/ martes 6 de agosto de 2019

LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA EN MÉXICO

Del 68 a la 4ª T, vista en primera persona (Parte 11 de 30)

La nueva cultura política en México.

Después del 68 mexicano, una nueva cultura política comenzó a florecer en México fuera de los controles corporativos del gobierno y su partido y se afanó en cercenar para siempre las modalidades de la vieja cultura política de la corrupción priista, el atraco, la represión, el saqueo, el clientelismo y demás prácticas que autoritaria y manipuladoramente se impuso en México desde la década de los diez del siglo pasado.

Se trató de una vieja cultura que con el fin de mantenerse indefinidamente y a toda costa en el poder siempre le apostó a la despolitización, la desinformación, el silencio, al conformismo, la manipulación y atomización de la sociedad mexicana.

Empero, la nueva cultura política que emergió en 1968, sería radicalmente diferente a la que había existido antes y empezó a desarrollarse dentro de la multitud de tendencias y prácticas discursivas en las que históricamente se ha manifestado la izquierda mexicana entre las que destacaban, fundamentalmente, la pro-soviética que desde el triunfo de la Revolución Rusa en 1917 se convirtió en la más influyente, alimentada por el entonces poderoso Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS); la nacionalista revolucionaria; la maoísta; la trotskista; la castro-guevarista; la espartaquista; etcétera.

La nueva cultura política posesentaiochera se fue desarrollando en el seno de las múltiples organizaciones y movimientos sociales, como fue el caso de los núcleos guerrilleros, en las organizaciones políticas partidarias que reivindicaban la vía electoral, en la academia universitaria y los medios de comunicación masiva.

Así, en lo referente a los movimientos sociales hay que decir que desde los albores de los años setenta, además de las tradicionales acciones estudiantiles que pese a la férrea represión del 2 de octubre de 1968 no dejaron de manifestarse en diferentes ámbitos del país como fue en Durango durante 1970, Nuevo León en 1971, Sinaloa en 1972, Puebla en 1973, etcétera, también hicieron su aparición las primeras movilizaciones obreras independientes luego de un largo periodo de reflujo generado por la brutal represión con la que, en las postrimerías de los años cincuenta, se aplastó al movimiento ferrocarrilero encabezado por los históricos dirigentes Demetrio Vallejo, Valentín Campa, el maestro Miguel Aroche Parra, etcétera, quienes fueron aprehendidos y encarcelados por más de una década, acusados del célebre delito de “disolución social” que entonces se encontraba tipificado en los artículos 145 y 145 bis de Código Penal Federal.

Para expresarlo en otras palabras, a partir de los años setenta resurgió en México el sindicalismo independiente que cuestionó severamente al charrismo sindical, una vergonzante modalidad de practicar la actividad política sindical que surgió y se institucionalizó en el sistema político mexicano desde el sexenio (1946-1952) del presidente Miguel Alemán Valdés.

El sindicalismo independiente fue un referente cualitativa y cuantitativamente diferente al oficialista, cuya principal característica sería desarrollarse fuera de los cánones y controles corporativos del régimen y su partido.

En esta tesitura aparecieron entre muchas otras movilizaciones la de la Tendencia Democrática del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (TD-SUTERM), encabezada por el dirigente Rafael Galván, así como el sindicalismo universitario de nuevo tipo que pronto se extendió a todas las instituciones de educación media y superior autónomas por ley y hasta en algunas de carácter privado, tal y como fue el caso de la Universidad de las Américas de Puebla, propiedad del poderoso e influyente banquero Manuel Espinosa Iglesias.

También fue a partir del movimiento estudiantil de 1968 cuando los habitantes de los barrios y colonias populares de diversas ciudades del país constituyeron el Movimiento Urbano Popular (MUP). Se trató de una inédita forma de organización social cuya finalidad inicial fue más reivindicativa que política, esto es, se conformó para lograr de las diferentes instancias del poder político municipal la creación o mejora de los servicios urbanos más elementales que requiere una comunidad para subsistir (vivienda, agua, luz, escuelas, pavimentación de calles, seguridad, transporte, etcétera).

En este contexto, entre muchas otras organizaciones de este tipo, aparecieron los Comités de Defensa Popular con importante influencia en las zonas urbanas pobres de Durango y Chihuahua, el Frente Popular de Zacatecas, el Campamento Tierra y Libertad de Monterrey, Nuevo León, etcétera.

Sin embargo, poco a poco estas formaciones sociales se fueron ramificando consolidando y transformando en distintas partes del país, al grado que poco después se convirtieron en un rico vivero de activistas y liderazgos políticos que dotaron a las organizaciones políticas de la izquierda de una parte muy significativa de su base social.

Tal fue la relevancia política que estos agrupamientos obtuvieron que a principios de la década de los noventa, contando con un importante apoyo y padrinazgo de los hermanos Salinas de Gortari, Raúl y Carlos, algunos de estos referentes conformaron el Partido del Trabajo (PT) al cual de inmediato, en los albores de 1991, se le otorgó el registro oficial, pese a no haber cubierto todos los requisitos legales para el mismo.

En otro contexto, después de las masacres estudiantiles del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971 que tuvieron lugar en la capital mexicana, en el seno de un sector de la población se fortaleció la tesis que afirmaba que para lograr el cambio social en México, necesariamente debería de llevarse a cabo la total destrucción del Estado burgués capitalista.

Será precisamente en esta tesitura en la cual un significativo número de jóvenes influidos por las tendencias guerrilleras y foquistas que se propagaron en todo el mundo y más particularmente en toda América Latina a raíz del triunfo de la Revolución cubana, consideraron que la lucha democrática y de masas ya se había agotado totalmente y entonces optaron por tomar las armas, la clandestinidad y la acción directa.

En esta dirección, además del efímero y fallido levantamiento armado ocurrido el 23 de septiembre de 1965 en ciudad Madera, Chihuahua, y de la formación en 1967 y 1968 en las montañas del estado de Guerrero, respectivamente de los focos guerrilleros de carácter rural liderados cada uno por su lado por los profesores Lucio Cabañas Barrientos y Genaro Vázquez Rojas, desde los albores de los años setenta surgieron en México una gran cantidad de agrupamientos guerrilleros urbanos y rurales los que sin embargo fueron sistemática y ferozmente aniquilados por medio de una intensa ofensiva policíaco-militar mejor conocida como la Guerra Sucia, que dejó un saldo aproximado de más 1,500 guerrilleros y otra cifra nunca jamás precisada de policías y militares muertos, así como cerca de medio millar de desaparecidos.


* Profesor e investigador de carrera en la UNAM. Email: elpozoleunam@hotmail.com

Del 68 a la 4ª T, vista en primera persona (Parte 11 de 30)

La nueva cultura política en México.

Después del 68 mexicano, una nueva cultura política comenzó a florecer en México fuera de los controles corporativos del gobierno y su partido y se afanó en cercenar para siempre las modalidades de la vieja cultura política de la corrupción priista, el atraco, la represión, el saqueo, el clientelismo y demás prácticas que autoritaria y manipuladoramente se impuso en México desde la década de los diez del siglo pasado.

Se trató de una vieja cultura que con el fin de mantenerse indefinidamente y a toda costa en el poder siempre le apostó a la despolitización, la desinformación, el silencio, al conformismo, la manipulación y atomización de la sociedad mexicana.

Empero, la nueva cultura política que emergió en 1968, sería radicalmente diferente a la que había existido antes y empezó a desarrollarse dentro de la multitud de tendencias y prácticas discursivas en las que históricamente se ha manifestado la izquierda mexicana entre las que destacaban, fundamentalmente, la pro-soviética que desde el triunfo de la Revolución Rusa en 1917 se convirtió en la más influyente, alimentada por el entonces poderoso Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS); la nacionalista revolucionaria; la maoísta; la trotskista; la castro-guevarista; la espartaquista; etcétera.

La nueva cultura política posesentaiochera se fue desarrollando en el seno de las múltiples organizaciones y movimientos sociales, como fue el caso de los núcleos guerrilleros, en las organizaciones políticas partidarias que reivindicaban la vía electoral, en la academia universitaria y los medios de comunicación masiva.

Así, en lo referente a los movimientos sociales hay que decir que desde los albores de los años setenta, además de las tradicionales acciones estudiantiles que pese a la férrea represión del 2 de octubre de 1968 no dejaron de manifestarse en diferentes ámbitos del país como fue en Durango durante 1970, Nuevo León en 1971, Sinaloa en 1972, Puebla en 1973, etcétera, también hicieron su aparición las primeras movilizaciones obreras independientes luego de un largo periodo de reflujo generado por la brutal represión con la que, en las postrimerías de los años cincuenta, se aplastó al movimiento ferrocarrilero encabezado por los históricos dirigentes Demetrio Vallejo, Valentín Campa, el maestro Miguel Aroche Parra, etcétera, quienes fueron aprehendidos y encarcelados por más de una década, acusados del célebre delito de “disolución social” que entonces se encontraba tipificado en los artículos 145 y 145 bis de Código Penal Federal.

Para expresarlo en otras palabras, a partir de los años setenta resurgió en México el sindicalismo independiente que cuestionó severamente al charrismo sindical, una vergonzante modalidad de practicar la actividad política sindical que surgió y se institucionalizó en el sistema político mexicano desde el sexenio (1946-1952) del presidente Miguel Alemán Valdés.

El sindicalismo independiente fue un referente cualitativa y cuantitativamente diferente al oficialista, cuya principal característica sería desarrollarse fuera de los cánones y controles corporativos del régimen y su partido.

En esta tesitura aparecieron entre muchas otras movilizaciones la de la Tendencia Democrática del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (TD-SUTERM), encabezada por el dirigente Rafael Galván, así como el sindicalismo universitario de nuevo tipo que pronto se extendió a todas las instituciones de educación media y superior autónomas por ley y hasta en algunas de carácter privado, tal y como fue el caso de la Universidad de las Américas de Puebla, propiedad del poderoso e influyente banquero Manuel Espinosa Iglesias.

También fue a partir del movimiento estudiantil de 1968 cuando los habitantes de los barrios y colonias populares de diversas ciudades del país constituyeron el Movimiento Urbano Popular (MUP). Se trató de una inédita forma de organización social cuya finalidad inicial fue más reivindicativa que política, esto es, se conformó para lograr de las diferentes instancias del poder político municipal la creación o mejora de los servicios urbanos más elementales que requiere una comunidad para subsistir (vivienda, agua, luz, escuelas, pavimentación de calles, seguridad, transporte, etcétera).

En este contexto, entre muchas otras organizaciones de este tipo, aparecieron los Comités de Defensa Popular con importante influencia en las zonas urbanas pobres de Durango y Chihuahua, el Frente Popular de Zacatecas, el Campamento Tierra y Libertad de Monterrey, Nuevo León, etcétera.

Sin embargo, poco a poco estas formaciones sociales se fueron ramificando consolidando y transformando en distintas partes del país, al grado que poco después se convirtieron en un rico vivero de activistas y liderazgos políticos que dotaron a las organizaciones políticas de la izquierda de una parte muy significativa de su base social.

Tal fue la relevancia política que estos agrupamientos obtuvieron que a principios de la década de los noventa, contando con un importante apoyo y padrinazgo de los hermanos Salinas de Gortari, Raúl y Carlos, algunos de estos referentes conformaron el Partido del Trabajo (PT) al cual de inmediato, en los albores de 1991, se le otorgó el registro oficial, pese a no haber cubierto todos los requisitos legales para el mismo.

En otro contexto, después de las masacres estudiantiles del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971 que tuvieron lugar en la capital mexicana, en el seno de un sector de la población se fortaleció la tesis que afirmaba que para lograr el cambio social en México, necesariamente debería de llevarse a cabo la total destrucción del Estado burgués capitalista.

Será precisamente en esta tesitura en la cual un significativo número de jóvenes influidos por las tendencias guerrilleras y foquistas que se propagaron en todo el mundo y más particularmente en toda América Latina a raíz del triunfo de la Revolución cubana, consideraron que la lucha democrática y de masas ya se había agotado totalmente y entonces optaron por tomar las armas, la clandestinidad y la acción directa.

En esta dirección, además del efímero y fallido levantamiento armado ocurrido el 23 de septiembre de 1965 en ciudad Madera, Chihuahua, y de la formación en 1967 y 1968 en las montañas del estado de Guerrero, respectivamente de los focos guerrilleros de carácter rural liderados cada uno por su lado por los profesores Lucio Cabañas Barrientos y Genaro Vázquez Rojas, desde los albores de los años setenta surgieron en México una gran cantidad de agrupamientos guerrilleros urbanos y rurales los que sin embargo fueron sistemática y ferozmente aniquilados por medio de una intensa ofensiva policíaco-militar mejor conocida como la Guerra Sucia, que dejó un saldo aproximado de más 1,500 guerrilleros y otra cifra nunca jamás precisada de policías y militares muertos, así como cerca de medio millar de desaparecidos.


* Profesor e investigador de carrera en la UNAM. Email: elpozoleunam@hotmail.com

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