/ lunes 4 de marzo de 2019

La política es así


De mutaciones y mutantes

Mutar es cambiar. El cambiar se hace a través de mutaciones que generan mutantes.

Sin duda alguna, el partido político surgido bajo el amparo de la revolución mexicana, originario de la voluntad del caudillo quien fue su guía durante los primeros años de su existencia, ha cambiado a lo largo de su vida e historia políticas, lo cual ha originado una variedad de mutantes acordes a los principios imbíbitos dentro de las mutaciones.



Las acciones y los actores del mutar a través del tiempo han estado a la vista de los historiadores y de los analistas políticos, quienes han valorado las proyecciones y efectos emergentes de las mutaciones.

Luego pues, el partido primario no es el mismo que el resultante de la mutación efectuada en 1938, ni tampoco de la verificada en 1946.

Tampoco lo es el Partido que, sin cambiar de siglas de identidad, mutó sexenalmente desde 1946 hasta 2012. Las diferencias sexenales contenidas en la esencia de sus documentos básicos, pero sobre todo, en la declaración de principios, tuvieron una corta existencia pero no una profunda y decisiva influencia en los cambios que dieron y que fueran sentidas positivamente en el grueso de la población; circunstancias estas que condujeron al partido a la debacle político-electoral del pasado proceso electoral federal y en todas las entidades que conforman la federación mexicana.

La creciente pobreza, la lacerante desigualdad, la corrupción rampante y la impunidad dominante fueron las causas primordiales de la debacle señalada, cuyo origen es atribuible, en diferentes proporciones, a partir del sexenio de 1940-1946.

Sexenalmente, a partir de los años señalados, en mayor o menor medida, los sucesivos regímenes presidenciales que fueron cobijados al amparo de la Revolución Mexicana, la cual concluyó su influencia en 1982 para dar paso a los catalogados como neoliberales, con inclusión de los de la alternancia, contribuyeron, en diversas magnitudes, a que se diera lugar el cambio hacia la izquierda, para dar así paso a la cuarta transformación pregonada por el presidente de la República y que contempla también una grave crisis de la partidocracia a la mexicana, que por ahora se percibe incapaz no solo para superar, sino también detener y cuestionar al nuevo régimen que emplea magistralmente las emociones contenidas por mucho tiempo de los mexicanos que se sintieron agraviados por la opulencia de los pocos y las necesidades crecientes de los más.

Bajo tales lineamientos generales, en los cuales se puede o no coincidir, el Partido Nacional Revolucionario de 1929, convertido en 1938 en el Partido de la Revolución Mexicana, para luego dar paso al Partido de la Revolución Institucionalizada en 1946, celebró el día de ayer el nonagésimo aniversario de su fundación, sin que se perciba cuáles serán sus motivaciones y acciones para enfrentar y superar al partido que se hizo del poder en 2018.

Es frecuente enterarse a través de los medios de comunicación masiva la propuesta para que el Partido regrese a sus orígenes olvidados y marginados durante el largo ejercicio del poder.

Pero, es dable preguntar ¿a cuáles orígenes de referirán? ¿A los de 1929, de 1938, de 1946 o a los que se manifestaron al renovarse sexenalmente el Partido?

Imposible regresar al pasado y retrotraer en el tiempo para que se puedan corregir los errores cometidos en cada renovación y que destruyeron las bases sociales que sostuvieron durante una larga época que ya quedó atrás, tanto al partido en el poder como a los titulares de los poderes federales y estatales.

Por ejemplo, el partido nonagenario tuvo su soporte electoral en las organizaciones corporativas (campesinas, obreras, populares, las cuales, muy bien motivadas y compensadas, especialmente sus dirigentes que las utilizaron para escalar hacia nuevas dimensiones en el ejercicio del poder), o bien ya no existen en la realidad político-social, o bien carecen de la fuerza para impulsar al partido al cual están afiliadas hacia la recuperación del poder.

Las organizaciones obreras alienadas a la poderosa Confederación de Trabajadores de México, decidieron actuar por su cuenta, principalmente los grandes sindicatos nacionales de industria, mientras que las restantes, con escasa militancia y compromiso partidario, dejaron de formar parte (al igual que aquéllos) del voto cautivo que fortalecía las aspiraciones políticas del partido oficial.

Un caso similar lo constituye la otrora poderosa Confederación Nacional Campesina conformada originalmente por las ligas de comunidades y sindicatos campesinos de los estados, a la cual se sumó la influyente Sociedad Agronómica Mexicana; ligas, sindicatos y organizaciones campesinas que a partir de la reforma al artículo 27 constitucional, dejaron de ser la fuerza política (el famoso voto verde) que llevaba al triunfo a un buen número de candidatos del partido.

Ahora, la fuerza de las organizaciones campesinas existentes, aparece diluida en diversas orientaciones políticas y, por tanto, su voto dejó de ser cautivo y definitorio de los triunfos del partido cuyo aniversario número noventa el día de ayer se conmemoró.

El sector popular, en otro tiempo representativo de la enjundia y movilización partidista urbana, lentamente entró en proceso de extinción y ya no se considera factor influyente en contiendas político-electorales, y menos aún lo es ante el surgimiento y crecimiento de organizaciones surgidas del seno de la sociedad civil contrarias a la partidocracia.

Los aspirantes a presidir al Partido Revolucionario Institucional en la renovación que viene, se perciben más como coadyuvantes de la decadencia y derrota del mismo que como solución hacia el futuro, y mucho menos se vislumbran como los dirigentes de un partido capaces de enfrentar al todo poderoso titular del poder ejecutivo, tal y como en su tiempo lo fue el apoyado por el partido mencionado.

Por lo menos uno de ellos, desde la presidencia de la Conferencia Nacional de Gobernadores, ha dado visos de preferir apoyar al presidente de la República, sabedor que su voluntad es la segura fuente proveedora de recursos para los estados cautivos de la coordinación fiscal a cargo de la federación responsable de la captación y distribución de recursos para los estados y municipios.

Algunos de los mutantes provenientes de las mutaciones, ahora son militantes del Partido en el poder. Ver para creer.


De mutaciones y mutantes

Mutar es cambiar. El cambiar se hace a través de mutaciones que generan mutantes.

Sin duda alguna, el partido político surgido bajo el amparo de la revolución mexicana, originario de la voluntad del caudillo quien fue su guía durante los primeros años de su existencia, ha cambiado a lo largo de su vida e historia políticas, lo cual ha originado una variedad de mutantes acordes a los principios imbíbitos dentro de las mutaciones.



Las acciones y los actores del mutar a través del tiempo han estado a la vista de los historiadores y de los analistas políticos, quienes han valorado las proyecciones y efectos emergentes de las mutaciones.

Luego pues, el partido primario no es el mismo que el resultante de la mutación efectuada en 1938, ni tampoco de la verificada en 1946.

Tampoco lo es el Partido que, sin cambiar de siglas de identidad, mutó sexenalmente desde 1946 hasta 2012. Las diferencias sexenales contenidas en la esencia de sus documentos básicos, pero sobre todo, en la declaración de principios, tuvieron una corta existencia pero no una profunda y decisiva influencia en los cambios que dieron y que fueran sentidas positivamente en el grueso de la población; circunstancias estas que condujeron al partido a la debacle político-electoral del pasado proceso electoral federal y en todas las entidades que conforman la federación mexicana.

La creciente pobreza, la lacerante desigualdad, la corrupción rampante y la impunidad dominante fueron las causas primordiales de la debacle señalada, cuyo origen es atribuible, en diferentes proporciones, a partir del sexenio de 1940-1946.

Sexenalmente, a partir de los años señalados, en mayor o menor medida, los sucesivos regímenes presidenciales que fueron cobijados al amparo de la Revolución Mexicana, la cual concluyó su influencia en 1982 para dar paso a los catalogados como neoliberales, con inclusión de los de la alternancia, contribuyeron, en diversas magnitudes, a que se diera lugar el cambio hacia la izquierda, para dar así paso a la cuarta transformación pregonada por el presidente de la República y que contempla también una grave crisis de la partidocracia a la mexicana, que por ahora se percibe incapaz no solo para superar, sino también detener y cuestionar al nuevo régimen que emplea magistralmente las emociones contenidas por mucho tiempo de los mexicanos que se sintieron agraviados por la opulencia de los pocos y las necesidades crecientes de los más.

Bajo tales lineamientos generales, en los cuales se puede o no coincidir, el Partido Nacional Revolucionario de 1929, convertido en 1938 en el Partido de la Revolución Mexicana, para luego dar paso al Partido de la Revolución Institucionalizada en 1946, celebró el día de ayer el nonagésimo aniversario de su fundación, sin que se perciba cuáles serán sus motivaciones y acciones para enfrentar y superar al partido que se hizo del poder en 2018.

Es frecuente enterarse a través de los medios de comunicación masiva la propuesta para que el Partido regrese a sus orígenes olvidados y marginados durante el largo ejercicio del poder.

Pero, es dable preguntar ¿a cuáles orígenes de referirán? ¿A los de 1929, de 1938, de 1946 o a los que se manifestaron al renovarse sexenalmente el Partido?

Imposible regresar al pasado y retrotraer en el tiempo para que se puedan corregir los errores cometidos en cada renovación y que destruyeron las bases sociales que sostuvieron durante una larga época que ya quedó atrás, tanto al partido en el poder como a los titulares de los poderes federales y estatales.

Por ejemplo, el partido nonagenario tuvo su soporte electoral en las organizaciones corporativas (campesinas, obreras, populares, las cuales, muy bien motivadas y compensadas, especialmente sus dirigentes que las utilizaron para escalar hacia nuevas dimensiones en el ejercicio del poder), o bien ya no existen en la realidad político-social, o bien carecen de la fuerza para impulsar al partido al cual están afiliadas hacia la recuperación del poder.

Las organizaciones obreras alienadas a la poderosa Confederación de Trabajadores de México, decidieron actuar por su cuenta, principalmente los grandes sindicatos nacionales de industria, mientras que las restantes, con escasa militancia y compromiso partidario, dejaron de formar parte (al igual que aquéllos) del voto cautivo que fortalecía las aspiraciones políticas del partido oficial.

Un caso similar lo constituye la otrora poderosa Confederación Nacional Campesina conformada originalmente por las ligas de comunidades y sindicatos campesinos de los estados, a la cual se sumó la influyente Sociedad Agronómica Mexicana; ligas, sindicatos y organizaciones campesinas que a partir de la reforma al artículo 27 constitucional, dejaron de ser la fuerza política (el famoso voto verde) que llevaba al triunfo a un buen número de candidatos del partido.

Ahora, la fuerza de las organizaciones campesinas existentes, aparece diluida en diversas orientaciones políticas y, por tanto, su voto dejó de ser cautivo y definitorio de los triunfos del partido cuyo aniversario número noventa el día de ayer se conmemoró.

El sector popular, en otro tiempo representativo de la enjundia y movilización partidista urbana, lentamente entró en proceso de extinción y ya no se considera factor influyente en contiendas político-electorales, y menos aún lo es ante el surgimiento y crecimiento de organizaciones surgidas del seno de la sociedad civil contrarias a la partidocracia.

Los aspirantes a presidir al Partido Revolucionario Institucional en la renovación que viene, se perciben más como coadyuvantes de la decadencia y derrota del mismo que como solución hacia el futuro, y mucho menos se vislumbran como los dirigentes de un partido capaces de enfrentar al todo poderoso titular del poder ejecutivo, tal y como en su tiempo lo fue el apoyado por el partido mencionado.

Por lo menos uno de ellos, desde la presidencia de la Conferencia Nacional de Gobernadores, ha dado visos de preferir apoyar al presidente de la República, sabedor que su voluntad es la segura fuente proveedora de recursos para los estados cautivos de la coordinación fiscal a cargo de la federación responsable de la captación y distribución de recursos para los estados y municipios.

Algunos de los mutantes provenientes de las mutaciones, ahora son militantes del Partido en el poder. Ver para creer.

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