A propósito del cercano día de muertos a celebrar en estos días, llega a mi memoria los viejos panteones de mi pueblo, allá en Villa Ocampo, Durango; lamentablemente, hoy están olvidados, muy a pesar del arraigo costumbrista del 2 de noviembre, tradición que al transcurrir el inexorable paso del tiempo, y al acabar las familias; las tumbas anónimas se deterioraron y por ende desaparecieron del radar de los habitantes de mi pueblo que hoy se concentran en el actual camposanto que dicho sea de paso data de finales del siglo XIX.
El día de hoy abordaré con nostalgia, algunos recuerdos del antiguo panteón de Villa Ocampo, que se localiza al norte de Villa Ocampo, rumbo al cerro de la Cruz, a orillas del pueblo. En la década de los setenta, alcancé a conocer aquel lugar; en ese tiempo, resultaba aún visible una área pequeña del viejo cementerio que estaba circundado con una pequeña barda de adobe; en esa época nadie se atrevía a profanar aquel espacio donde la tradición popular y en particular los ancianos del pueblo, referían que en aquella parte del pueblo habían sido sepultados sus ancestros. Recuerdo que el “Día de Finados” eran esparcidas flores y algunas coronas en aquel espacioso lugar. Conforme transcurrió el tiempo, las familias decidieron construir su hogar en aquel sitio. Siempre tuve la impresión que el sacrilegio del camposanto, trajo consigo la alteración de las almas que descansaban en aquel lugar y a partir de ese momento se desataron una serie de eventos paranormales que fueron motivo de intranquilidad para los moradores de aquella zona panteonera que en su tiempo fue emblemática para las familias de Villa Ocampo.
De aquel lugar se desprendieron un sinnúmero de relatos, leyendas y aparecidos entre los habitantes en la que aseguraban que las almas penaban durante la noche y que salían por el rumbo del viejo panteón en la que se tejieron múltiples historias de terror por el simple hecho de su profanación. Los restos humanos que fueron encontrados al momento de las excavaciones para construir las casas, eran sepultados en el mismo lugar, lo que trajo en consecuencia relatos increíbles, resultando una constante encontrar huesos humanos acompañados de incipientes tumbas bajo el techo de las casas de no pocas familias del viejo San Miguel de las Bocas, mismas que a motu propio decidieron edificar sus casas en aquel sitio. Villa Ocampo, se fundó por los jesuitas a principios del siglo XVII y su primer panteón se ubicó desde sus inicios cerca del cerro de la Pila y del cerro de la Cruz, al pie de una edificación que los lugareños dieron por nombrar como la Capilla, a orillas de la población; el segundo de ellos, fue justo el que describimos y que terminó su vida útil al concluir el siglo XIX, y el actual creado por necesidades de servicio, a fines del siglo diecinueve, ubicado a la salida a Durango al oriente de Villa Ocampo. Hoy las nuevas generaciones, se empeñan en honrar el día Halloween de tradición extranjera; si tan solo reflexionaran que parte de la identidad de cada pueblo reposa en esos viejos panteones, otra conciencia histórica sería; hoy solo conversamos del tema con las generaciones actuales como un recuerdo nostálgico del ayer.