/ sábado 20 de marzo de 2021

La sencillez y humildad no riñen con la inteligencia

La sencillez y la humildad no están reñidas con la inteligencia y el poder. Cae muy bien una persona, que aunque sea importante, es sencilla y humilde.

Lo que más se recuerda de una persona cuando no está presente, es su buen humor, su talento para escuchar, su capacidad para trabajar y, su civilidad como padre o madre de familia. La llave que abre al corazón más difícil es reconociendo sus cualidades y sus logros sin caer en la adulación. Subestimar el impacto de nuestra presencia y de nuestra ausencia es un lamentable error. No olvidemos el poder de nuestras palabras, lo profundo de nuestras miradas y la fuerza de nuestro silencio. Cuatro acciones incrementan nuestro carisma: sonreír, agradecer, escuchar y reconocer. Incluirlas en el repertorio de nuestro ser es una excelente decisión. Vale la pena luchar por lo que queremos, así como agradar de la manera más natural.

Discutir siempre representa un desgaste de energía y, hacerlo con quien no vale la pena es una tontería. Claro que hay gente que goza, disfruta, le encanta discutir con o sin razón. Personas que quieren llamar la atención a través de esta técnica y se vuelven obstinados por la práctica constante. No permitamos ser presa fácil de estos depredadores que lo único que buscan es dar a conocer nuestra vulnerabilidad.

Criticar sin aportar o sugerir es una actitud con buena dosis de amargura, agresividad o envidia. Una crítica constructiva es una firme convicción de ayudar a mejorar reconociendo lo bien hecho. No aceptem0s críticas de quienes sólo pueden ver lo negativo y nunca lo positivo. Se extraña a quien sabe escuchar, amar, compartir y reír. Es admirable quien hace de su vida y de la vida de los demás un acontecimiento digno de disfrutarse.

Es mejor alejarse de quienes hieren continuamente con sus sensibles actitudes, culpando siempre a los demás de todo. Navegan con la bandera de la sinceridad para ocultar su poca prudencia. Laceran de una y mil formas a la gente con la que conviven. Es mejor estar a distancia de ellas por la mala vibra que emanan y la negatividad que contagian. Aceptemos el poder de nuestras palabras y responsabilicémonos de buscar la forma de no afectar con ellas. En

caso contrario incluyamos el silencio prudente mientras pasa la tempestad.

Decir algo positivo cuando corregimos a alguien nos hace prudentes. Aceptar nuestros errores con humildad nos hace reconocidos e inteligentes. ¿Qué nos cuesta decir cuestiones positivas durante una corrección? Solamente nos podremos amar si creemos que somos una creación de Dios; no hay otra forma de lograrlo. Nadie puede amar a otros más de lo que se ama a sí mismo. Quien no se ama a sí mismo no puede amar a ninguna otra persona.

Qué afán por aplastar y destrozar los argumentos de quien no piensa igual que nosotros. Decir algo positivo entre lo negativo fortalece y dignifica. No olvidemos que todos podemos equivocarnos, somos humanos, pero, corregirnos con respeto siempre es una opción que nos hace grandes e inteligentes. No permitamos que trunquen nuestros sueños ni nos hagan dudar de nuestras capacidades. Pongamos todo nuestro esfuerzo y pasión en lo que hagamos y no consintamos que críticas o comentarios fuera de la razón, modifiquen nuestro camino.

Evitemos la tentación de juzgar a nuestros padres. Enfoquémonos e imitémoslos en lo bueno. Decidamos no repetir las cosas malas que pasaron o nos lesionaron. La perfección sólo la tiene Dios. Nuestros padres nos educaron de la forma que creyeron correcta, generalmente fruto de la forma en la que se les educó a ellos. Podemos tomar dos caminos: seguir el mismo patrón de conducta que aprendimos o, aceptar que no fue lo mejor y rediseñar la herencia recibida. Hagamos las paces con nuestro pasado en pro de un mejor presente y un civilizado futuro.

La sencillez y la humildad no están reñidas con la inteligencia y el poder. Cae muy bien una persona, que aunque sea importante, es sencilla y humilde.

Lo que más se recuerda de una persona cuando no está presente, es su buen humor, su talento para escuchar, su capacidad para trabajar y, su civilidad como padre o madre de familia. La llave que abre al corazón más difícil es reconociendo sus cualidades y sus logros sin caer en la adulación. Subestimar el impacto de nuestra presencia y de nuestra ausencia es un lamentable error. No olvidemos el poder de nuestras palabras, lo profundo de nuestras miradas y la fuerza de nuestro silencio. Cuatro acciones incrementan nuestro carisma: sonreír, agradecer, escuchar y reconocer. Incluirlas en el repertorio de nuestro ser es una excelente decisión. Vale la pena luchar por lo que queremos, así como agradar de la manera más natural.

Discutir siempre representa un desgaste de energía y, hacerlo con quien no vale la pena es una tontería. Claro que hay gente que goza, disfruta, le encanta discutir con o sin razón. Personas que quieren llamar la atención a través de esta técnica y se vuelven obstinados por la práctica constante. No permitamos ser presa fácil de estos depredadores que lo único que buscan es dar a conocer nuestra vulnerabilidad.

Criticar sin aportar o sugerir es una actitud con buena dosis de amargura, agresividad o envidia. Una crítica constructiva es una firme convicción de ayudar a mejorar reconociendo lo bien hecho. No aceptem0s críticas de quienes sólo pueden ver lo negativo y nunca lo positivo. Se extraña a quien sabe escuchar, amar, compartir y reír. Es admirable quien hace de su vida y de la vida de los demás un acontecimiento digno de disfrutarse.

Es mejor alejarse de quienes hieren continuamente con sus sensibles actitudes, culpando siempre a los demás de todo. Navegan con la bandera de la sinceridad para ocultar su poca prudencia. Laceran de una y mil formas a la gente con la que conviven. Es mejor estar a distancia de ellas por la mala vibra que emanan y la negatividad que contagian. Aceptemos el poder de nuestras palabras y responsabilicémonos de buscar la forma de no afectar con ellas. En

caso contrario incluyamos el silencio prudente mientras pasa la tempestad.

Decir algo positivo cuando corregimos a alguien nos hace prudentes. Aceptar nuestros errores con humildad nos hace reconocidos e inteligentes. ¿Qué nos cuesta decir cuestiones positivas durante una corrección? Solamente nos podremos amar si creemos que somos una creación de Dios; no hay otra forma de lograrlo. Nadie puede amar a otros más de lo que se ama a sí mismo. Quien no se ama a sí mismo no puede amar a ninguna otra persona.

Qué afán por aplastar y destrozar los argumentos de quien no piensa igual que nosotros. Decir algo positivo entre lo negativo fortalece y dignifica. No olvidemos que todos podemos equivocarnos, somos humanos, pero, corregirnos con respeto siempre es una opción que nos hace grandes e inteligentes. No permitamos que trunquen nuestros sueños ni nos hagan dudar de nuestras capacidades. Pongamos todo nuestro esfuerzo y pasión en lo que hagamos y no consintamos que críticas o comentarios fuera de la razón, modifiquen nuestro camino.

Evitemos la tentación de juzgar a nuestros padres. Enfoquémonos e imitémoslos en lo bueno. Decidamos no repetir las cosas malas que pasaron o nos lesionaron. La perfección sólo la tiene Dios. Nuestros padres nos educaron de la forma que creyeron correcta, generalmente fruto de la forma en la que se les educó a ellos. Podemos tomar dos caminos: seguir el mismo patrón de conducta que aprendimos o, aceptar que no fue lo mejor y rediseñar la herencia recibida. Hagamos las paces con nuestro pasado en pro de un mejor presente y un civilizado futuro.