/ lunes 10 de febrero de 2020

La política es así

Entre lo subjetivo y lo objetivo

La política como ciencia relacionada con el ejercicio del poder, se sustenta en razones y emociones. Éstas dominan sobre aquéllas.

Localmente el panorama político de Durango dio un giro de ciento ochenta grados cuando se dio la alternancia en el poder que ocurrió en 2016 y que se proyectó al 2019, cuando en la elección del ayuntamiento de Durango, obtuvo la victoria un candidato con filiación partidista, coincidente con la del gobernador aún en funciones, con la obligada aclaración de que la pertenencia partidaria en 2016 sólo se dio a la elección estatal, puesto que en el ámbito municipal le correspondió a un “candidato ciudadano”.

Por otra parte, en la elección presidencial de julio de 2018, la victoria fue para el candidato quien en sus alforjas llevaba una larga militancia en la izquierda, corroborada con una vocación de servicio social que quedó plenamente constatada en su estado natal, Tabasco.

Ahora bien, en las elecciones aludidas de 2016, 2018 y 2019, al margen de factores objetivos, las claves de las victorias de los vencedores radicaron esencialmente en el factor subjetivo. Los ciudadanos electores votaron por el cambio en las tres elecciones, puesto que ya no querían que el partido hegemónico durante un largo trecho en la vida estatal y nacional continuara en el usufructo del poder, y menos si los candidatos contendientes aparecían o realmente estaban relacionados con los anteriores regímenes provenientes del partido en el poder.

En la elección municipal de 2019 habría que hacer la acotación que el electorado no quería que se reeligiera el presidente en funciones por circunstancias inherentes a un ejercicio del poder no satisfactorio.

En la perspectiva del tiempo, tal vez se podrían encontrar razones de peso para que el candidato del partido en el poder perdiera la elección, derivadas aquéllas de compromisos y/o promesas viables y tangibles, las cuales podrían haber decidido el resultado de la elección estatal y municipal.

Al margen de la existencia y concurrencia de razones, lo cierto es y así quedó en el imaginario popular y en la toma de decisiones de los electores, que la victoria de unos y la derrota de los vencidos se debió esencialmente a las emociones que predominaron sobre las razones (si es que las hubo). Las emociones también dominaron la elección municipal del año pasado.

Las circunstancias emocionales que definieron las elecciones invocadas, una vez pasados sus efectos traducidas en victorias, dejan en orfandad a los electores que se perciben insatisfechos porque durante el ejercicio del poder, que a nivel estatal va ya para más de tres años y casi cinco meses, mientras que en el terreno municipal, en un breve periodo de cinco meses once días, no han dado muestras palpables y resultados medibles, para así constar que la elección de los gobernantes fue la mejor tanto para el estado como para el municipio.

Sin programas, sin proyectos viables, sustentables y menos con la carencia de recursos que no fluyen en el marco de la 4T y ante la insuficiencia de recursos para grandes proyectos que trasciendan los periodos de seis y de tres años, tal vez objetivamente los evaluadores podrían no calificar a los gobernantes de referencia por el déficit de sus gobiernos y podrían otorgarles calificaciones aprobatorias

En fin, la esperanza muere al último y ambos podrían dar la sorpresa en los tiempos que les restan al frente de los poderes estatal el uno y el municipal el otro.

Por lo que concierne al ámbito nacional, la elección presidencial de 2018 fue el producto de factores subjetivos y objetivos, pero con prevalencia de los primeros.

El candidato vencedor prometió y se comprometió a desaparecer en el ejercicio del poder de todos los vicios, fallas, errores, deficiencias, etc. acumulados a través del tiempo, pero muy especialmente los que fueron muy evidentes y quedaron grabados tanto en la historia como en la memoria colectiva, los correspondientes al sexenio de 2012-2018.

Podría más de uno no estar de acuerdo con la anterior conclusión. Si así fuere, tendría todo el derecho de refutarla y demostrar lo contrario, para lo cual podría hacer valer los efectos positivos (si es que los hubo en forma por demás clara) de las reformas estructurales aprobadas por las fuerzas políticas dominantes a principios de diciembre de 2012.

Al margen de fobias, al hacer el recuento o el inventario de los factores subjetivos que influyeron en la elección presidencial de 2018, con facilidad se podría concluir que el presidente en funciones ha cumplido los más y tal vez en su totalidad.

Lo pendiente sería lo relacionado con la inseguridad, la violencia, el combate a la corrupción y el crecimiento económico (éstos podrían catalogarse tanto como subjetivos como objetivos), requerido aquél para atenuar los niveles de desigualdad, bajo el criterio de que se requiere tratar en forma desigual a los desiguales, y dejar de lado de tratar a todos por igual a pesar de que no todos están en el mismo nivel de desigualdad.

Los factores objetivos y de pesos prometidos y comprometidos están en marcha: El aeropuerto de Santa Lucía previa cancelación del planeado que se construiría en Texcoco; la construcción de la refinería de Dos Bocas, el proyecto del Tren Maya y la construcción del corredor transítsmico Coatzacoalcos-Salina Cruz.

Tiempo hay y seguramente también recursos para que se consoliden y terminen los proyectos en marcha.

Quedaría pendiente la obtención del crecimiento del país en los porcentajes prometidos, mientras que el factor subjetivo de la venta del avión presidencial por ahora ha fracasado.

Que a nadie le quede duda alguna que los factores subjetivos que llevaron al presidente al poder aún prevalecen en el sentir y querer del electorado, los cuales le permiten tener al presidente una aprobación muy superior al 50%. Ya veremos el tiempo y los porcentajes de aceptación en los años venideros.

Entre lo subjetivo y lo objetivo

La política como ciencia relacionada con el ejercicio del poder, se sustenta en razones y emociones. Éstas dominan sobre aquéllas.

Localmente el panorama político de Durango dio un giro de ciento ochenta grados cuando se dio la alternancia en el poder que ocurrió en 2016 y que se proyectó al 2019, cuando en la elección del ayuntamiento de Durango, obtuvo la victoria un candidato con filiación partidista, coincidente con la del gobernador aún en funciones, con la obligada aclaración de que la pertenencia partidaria en 2016 sólo se dio a la elección estatal, puesto que en el ámbito municipal le correspondió a un “candidato ciudadano”.

Por otra parte, en la elección presidencial de julio de 2018, la victoria fue para el candidato quien en sus alforjas llevaba una larga militancia en la izquierda, corroborada con una vocación de servicio social que quedó plenamente constatada en su estado natal, Tabasco.

Ahora bien, en las elecciones aludidas de 2016, 2018 y 2019, al margen de factores objetivos, las claves de las victorias de los vencedores radicaron esencialmente en el factor subjetivo. Los ciudadanos electores votaron por el cambio en las tres elecciones, puesto que ya no querían que el partido hegemónico durante un largo trecho en la vida estatal y nacional continuara en el usufructo del poder, y menos si los candidatos contendientes aparecían o realmente estaban relacionados con los anteriores regímenes provenientes del partido en el poder.

En la elección municipal de 2019 habría que hacer la acotación que el electorado no quería que se reeligiera el presidente en funciones por circunstancias inherentes a un ejercicio del poder no satisfactorio.

En la perspectiva del tiempo, tal vez se podrían encontrar razones de peso para que el candidato del partido en el poder perdiera la elección, derivadas aquéllas de compromisos y/o promesas viables y tangibles, las cuales podrían haber decidido el resultado de la elección estatal y municipal.

Al margen de la existencia y concurrencia de razones, lo cierto es y así quedó en el imaginario popular y en la toma de decisiones de los electores, que la victoria de unos y la derrota de los vencidos se debió esencialmente a las emociones que predominaron sobre las razones (si es que las hubo). Las emociones también dominaron la elección municipal del año pasado.

Las circunstancias emocionales que definieron las elecciones invocadas, una vez pasados sus efectos traducidas en victorias, dejan en orfandad a los electores que se perciben insatisfechos porque durante el ejercicio del poder, que a nivel estatal va ya para más de tres años y casi cinco meses, mientras que en el terreno municipal, en un breve periodo de cinco meses once días, no han dado muestras palpables y resultados medibles, para así constar que la elección de los gobernantes fue la mejor tanto para el estado como para el municipio.

Sin programas, sin proyectos viables, sustentables y menos con la carencia de recursos que no fluyen en el marco de la 4T y ante la insuficiencia de recursos para grandes proyectos que trasciendan los periodos de seis y de tres años, tal vez objetivamente los evaluadores podrían no calificar a los gobernantes de referencia por el déficit de sus gobiernos y podrían otorgarles calificaciones aprobatorias

En fin, la esperanza muere al último y ambos podrían dar la sorpresa en los tiempos que les restan al frente de los poderes estatal el uno y el municipal el otro.

Por lo que concierne al ámbito nacional, la elección presidencial de 2018 fue el producto de factores subjetivos y objetivos, pero con prevalencia de los primeros.

El candidato vencedor prometió y se comprometió a desaparecer en el ejercicio del poder de todos los vicios, fallas, errores, deficiencias, etc. acumulados a través del tiempo, pero muy especialmente los que fueron muy evidentes y quedaron grabados tanto en la historia como en la memoria colectiva, los correspondientes al sexenio de 2012-2018.

Podría más de uno no estar de acuerdo con la anterior conclusión. Si así fuere, tendría todo el derecho de refutarla y demostrar lo contrario, para lo cual podría hacer valer los efectos positivos (si es que los hubo en forma por demás clara) de las reformas estructurales aprobadas por las fuerzas políticas dominantes a principios de diciembre de 2012.

Al margen de fobias, al hacer el recuento o el inventario de los factores subjetivos que influyeron en la elección presidencial de 2018, con facilidad se podría concluir que el presidente en funciones ha cumplido los más y tal vez en su totalidad.

Lo pendiente sería lo relacionado con la inseguridad, la violencia, el combate a la corrupción y el crecimiento económico (éstos podrían catalogarse tanto como subjetivos como objetivos), requerido aquél para atenuar los niveles de desigualdad, bajo el criterio de que se requiere tratar en forma desigual a los desiguales, y dejar de lado de tratar a todos por igual a pesar de que no todos están en el mismo nivel de desigualdad.

Los factores objetivos y de pesos prometidos y comprometidos están en marcha: El aeropuerto de Santa Lucía previa cancelación del planeado que se construiría en Texcoco; la construcción de la refinería de Dos Bocas, el proyecto del Tren Maya y la construcción del corredor transítsmico Coatzacoalcos-Salina Cruz.

Tiempo hay y seguramente también recursos para que se consoliden y terminen los proyectos en marcha.

Quedaría pendiente la obtención del crecimiento del país en los porcentajes prometidos, mientras que el factor subjetivo de la venta del avión presidencial por ahora ha fracasado.

Que a nadie le quede duda alguna que los factores subjetivos que llevaron al presidente al poder aún prevalecen en el sentir y querer del electorado, los cuales le permiten tener al presidente una aprobación muy superior al 50%. Ya veremos el tiempo y los porcentajes de aceptación en los años venideros.

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