/ martes 30 de junio de 2020

La política es así

TLCAN-T-MEC o CSG-AMLO


El uno de enero de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte que incluía a los Estados Unidos Mexicanos, a los Estados Unidos de América y a Canadá.

El promotor mexicano lo fue el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, quien actuó de consuno con el entonces presidente de los EUA y con el primer ministro canadiense, principalmente con el primero. Los orígenes, los alcances y las proyecciones para México derivadas del TLCAN fueron plasmados en el libro de CSG titulado “México, un paso difícil a la modernidad”.

Lo sucedido en México y en sus relaciones macroeconómicas y en los efectos en los terrenos de la microeconomía ya son historia, la cual vivieron no pocos de los que aún viven y/o vivimos.

Con un diagnóstico claro del pasado y de las consecuencias internas, el uno de diciembre de 2018 AMLO tomó posesión como presidente de los Estados Unidos Mexicanos, y lo hizo para reiterar lo manifestado de tiempo atrás y realzado durante la campaña, en el sentido de que en el país existía una desigualdad oprobiosa y añeja en el terreno económico y, por ende, social, la cual prometió terminar durante su sexenio que pretendía duplicar con jornadas intensas de trabajo para realizar y concretar sus metas, de tal suerte que su mandato pareciere de doce años, aun cuando en la realidad constitucional solamente sería de seis años.

La gestión de AMLO se inició con el respaldo del nuevo tratado comercial de los tres países denominado T-MEC (Tratado México, los Estados Unidos y Canadá), aprobado y firmado en Buenos Aires, Argentina, el 30 de noviembre de 2018, el cual había sido negociado y concretado por el anterior gobierno, pero, en la recta final, con la concurrencia como observador y con voz de un representante del nuevo gobierno.

En el ejercicio del poder, tal vez presionado por los EUA o bien de acuerdo con las pretensiones tanto del gobierno de este país y del tercer signante, se renegociaron diversos protocolos modificatorios al Tratado aprobado, los cuales fueron suscritos el 10 de diciembre en la Ciudad de México por los tres países.

De los objetivos y alcances del contenido de tales protocolos de modificatorios, cada uno de los países pactantes se congratularon de lo benéfico que serán para sus economías; congratulaciones que se acentuaron en el caso de México y de los EUA. Sólo el tiempo dirá cuál fue la magnitud de los beneficios obtenidos por cada país, para lo cual bastará saber el monto de las inversiones y el flujo de las importaciones y exportaciones, sin pasar por alto que hoy por hoy en ambos rubros México exporta a los EUA e importa del mismo país alrededor del 80 por ciento de tales rubros.

Mientras que sean peras o manzanas, por lo pronto, en vísperas de la entrada en vigor del T-MEC a partir del uno de julio del año en curso, tal y como se publicó en el Diario Oficial de la Federación el 29 de junio pasado, el Congreso de la Unión de los Estados Unidos Mexicanos, convocado a sesiones extraordinarias para tal efecto los días 29 y 30 del mes citado, aprobará seis leyes pendientes para que se puedan observar, sin obstáculo legal alguno, el nuevo tratado, el cual, se ha dicho, que podría ser la secuencia para que, en un tiempo que por ahora se avizora lejano, muy lejano, podría configurar el principio de un solo estado con la fortaleza suficiente para enfrentar a las economías de la Unión Europea y a la pujante economía del lejano oriente con China a la cabeza.

Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas para México, pues si se analiza su potencial industrial, fácilmente se llegará a la conclusión de que en la industria que opera en el país, dominan tanto el capital como las empresas del país del norte, conformado principalmente por las empresas maquiladoras y armadoras en los rubros automotrices, aeroespacial y militar, las cuales, obviamente, vía salarios y compras a los proveedores nacionales de sus insumos, generan sustanciales derramas económicas con amplia cobertura poblacional.

Lo que se haga o deje de hacer para obtener mayor ventaja del T-MEC, en gran medida dependerá de AMLO, quien, a estas alturas de su gestión y al margen de su discurso del bienestar espiritual y/o de la felicidad, debe estar consciente de que para repartir hay que recaudar y que esta acción estará en relación directa al crecimiento del país, obtenido no sólo por las inversiones actuales con mayor capitalización, sino a inversiones futuras que vean al país como un espacio seguro y promisorio, ya fuere para obtener o aumentar sus utilidades, que conlleven al crecimiento del país. Todo ello acorde con el reto-promesa del presidente de terminar con la desigualdad aún existente o por lo menos disminuirla en forma notoria.

La paradoja de los tratados TLCAN y T-MEC es que el primero es obra de CSG, mientras que el segundo, en su culminación y los acuerdos modificatorios, pasarán al haber de AMLO quien, a pesar de no haber tenido participación en todo el trayecto de discusión, en los hechos él le puso el punto final con gran satisfacción de su parte, a tal grado (ha dicho) de que con la entrada en vigor del mismo, fluirán más inversiones al país y con ellas se fortalecerá la economía nacional y servirán de puente o senda para superar la crisis en la materia en la cual, en los tiempos que corren, está inmerso el país.

Para concluir, y de acuerdo con la definición, es dable preguntar si AMLO es la némesis de CSG o si éste es la némesis de aquél.

En el imaginario popular, los mexicanos, en una aplastante mayoría, no aprobaron la invitación del entonces presidente para que el candidato Donald Trump viniera a México y fuera recibido por aquél el 31 de agosto de 2016, ahora se podría decir que es una mayoría notoria de mexicanos, con conocimiento de causa y efectos, que no están de acuerdo que AMLO visite al presidente Trump, pero como escribió Liébano Sáenz el pasado sábado en su columna del diario Milenio, la visita constituye un inconveniente inevitable. Al margen quedan, entre muchas otras, las voces disidentes de un ex secretario de Relaciones Exteriores y de un diputado de Morena quien fuera embajador de México ante la ONU. La primera visita del candidato Trump a México y la segunda de AMLO al candidato Trump, ambas son de índole político y se perciben en beneficio del candidato Trump. ¿Se repetirá la historia y su final victorioso? Al tiempo.

TLCAN-T-MEC o CSG-AMLO


El uno de enero de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte que incluía a los Estados Unidos Mexicanos, a los Estados Unidos de América y a Canadá.

El promotor mexicano lo fue el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, quien actuó de consuno con el entonces presidente de los EUA y con el primer ministro canadiense, principalmente con el primero. Los orígenes, los alcances y las proyecciones para México derivadas del TLCAN fueron plasmados en el libro de CSG titulado “México, un paso difícil a la modernidad”.

Lo sucedido en México y en sus relaciones macroeconómicas y en los efectos en los terrenos de la microeconomía ya son historia, la cual vivieron no pocos de los que aún viven y/o vivimos.

Con un diagnóstico claro del pasado y de las consecuencias internas, el uno de diciembre de 2018 AMLO tomó posesión como presidente de los Estados Unidos Mexicanos, y lo hizo para reiterar lo manifestado de tiempo atrás y realzado durante la campaña, en el sentido de que en el país existía una desigualdad oprobiosa y añeja en el terreno económico y, por ende, social, la cual prometió terminar durante su sexenio que pretendía duplicar con jornadas intensas de trabajo para realizar y concretar sus metas, de tal suerte que su mandato pareciere de doce años, aun cuando en la realidad constitucional solamente sería de seis años.

La gestión de AMLO se inició con el respaldo del nuevo tratado comercial de los tres países denominado T-MEC (Tratado México, los Estados Unidos y Canadá), aprobado y firmado en Buenos Aires, Argentina, el 30 de noviembre de 2018, el cual había sido negociado y concretado por el anterior gobierno, pero, en la recta final, con la concurrencia como observador y con voz de un representante del nuevo gobierno.

En el ejercicio del poder, tal vez presionado por los EUA o bien de acuerdo con las pretensiones tanto del gobierno de este país y del tercer signante, se renegociaron diversos protocolos modificatorios al Tratado aprobado, los cuales fueron suscritos el 10 de diciembre en la Ciudad de México por los tres países.

De los objetivos y alcances del contenido de tales protocolos de modificatorios, cada uno de los países pactantes se congratularon de lo benéfico que serán para sus economías; congratulaciones que se acentuaron en el caso de México y de los EUA. Sólo el tiempo dirá cuál fue la magnitud de los beneficios obtenidos por cada país, para lo cual bastará saber el monto de las inversiones y el flujo de las importaciones y exportaciones, sin pasar por alto que hoy por hoy en ambos rubros México exporta a los EUA e importa del mismo país alrededor del 80 por ciento de tales rubros.

Mientras que sean peras o manzanas, por lo pronto, en vísperas de la entrada en vigor del T-MEC a partir del uno de julio del año en curso, tal y como se publicó en el Diario Oficial de la Federación el 29 de junio pasado, el Congreso de la Unión de los Estados Unidos Mexicanos, convocado a sesiones extraordinarias para tal efecto los días 29 y 30 del mes citado, aprobará seis leyes pendientes para que se puedan observar, sin obstáculo legal alguno, el nuevo tratado, el cual, se ha dicho, que podría ser la secuencia para que, en un tiempo que por ahora se avizora lejano, muy lejano, podría configurar el principio de un solo estado con la fortaleza suficiente para enfrentar a las economías de la Unión Europea y a la pujante economía del lejano oriente con China a la cabeza.

Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas para México, pues si se analiza su potencial industrial, fácilmente se llegará a la conclusión de que en la industria que opera en el país, dominan tanto el capital como las empresas del país del norte, conformado principalmente por las empresas maquiladoras y armadoras en los rubros automotrices, aeroespacial y militar, las cuales, obviamente, vía salarios y compras a los proveedores nacionales de sus insumos, generan sustanciales derramas económicas con amplia cobertura poblacional.

Lo que se haga o deje de hacer para obtener mayor ventaja del T-MEC, en gran medida dependerá de AMLO, quien, a estas alturas de su gestión y al margen de su discurso del bienestar espiritual y/o de la felicidad, debe estar consciente de que para repartir hay que recaudar y que esta acción estará en relación directa al crecimiento del país, obtenido no sólo por las inversiones actuales con mayor capitalización, sino a inversiones futuras que vean al país como un espacio seguro y promisorio, ya fuere para obtener o aumentar sus utilidades, que conlleven al crecimiento del país. Todo ello acorde con el reto-promesa del presidente de terminar con la desigualdad aún existente o por lo menos disminuirla en forma notoria.

La paradoja de los tratados TLCAN y T-MEC es que el primero es obra de CSG, mientras que el segundo, en su culminación y los acuerdos modificatorios, pasarán al haber de AMLO quien, a pesar de no haber tenido participación en todo el trayecto de discusión, en los hechos él le puso el punto final con gran satisfacción de su parte, a tal grado (ha dicho) de que con la entrada en vigor del mismo, fluirán más inversiones al país y con ellas se fortalecerá la economía nacional y servirán de puente o senda para superar la crisis en la materia en la cual, en los tiempos que corren, está inmerso el país.

Para concluir, y de acuerdo con la definición, es dable preguntar si AMLO es la némesis de CSG o si éste es la némesis de aquél.

En el imaginario popular, los mexicanos, en una aplastante mayoría, no aprobaron la invitación del entonces presidente para que el candidato Donald Trump viniera a México y fuera recibido por aquél el 31 de agosto de 2016, ahora se podría decir que es una mayoría notoria de mexicanos, con conocimiento de causa y efectos, que no están de acuerdo que AMLO visite al presidente Trump, pero como escribió Liébano Sáenz el pasado sábado en su columna del diario Milenio, la visita constituye un inconveniente inevitable. Al margen quedan, entre muchas otras, las voces disidentes de un ex secretario de Relaciones Exteriores y de un diputado de Morena quien fuera embajador de México ante la ONU. La primera visita del candidato Trump a México y la segunda de AMLO al candidato Trump, ambas son de índole político y se perciben en beneficio del candidato Trump. ¿Se repetirá la historia y su final victorioso? Al tiempo.

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