/ lunes 28 de enero de 2019

La política es así

De la lectura y el análisis de la investigación de Jacinto Rodríguez Munguía, contenida en su libro titulado “La conspiración del 68.- Los intelectuales y el poder: Así se fraguó la matanza”, editado por Debate el pasado octubre de 2018, se podría concluir que en el libro citado se identifican los personajes calificados como intelectuales y cuyos aportes fueron claves en la génesis, secuencia y conclusión del Movimiento Estudiantil de 1968, el cual terminó con la matanza del 2 de octubre de dicho año que ocurrió en la plaza de las Tres Culturas de la Unidad habitacional de Tlatelolco.

Al respecto, sólo habría que reiterar que los personajes estaban ligados a las aspiraciones políticas del secretario de Gobernación.

A mayor abundamiento y desde la perspectiva, no del investigador Rodríguez Munguía sino de uno de los dirigentes más emblemáticos e influyentes del Consejo Nacional de Huelga, para más luces del 68, es obligada la lectura del libro de Joel Ortega Juárez titulado “Adiós al 68”, editado por Grijalbo en agosto de 2018, avalado también de cerca de 200 publicaciones de diversa procedencia, dentro de las cuales se incluye la obra de Julio Scherer García y Carlos Monsiváis, titulada “Parte de guerra: Tlatelolco 1968. Documentos del general Marcelino García Barragán: los hechos y la historia”.

Identificados pues los intelectuales de la génesis del movimiento estudiantil, habría que establecer quiénes fueron los actores materiales de los hechos del 2 de octubre de 1968.

Después de más de dos meses de haberse iniciado el movimiento, cuyos planteamientos eran prácticamente inocuos para el sistema presidencialista autoritario, a pesar de los cual se filtraron dominaron el escenario nacional con repercusiones internacionales, en el sentido de la conjura comunista que pretendía cambiar el sistema de producción y de gobiernos capitalistas dominantes, para dar paso al socialismo inspirado en el estalinismo de la lejana Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, pero muy próximo a la influencia del régimen de la Revolución triunfante de Cuba y del adalid revolucionario de Ernesto “Ché” Guevara quien aparecía como el impulsor de la Revolución mundial, y quien, apenas el año anterior, había sido detenido y muerto en Bolivia.

Con miras a la ubicación de lo planteado, habría que recordar que los seis puntos petitorios demandados por los estudiantes, fueron: Libertad de todos los presos políticos; derogación del artículo 145 del Código Penal Federal; desaparición del cuerpo de granaderos; destitución de los jefes policíacos de la capital; indemnización de las víctimas de los actos represivos; y deslinde de responsabilidades de los funcionarios involucrados en actos de violencia contra de los estudiantes.

O sea, no se pedía nada que, con voluntad política, bien se pudo haber concedido sin que resultara afectado “el inefable principio de autoridad”, y más si se toma en cuenta que el origen de la confrontación estudiantil que luego dio pie al movimiento, se situó en hechos nimios que desde el exterior fueron influidos para que su crecimiento llegara a la confrontación con el Gobierno, y que siempre que estuvo a punto de terminar, los provocadores inmersos en el movimiento de inmediato actuaban para avivar el fuego de la inconformidad y de las movilizaciones.

Ante la urgencia de terminar el movimiento estudiantil cuyos efectos cuales podrían afectar la celebración de los Juegos Olímpicos que se iniciarían el 12 de octubre siguiente, con la concurrencia en la toma de decisiones del secretario de Gobernación, del jefe de Gobierno del Distrito Federal y del secretario de la Defensa Nacional, tal y como se desprende de la investigación de Rodríguez Munguía, se concibió, se planeó y se organizó la Operación Galeana, la cual estaría a cargo de militares auxiliados por las policías federal y capitalina.

La operación tenía como finalidad detener a todos los dirigentes del Consejo Nacional de Huelga para así descabezar el movimiento y que éste, sin dirigencia, se disolviera.

Para obtener tal objetivo, se situaron a los integrantes del famoso Batallón Olimpia en departamentos del piso tres del Edificio Chihuahua del conjunto habitacional, que se identificarían por portar un guante blanco, y quienes, ante las señales acordadas, procederían a detener a los dirigentes estudiantiles.

Alrededor de la plaza se situaron diversos batallones y cuerpos del Ejército Mexicano, al parecer con instrucciones precisas de no disparar a menos de que fueran agredidos, los cuales estaban al mando del General de Brigada José Hernández Toledo. La ubicación de los cuerpos del Ejército está señalada en los documentos proporcionados a Julio Scherer García por el nieto de quien fuera secretario de la Defensa Nacional.

Lo que no supo oportunamente el secretario de referencia fue que, en las alturas de los edificios que rodeaban la plaza, fueron ubicados elementos militares que dependían del entonces jefe del Estado Mayor Presidencial, quienes al aparecer las luces de bengala iniciaron el fuego no sólo hacia la multitud congregada en la Plaza, sino también en contra de los militares apostados a los lados de aquélla, y, en forma “coincidente”, una de las primeras bajas fue precisamente el responsable del operativo, quien al estar imposibilitado para ejercer el mando, fue sustituido por su segundo (el militar fantasma, le llama el investigador) quien dio instrucciones para que se respondiera el fuego que provenía de las alturas. El militar que sustituyó en la cadena de mando al general Hernández Toledo en el sexenio siguiente fue el jefe del Estado Mayor Presidencial.

Al ocurrir los hechos narrados (se sigue la versión del investigador), el titular de la Defensa ordenó que soldados subieran y detuvieran a los que habían disparado desde las alturas, por lo que al saber de la orden dada, el jefe del Estado Mayor Presidencial le comunicó al secretario el operativo que se había realizado y que había estado a su cargo y, además, le pidió que no se atentara en contra de la vida e integridad corporal de los elementos situados de acuerdo con sus instrucciones para que actuaran en la forma de cómo ha quedado establecido.

Como lo señala Joel Ortega Juárez, el presidente de la República (1970-1970), fue investigado y consignado por la Fiscalía especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado y a quien se le imputaron probables hechos delictuosos derivados de la matanza del 2 de octubre y del 10 de junio de 1971; se siguió proceso penal en su contra y al final, fue absuelto. La fiscalía creada por el tiempo y las presiones ejercidas, fue desaparecida el 30 de noviembre de 2006.

De la lectura y el análisis de la investigación de Jacinto Rodríguez Munguía, contenida en su libro titulado “La conspiración del 68.- Los intelectuales y el poder: Así se fraguó la matanza”, editado por Debate el pasado octubre de 2018, se podría concluir que en el libro citado se identifican los personajes calificados como intelectuales y cuyos aportes fueron claves en la génesis, secuencia y conclusión del Movimiento Estudiantil de 1968, el cual terminó con la matanza del 2 de octubre de dicho año que ocurrió en la plaza de las Tres Culturas de la Unidad habitacional de Tlatelolco.

Al respecto, sólo habría que reiterar que los personajes estaban ligados a las aspiraciones políticas del secretario de Gobernación.

A mayor abundamiento y desde la perspectiva, no del investigador Rodríguez Munguía sino de uno de los dirigentes más emblemáticos e influyentes del Consejo Nacional de Huelga, para más luces del 68, es obligada la lectura del libro de Joel Ortega Juárez titulado “Adiós al 68”, editado por Grijalbo en agosto de 2018, avalado también de cerca de 200 publicaciones de diversa procedencia, dentro de las cuales se incluye la obra de Julio Scherer García y Carlos Monsiváis, titulada “Parte de guerra: Tlatelolco 1968. Documentos del general Marcelino García Barragán: los hechos y la historia”.

Identificados pues los intelectuales de la génesis del movimiento estudiantil, habría que establecer quiénes fueron los actores materiales de los hechos del 2 de octubre de 1968.

Después de más de dos meses de haberse iniciado el movimiento, cuyos planteamientos eran prácticamente inocuos para el sistema presidencialista autoritario, a pesar de los cual se filtraron dominaron el escenario nacional con repercusiones internacionales, en el sentido de la conjura comunista que pretendía cambiar el sistema de producción y de gobiernos capitalistas dominantes, para dar paso al socialismo inspirado en el estalinismo de la lejana Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, pero muy próximo a la influencia del régimen de la Revolución triunfante de Cuba y del adalid revolucionario de Ernesto “Ché” Guevara quien aparecía como el impulsor de la Revolución mundial, y quien, apenas el año anterior, había sido detenido y muerto en Bolivia.

Con miras a la ubicación de lo planteado, habría que recordar que los seis puntos petitorios demandados por los estudiantes, fueron: Libertad de todos los presos políticos; derogación del artículo 145 del Código Penal Federal; desaparición del cuerpo de granaderos; destitución de los jefes policíacos de la capital; indemnización de las víctimas de los actos represivos; y deslinde de responsabilidades de los funcionarios involucrados en actos de violencia contra de los estudiantes.

O sea, no se pedía nada que, con voluntad política, bien se pudo haber concedido sin que resultara afectado “el inefable principio de autoridad”, y más si se toma en cuenta que el origen de la confrontación estudiantil que luego dio pie al movimiento, se situó en hechos nimios que desde el exterior fueron influidos para que su crecimiento llegara a la confrontación con el Gobierno, y que siempre que estuvo a punto de terminar, los provocadores inmersos en el movimiento de inmediato actuaban para avivar el fuego de la inconformidad y de las movilizaciones.

Ante la urgencia de terminar el movimiento estudiantil cuyos efectos cuales podrían afectar la celebración de los Juegos Olímpicos que se iniciarían el 12 de octubre siguiente, con la concurrencia en la toma de decisiones del secretario de Gobernación, del jefe de Gobierno del Distrito Federal y del secretario de la Defensa Nacional, tal y como se desprende de la investigación de Rodríguez Munguía, se concibió, se planeó y se organizó la Operación Galeana, la cual estaría a cargo de militares auxiliados por las policías federal y capitalina.

La operación tenía como finalidad detener a todos los dirigentes del Consejo Nacional de Huelga para así descabezar el movimiento y que éste, sin dirigencia, se disolviera.

Para obtener tal objetivo, se situaron a los integrantes del famoso Batallón Olimpia en departamentos del piso tres del Edificio Chihuahua del conjunto habitacional, que se identificarían por portar un guante blanco, y quienes, ante las señales acordadas, procederían a detener a los dirigentes estudiantiles.

Alrededor de la plaza se situaron diversos batallones y cuerpos del Ejército Mexicano, al parecer con instrucciones precisas de no disparar a menos de que fueran agredidos, los cuales estaban al mando del General de Brigada José Hernández Toledo. La ubicación de los cuerpos del Ejército está señalada en los documentos proporcionados a Julio Scherer García por el nieto de quien fuera secretario de la Defensa Nacional.

Lo que no supo oportunamente el secretario de referencia fue que, en las alturas de los edificios que rodeaban la plaza, fueron ubicados elementos militares que dependían del entonces jefe del Estado Mayor Presidencial, quienes al aparecer las luces de bengala iniciaron el fuego no sólo hacia la multitud congregada en la Plaza, sino también en contra de los militares apostados a los lados de aquélla, y, en forma “coincidente”, una de las primeras bajas fue precisamente el responsable del operativo, quien al estar imposibilitado para ejercer el mando, fue sustituido por su segundo (el militar fantasma, le llama el investigador) quien dio instrucciones para que se respondiera el fuego que provenía de las alturas. El militar que sustituyó en la cadena de mando al general Hernández Toledo en el sexenio siguiente fue el jefe del Estado Mayor Presidencial.

Al ocurrir los hechos narrados (se sigue la versión del investigador), el titular de la Defensa ordenó que soldados subieran y detuvieran a los que habían disparado desde las alturas, por lo que al saber de la orden dada, el jefe del Estado Mayor Presidencial le comunicó al secretario el operativo que se había realizado y que había estado a su cargo y, además, le pidió que no se atentara en contra de la vida e integridad corporal de los elementos situados de acuerdo con sus instrucciones para que actuaran en la forma de cómo ha quedado establecido.

Como lo señala Joel Ortega Juárez, el presidente de la República (1970-1970), fue investigado y consignado por la Fiscalía especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado y a quien se le imputaron probables hechos delictuosos derivados de la matanza del 2 de octubre y del 10 de junio de 1971; se siguió proceso penal en su contra y al final, fue absuelto. La fiscalía creada por el tiempo y las presiones ejercidas, fue desaparecida el 30 de noviembre de 2006.

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