cuales, además de no haber sido divulgadas para su comprensión total, en el terreno de los hechos, no alcanzaron los objetivos señalados, lo cual los gobernados sí se percataron a partir de la puesta en marcha de la reforma energética que abrió las puertas a la inversión privada nacional y extranjera, para que la misma compitiera con las empresas productivas del estado que sustituyeran y, en cierto sentido, desplazaran a los organismos descentralizados Petróleos Mexicanos y Comisión Federal de Electricidad.

La prueba del fracaso de la misma se dio y afectó la economía de los nacionales con el incremento de los precios de las gasolinas que tuvo lugar en los primeros días de enero de 2017.

La reforma educativa y sus intentos de aplicarla a cabalidad, implicaría un largo análisis propia de especialistas, los cuales han vertido sus opiniones en múltiples espacios, y quienes la calificaron más que punitiva que formativa.

Fracasadas pues las reformas estructurales cuyo visibilidad adquirió mayores niveles de rechazo con la corrupción, la violencia, la impunidad y la inseguridad cuyos casos proliferaron, el fin de siglo estaba asegurado para los regímenes de origen centenario, lo cual se traduciría en el triunfo del candidato presidencial vencedor, quien, como ya se dijo, utilizó las múltiples fallas del pasado y del presente para forjar, elaborar y comunicar su discurso, para así convertirse en el heraldo de un nuevo amanecer.

Lo señalado se hizo más evidente por el hecho de que, al margen de las circunstancias concurrentes, las obras estructurales del sexenio que se fue, no se concretaron, algunas ni siquiera se iniciaron (el ferrocarril Ciudad de México-Querétaro, el tren transpeninsular), y otras quedaron sin terminar (el tren rápido Ciudad de México-Toluca), y la emblemática anunciada que se cancelará, salvo lo que resuelva el Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México, que es una empresa paraestatal de participación mayoritaria por parte del gobierno federal, que según se divulgó el pasado domingo, su cancelación estaba en “stand by” y sujeta a la compra de los bonos emitidos para evitar demandas en el contexto de las finanzas internacionales. Falta saber el cómo y cuándo quedarían sin efecto algunas de las reformas estructurales del sexenio que feneció.

Conocidas las fallas, las deficiencias, las políticas y las omisiones de los pasados gobiernos, el que preside el Presidente de la República, reitera ya en el ejercicio del poder, lo que ofreció en campaña, y que, en esencia, constituye el nuevo amanecer para el país.

Obras de infraestructura, como el tren maya, el corredor transístimico, la plantación de un millón de árboles frutales y maderables, la construcción de una nueva refinería y la rehabilitación de las seis existentes, y las cuales generarán empleos; el no incremento a los combustibles superiores a la inflación; un salario mínimo superior a ésta; la reforma fiscal para la franja fronteriza norte de 25 kilómetros, más la duplicación del salario mínimo en la misma; la austeridad republicana en los altos mandos de la burocracia del gobierno; el efectivo combate a la corrupción y a la impunidad en los tiempos que vienen; garantizar la seguridad nacional con la creación de la guardia nacional que se integrará con de la Policía Militar, de la Policía Naval y de la Policía Federal; los programas sociales de apoyo para diversos segmentos de la población, etc.

El discurso de fin de siglo y del nuevo amanecer han penetrado fuerte en el consciente e inconsciente colectivos. Sus partidarios tienen plena confianza que las promesas serán hechos futuros, puesto que no tiene derecho a fallar.

Los partidos vencidos, lamen sus heridas para reestructurar sus cuadros para recuperar la competitividad perdida en las pasadas elecciones.


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