/ martes 24 de septiembre de 2019

La transición democrática en México

La Reforma Política limitada

Del 68 a la 4ª T, vista en primera persona. Durante las elecciones federales intermedias que se celebraron durante el mes de julio de 1979 para la renovación de la Cámara de Diputados fue cuando la Reforma Política se instrumentó por primera vez.

En esta contienda, los siete referentes que conformaban el nuevo sistema de partidos en México mantuvieron su registro electoral tras obtener los siguientes resultados: El PAN el 10.74% y 43 diputaciones (4 de mayoría y 39 plurinominales); el PRI el 69.73% y 296 de los 300 diputados de mayoría relativa; el PPS el 2.58% y 11 diputaciones; el PARM el 1.80% y 12 diputaciones; el PDM el 2.05% y 10 diputaciones; el PCM el 4.99% y 18 diputaciones y el PST el 2.12% y10 diputaciones.

Pero aunque inspirada en el proceso de transición democrática española, la Reforma Política mexicana tenía objetivos sustancialmente diferentes a los de aquélla. Así, mientras que en la España posfranquista con la Reforma Política y el proceso de transición democrática se buscaba desmantelar totalmente al régimen que por 36 años (1939-1975) había mantenido con mano dura el dictador Francisco Franco, en el México del pos 68 se buscaba relegitimar al viejo régimen priista cada vez más cuestionado y deslegitimado.

La de 1977 demasiado distante de constituir una Reforma Política integral, los instrumentos políticos instrumentados en México se circunscribieron a una mera reforma electoral y por lo mismo, dejaron prácticamente intacta toda la estructura político-corporativa en la que por décadas se había sustentado el viejo régimen priista, tales como el sistema presidencialista mexicano con facultades con una serie de facultades constitucionales y meta constitucionales, al partido de Estado y el control de los procesos electorales a través de la Secretaría Gobernación en donde el Ejecutivo federal seguía actuando como juez y parte.

Por todas estas cuestiones, si nos atenemos a la estricta aplicación de los diferentes modelos teóricos que se han elaborado para la interpretación del concepto de la transición democrática en diferentes partes del mundo, esto es, desde la elaborada por Juan J. Linz hasta Ramón Cotarelo, la reforma (electoral) mexicana de 1977 que para algunos investigadores en esta parte de la ciencia política y constituyó el principio de un verdadero proceso de transición a la democracia, desde nuestro punto de vista, no sería más que una mera fase pre transicional.

Pero independientemente de lo acotado de los cambios, la denominada Reforma Política de Jesús Reyes Heroles fue el mecanismo para iniciar en México un paulatino pero irreversible proceso de democratización de la vida electoral mexicana, la cual aunque muy lenta y a cuenta gotas, coadyuvó al debilitamiento de la hegemonía político-electoral del otrora aparentemente invencible y poderoso partido de Estado, al tiempo que también fue generando un ascendente fortalecimiento de los agrupamientos político partidarios opositores de las izquierdas y la derecha.

De tal manera que de unos comicios de “carro completo” a los que desde su fundación eran ya una práctica cotidiana del otrora partido oficial y que cada tres años únicamente servían de mero trámite para la legitimación del régimen priista, paulatinamente se fue trascendiendo a procesos electorales cada vez más competitivos en los que reiteradamente se fue poniendo en aprietos al otrora hegemónico partido de Estado, el que sistemáticamente fue perdiendo distintos espacios de poder. Tal cuestión, inicialmente sucedió en la Cámara de Diputados federal, después en las legislaturas locales, casi a la par en los municipios, luego en la Cámara de Senadores, desde finales de los años 80 en los gobiernos de las entidades federativas y por último en la Presidencia de la República.

Durante el gobierno de José López Portillo, la Reforma Política, de una u otra sirvió de válvula de escape porque ayudó a amortiguar las movilizaciones políticas y sociales, mismas que a partir del Movimiento Estudiantil de 1968 fueron cada vez más recurrentes en todos los ámbitos de la sociedad mexicana.

Asimismo, otro factor que también coadyuvó a amortiguar la conflictividad política y social de la población fue la efímera mejoría de la situación económica de la población tras el hallazgo y explotación de nuevos yacimientos petrolíferos en algunas zonas del sureste del país. De tal manera que, durante este sexenio, el petróleo se convirtió en el elemento central de la economía nacional. Sin embargo, cuando a finales del mismo los precios internacionales del petróleo se derrumbaron, la economía mexicana también se fue a pique junto con ellos.

Ante tal situación, tres meses antes de que el Presidente José López Portillo concluyera su mandato, en su último informe de gobierno intentó contrarrestar los efectos negativos de esta nueva crisis económica, instrumentando, aunque sorpresivamente, dos medidas que desde mucho tiempo antes habían sido reiteradamente sugeridas por algunos sectores de su propio partido y ante todo por la izquierda.

Así, una de estas medidas y sin lugar a dudas la más importante e impactante de las dos, fue la nacionalización de la banca privada. Sin embargo, tal y como ya era de esperarse, de inmediato esta medida suscitó un fuerte enojo de los dueños de los bancos hacía el gobierno de José López Portillo, mismos que también contaron con la inmediata solidaridad de otros núcleos de la élite económica.

La otra medida fue la instrumentación del control de cambios que tenía por lo menos dos objetivos fundamentales. El primero de éstos era evitar la dolarización de la economía mexicana, así como cerrarle el paso a la sistemática fuga de capitales que ya desde un año antes se había venido observando en México. (Parte 20 de 30)

* Profesor e investigador de carrera en la UNAM. Email: elpozoleunam@hotmail.com

La Reforma Política limitada

Del 68 a la 4ª T, vista en primera persona. Durante las elecciones federales intermedias que se celebraron durante el mes de julio de 1979 para la renovación de la Cámara de Diputados fue cuando la Reforma Política se instrumentó por primera vez.

En esta contienda, los siete referentes que conformaban el nuevo sistema de partidos en México mantuvieron su registro electoral tras obtener los siguientes resultados: El PAN el 10.74% y 43 diputaciones (4 de mayoría y 39 plurinominales); el PRI el 69.73% y 296 de los 300 diputados de mayoría relativa; el PPS el 2.58% y 11 diputaciones; el PARM el 1.80% y 12 diputaciones; el PDM el 2.05% y 10 diputaciones; el PCM el 4.99% y 18 diputaciones y el PST el 2.12% y10 diputaciones.

Pero aunque inspirada en el proceso de transición democrática española, la Reforma Política mexicana tenía objetivos sustancialmente diferentes a los de aquélla. Así, mientras que en la España posfranquista con la Reforma Política y el proceso de transición democrática se buscaba desmantelar totalmente al régimen que por 36 años (1939-1975) había mantenido con mano dura el dictador Francisco Franco, en el México del pos 68 se buscaba relegitimar al viejo régimen priista cada vez más cuestionado y deslegitimado.

La de 1977 demasiado distante de constituir una Reforma Política integral, los instrumentos políticos instrumentados en México se circunscribieron a una mera reforma electoral y por lo mismo, dejaron prácticamente intacta toda la estructura político-corporativa en la que por décadas se había sustentado el viejo régimen priista, tales como el sistema presidencialista mexicano con facultades con una serie de facultades constitucionales y meta constitucionales, al partido de Estado y el control de los procesos electorales a través de la Secretaría Gobernación en donde el Ejecutivo federal seguía actuando como juez y parte.

Por todas estas cuestiones, si nos atenemos a la estricta aplicación de los diferentes modelos teóricos que se han elaborado para la interpretación del concepto de la transición democrática en diferentes partes del mundo, esto es, desde la elaborada por Juan J. Linz hasta Ramón Cotarelo, la reforma (electoral) mexicana de 1977 que para algunos investigadores en esta parte de la ciencia política y constituyó el principio de un verdadero proceso de transición a la democracia, desde nuestro punto de vista, no sería más que una mera fase pre transicional.

Pero independientemente de lo acotado de los cambios, la denominada Reforma Política de Jesús Reyes Heroles fue el mecanismo para iniciar en México un paulatino pero irreversible proceso de democratización de la vida electoral mexicana, la cual aunque muy lenta y a cuenta gotas, coadyuvó al debilitamiento de la hegemonía político-electoral del otrora aparentemente invencible y poderoso partido de Estado, al tiempo que también fue generando un ascendente fortalecimiento de los agrupamientos político partidarios opositores de las izquierdas y la derecha.

De tal manera que de unos comicios de “carro completo” a los que desde su fundación eran ya una práctica cotidiana del otrora partido oficial y que cada tres años únicamente servían de mero trámite para la legitimación del régimen priista, paulatinamente se fue trascendiendo a procesos electorales cada vez más competitivos en los que reiteradamente se fue poniendo en aprietos al otrora hegemónico partido de Estado, el que sistemáticamente fue perdiendo distintos espacios de poder. Tal cuestión, inicialmente sucedió en la Cámara de Diputados federal, después en las legislaturas locales, casi a la par en los municipios, luego en la Cámara de Senadores, desde finales de los años 80 en los gobiernos de las entidades federativas y por último en la Presidencia de la República.

Durante el gobierno de José López Portillo, la Reforma Política, de una u otra sirvió de válvula de escape porque ayudó a amortiguar las movilizaciones políticas y sociales, mismas que a partir del Movimiento Estudiantil de 1968 fueron cada vez más recurrentes en todos los ámbitos de la sociedad mexicana.

Asimismo, otro factor que también coadyuvó a amortiguar la conflictividad política y social de la población fue la efímera mejoría de la situación económica de la población tras el hallazgo y explotación de nuevos yacimientos petrolíferos en algunas zonas del sureste del país. De tal manera que, durante este sexenio, el petróleo se convirtió en el elemento central de la economía nacional. Sin embargo, cuando a finales del mismo los precios internacionales del petróleo se derrumbaron, la economía mexicana también se fue a pique junto con ellos.

Ante tal situación, tres meses antes de que el Presidente José López Portillo concluyera su mandato, en su último informe de gobierno intentó contrarrestar los efectos negativos de esta nueva crisis económica, instrumentando, aunque sorpresivamente, dos medidas que desde mucho tiempo antes habían sido reiteradamente sugeridas por algunos sectores de su propio partido y ante todo por la izquierda.

Así, una de estas medidas y sin lugar a dudas la más importante e impactante de las dos, fue la nacionalización de la banca privada. Sin embargo, tal y como ya era de esperarse, de inmediato esta medida suscitó un fuerte enojo de los dueños de los bancos hacía el gobierno de José López Portillo, mismos que también contaron con la inmediata solidaridad de otros núcleos de la élite económica.

La otra medida fue la instrumentación del control de cambios que tenía por lo menos dos objetivos fundamentales. El primero de éstos era evitar la dolarización de la economía mexicana, así como cerrarle el paso a la sistemática fuga de capitales que ya desde un año antes se había venido observando en México. (Parte 20 de 30)

* Profesor e investigador de carrera en la UNAM. Email: elpozoleunam@hotmail.com

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