/ lunes 30 de diciembre de 2019

LA POLÍTICA ES ASÍ

Veintiséis años después

El 31 de diciembre de 1993 el país vivía en la antesala del futuro promisorio augurado como consecuencia de la firma del Tratado de Libre Comercio, mejor conocido como TLCAN, por medio del cual se integraron las economías de los estados firmantes: Estados Unidos, Canadá y México.

Y con el mismo se entraba por la puerta grande a la economía globalizada propia del neoliberalismo avasallador que traspasaba las fronteras patrias, y que, en términos generales, beneficiaría a la economía estatal, y por ende, a las empresas más poderosas del país, resultados que bien nos podría haber llevado, y que de hecho nos condujo a recordar la obra de José Luis Ceceña titulada “México en la órbita imperial”, por supuesto bajo el dominio y la égida del vecino país del norte.

Con la firma del Tratado con vigencia de 25 años, quedaba atrás la política del sexenio que terminaba, marcada con el programa de Solidaridad diseñada para mitigar la pobreza y atenuar las desigualdades, así como con la privatización de la banca y de casi el total de las empresas paraestatales.

Sin embargo, en las primeras horas del uno de enero de 1994, que era la fecha de entrada en vigor del Tratado y del arribo de los mexicanos al país de las maravillas, no sólo los habitantes el país sino todos los del orbe, se enteraron del levantamiento cruento del EZLN, que trajo como primera consecuencia que el gozo se fuera al pozo, y que luego se viviera en la incertidumbre de los tiempos por venir.

De inmediato y más en la perspectiva del tiempo, se intuyó y después se supo que el gobierno de la República sabía de la inconformidad que prevalecía en el sureste mexicano y próxima a manifestarse por la vía de los hechos, tal y como en efecto sucedió.

En la fecha señalada, en lugar de constituir el acceso a la abundancia y a la solución de la problemática lacerante del país y de sus habitantes, devino a la presencia de una crisis casi permanente que a la fecha ni se ha podido evadir y menos superar.

Tal vez se dio el crecimiento macroeconómico, pero sin trascender a la micro. Por el contrario, en los 25 años de la vigencia del atestado, prevalecieron las desigualdades y la pobreza en general y en especial la extrema, prevalecieron o bien aumentaron pero nunca decrecieron.

Lo anterior señalado con antelación es así porque, al levantamiento del EZLN, se sucedieron los hechos en cascada, entre los cuales adquieren singular relieve: la irrelevante campaña del candidato presidencial del partido en el poder y que, por lo mismo no trascendía, la cual se acentuó cuando el frustrado aspirante a la candidatura, fue nombrado como el Comisionado para la Paz en Chiapas.

Luego siguieron el asesinato del candidato presidencial, las dificultades para designar al sustituto; el conato de la renuncia del secretario de Gobernación; el asesinato del dirigente del sector popular y futuro coordinador parlamentario de la mayoría en la Cámara de Diputados, hechos que, en lo individual y más en su conjunto, dieron margen al inicio de la fuga de capitales y de divisas que día con día se acrecentó y que generó el llamado “error de diciembre” que dio paso a la devaluación y a la crisis económica cuyos efectos aún se sienten y se resienten.

Si bien es cierto que el candidato presidencial del PAN en la elección de 1994 hizo mutis por las razones que solamente él supo, lo cual le permitió al PRI conservar la Presidencia de la República; sin embargo, ello no impidió que este último partido perdiera la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados en 1997, así como la presidencia en 2000 y en 2006. En esta última fue relegado a tercera fuerza.

Posteriormente, en 2012 recuperó la presidencia para perderla otra vez en 2018, elecciones de este año en las cuales fue relegado otra vez al tercer lugar por las causas muy conocidas que por ahora se pasan por alto.

Lo que sí es conveniente resaltar que en el último año del régimen priista, con mucha algarabía y resonancia que se quería trascendiera el sexenio, se concertó la negociación para la firma del nuevo Tratado de Libre Comercio entre los tres países citados y conocido por T-MEC, negociación en la cual participó un representante del candidato triunfante de la coalición Juntos Haremos Historia.

Sin embargo, por diferentes razones el tratado concertado y aprobado pero ya con modificaciones, no fue ratificado por los poderes legislativos de los países que lo suscribieron, lo cual a la fecha prevalece por lo que respecta a los Estados Unidos y a Canadá. El senado mexicano lo aprobó el pasado 10 de diciembre del año que termina.

La ratificación no se ha dado en los países citados, no obstante que México se plegó casi al cien por ciento, a las propuestas de modificación provenientes de los Estados Unidos, originadas por la lucha política entre los partidos Republicano y Demócrata, para convencer al electorado de ese país para obtener la reelección del actual presidente, o bien para evitarla.

En los otros dos países, presas ambos de las presiones y de los vaivenes de la política, seguramente será aprobado por los órganos legislativos cuando las circunstancias sean propicias para tal efecto y de acuerdo a los intereses nacionales y a los factores reales de poder económico concurrentes.

Mientras ello no suceda, las economías de los países involucrados, funcionarán todavía con las reglas y acuerdos del TLCAN.

La segunda parte del capítulo del T-MEC se tratará en la colaboración siguiente. (Continuará)

Veintiséis años después

El 31 de diciembre de 1993 el país vivía en la antesala del futuro promisorio augurado como consecuencia de la firma del Tratado de Libre Comercio, mejor conocido como TLCAN, por medio del cual se integraron las economías de los estados firmantes: Estados Unidos, Canadá y México.

Y con el mismo se entraba por la puerta grande a la economía globalizada propia del neoliberalismo avasallador que traspasaba las fronteras patrias, y que, en términos generales, beneficiaría a la economía estatal, y por ende, a las empresas más poderosas del país, resultados que bien nos podría haber llevado, y que de hecho nos condujo a recordar la obra de José Luis Ceceña titulada “México en la órbita imperial”, por supuesto bajo el dominio y la égida del vecino país del norte.

Con la firma del Tratado con vigencia de 25 años, quedaba atrás la política del sexenio que terminaba, marcada con el programa de Solidaridad diseñada para mitigar la pobreza y atenuar las desigualdades, así como con la privatización de la banca y de casi el total de las empresas paraestatales.

Sin embargo, en las primeras horas del uno de enero de 1994, que era la fecha de entrada en vigor del Tratado y del arribo de los mexicanos al país de las maravillas, no sólo los habitantes el país sino todos los del orbe, se enteraron del levantamiento cruento del EZLN, que trajo como primera consecuencia que el gozo se fuera al pozo, y que luego se viviera en la incertidumbre de los tiempos por venir.

De inmediato y más en la perspectiva del tiempo, se intuyó y después se supo que el gobierno de la República sabía de la inconformidad que prevalecía en el sureste mexicano y próxima a manifestarse por la vía de los hechos, tal y como en efecto sucedió.

En la fecha señalada, en lugar de constituir el acceso a la abundancia y a la solución de la problemática lacerante del país y de sus habitantes, devino a la presencia de una crisis casi permanente que a la fecha ni se ha podido evadir y menos superar.

Tal vez se dio el crecimiento macroeconómico, pero sin trascender a la micro. Por el contrario, en los 25 años de la vigencia del atestado, prevalecieron las desigualdades y la pobreza en general y en especial la extrema, prevalecieron o bien aumentaron pero nunca decrecieron.

Lo anterior señalado con antelación es así porque, al levantamiento del EZLN, se sucedieron los hechos en cascada, entre los cuales adquieren singular relieve: la irrelevante campaña del candidato presidencial del partido en el poder y que, por lo mismo no trascendía, la cual se acentuó cuando el frustrado aspirante a la candidatura, fue nombrado como el Comisionado para la Paz en Chiapas.

Luego siguieron el asesinato del candidato presidencial, las dificultades para designar al sustituto; el conato de la renuncia del secretario de Gobernación; el asesinato del dirigente del sector popular y futuro coordinador parlamentario de la mayoría en la Cámara de Diputados, hechos que, en lo individual y más en su conjunto, dieron margen al inicio de la fuga de capitales y de divisas que día con día se acrecentó y que generó el llamado “error de diciembre” que dio paso a la devaluación y a la crisis económica cuyos efectos aún se sienten y se resienten.

Si bien es cierto que el candidato presidencial del PAN en la elección de 1994 hizo mutis por las razones que solamente él supo, lo cual le permitió al PRI conservar la Presidencia de la República; sin embargo, ello no impidió que este último partido perdiera la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados en 1997, así como la presidencia en 2000 y en 2006. En esta última fue relegado a tercera fuerza.

Posteriormente, en 2012 recuperó la presidencia para perderla otra vez en 2018, elecciones de este año en las cuales fue relegado otra vez al tercer lugar por las causas muy conocidas que por ahora se pasan por alto.

Lo que sí es conveniente resaltar que en el último año del régimen priista, con mucha algarabía y resonancia que se quería trascendiera el sexenio, se concertó la negociación para la firma del nuevo Tratado de Libre Comercio entre los tres países citados y conocido por T-MEC, negociación en la cual participó un representante del candidato triunfante de la coalición Juntos Haremos Historia.

Sin embargo, por diferentes razones el tratado concertado y aprobado pero ya con modificaciones, no fue ratificado por los poderes legislativos de los países que lo suscribieron, lo cual a la fecha prevalece por lo que respecta a los Estados Unidos y a Canadá. El senado mexicano lo aprobó el pasado 10 de diciembre del año que termina.

La ratificación no se ha dado en los países citados, no obstante que México se plegó casi al cien por ciento, a las propuestas de modificación provenientes de los Estados Unidos, originadas por la lucha política entre los partidos Republicano y Demócrata, para convencer al electorado de ese país para obtener la reelección del actual presidente, o bien para evitarla.

En los otros dos países, presas ambos de las presiones y de los vaivenes de la política, seguramente será aprobado por los órganos legislativos cuando las circunstancias sean propicias para tal efecto y de acuerdo a los intereses nacionales y a los factores reales de poder económico concurrentes.

Mientras ello no suceda, las economías de los países involucrados, funcionarán todavía con las reglas y acuerdos del TLCAN.

La segunda parte del capítulo del T-MEC se tratará en la colaboración siguiente. (Continuará)

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