/ viernes 2 de noviembre de 2018

La tutoría, solución o panacea a los problemas educativos

Muchas son las voces y experiencias que hablan acerca de la tutoría en la escuela como una gran estrategia educativa que puede coadyuvar a solucionar una multiplicidad de problemas asociados a las condiciones en las que se ofrece e imparte la educación pública y privada, en sus distintos tipos, niveles y modalidades.

En las políticas educativas internacionales, nacionales, locales e institucionales, de los últimos 30 años, que describen la forma en la que se debe planear e impulsar el desarrollo educativo, para lograr los objetivos el milenio, en cuanto a una educación de calidad e inclusiva, con equidad y transparencia, el concepto de tutoría aparece primero como un anhelo y después como una posibilidad para que los sistemas educativos, a través de la acción docente, toquen el espíritu y la conciencia de los estudiantes, para que se esfuercen en el estudio, adquieran aprendizajes significativos y desarrollen las competencias necesarias para una carrera exitosa ante las exigencias y demandas del Siglo XXI.

Así, poco a poco, el concepto de tutoría ha venido ganando terreno como política y como estrategia educativa que puede ser empleada para muchos fines, bien sea para propiciar una educación inclusiva, que atienda la diversidad y asegure la educación para todos; o bien, para favorecer la equidad, de manera que se dé más a quien más lo necesita, sea por su condición de vulnerabilidad o por su alto desempeño académico; también, para generar mayor pertinencia en el servicio educativo, de modo que responda a las necesidades contextuales de la realidad que viven las personas que asisten a la escuela; o finalmente, para asegurar la calidad de la educación, toda vez que esta ha quedado como una exigencia constitucional a nivel país.

Adicionales a los cuatro objetivos de política ya descritos, ofrecer tutoría para la inclusión, la equidad, la pertinencia o la calidad educativas, se espera, bueno no, se exige que la tutoría cumpla dos objetivos más.

Por un lado, que ayude a los estudiantes a resolver sus dificultades académicas, desarrollando en ellos capacidades cognitivas, metacognitivas, de solución de problemas y de transferencia de lo aprendido; y a la vez, que pueda atender sus necesidades personales, en cuanto al desarrollo de habilidades socioemocionales, de relación humana, de convivencia y de solidaridad con los otros.

De entrada pues, la tutoría presenta actualmente una altísima expectativa, que sin duda, bien aplicada, con los apoyos suficientes, con programas bien estructurados, con el seguimiento y apoyo necesarios, con las instancias adecuadas para la canalización de los estudiantes con problemas específicos y con una evaluación periódica y sistemática, seguramente se podrían logras esos y otros objetivos.

Sin embargo, la realidad es bien distinta, dadas las condiciones específicas de funcionamiento de cada tipo y nivel educativos, pues a nivel micro, ni las instituciones cuentan con los recursos para apoyar esta actividad ni los encargados de ofrecerla, los docentes, están bien preparados para llevarla a cabo, en función de las expectativas que se quiere que este servicio educativo cumpla.

Sin duda que hay muchas experiencias exitosas y que hay miles de maestros que llevan a cabo la función tutorial de manera exitosa; a pesar de ello, las condiciones de inclusión, de equidad, de permanencia y de calidad educativa todavía presentan indicadores muy bajos en cuanto a las referencias nacionales e internacionales.

Miles de estudiantes siguen presentando problemas de aprendizaje y de bajo rendimiento académico, lo que les lleva a la repetición de materias o grados, o bien, a la deserción escolar, y muchos miles más tienen problemas socioemocionales, que les implican deficiencias en su relación con los pares, son sujetos de acoso o de agresión escolar e incluso, presentan depresión y en situaciones extremas ideación suicida.

Es en esta realidad que los esfuerzos institucionales y del sistema educativo tienen que enfocarse en hacer del servicio de tutoría un verdadero servicio de apoyo y acompañamiento para los estudiantes, de modo que se sientan apoyados en el transcurso de sus trayectorias escolares y logren alcanzar con éxito la meta de estudio que se hayan propuesto.

Así, lo primero que habría que hacer es definir con claridad qué es lo que se espera de la tutoría y diseñar con precisión un plan tutorial de largo alcance, en el que se involucren todos los actores educativos, no sólo los tutores, pues en esencia todos son de algún modo tutores, cada quien en el ámbito de su función.

Ahora bien, dado que la política educativa vigente coloca la escuela al centro y a los alumnos como el destinatario principal de las acciones educativas, se deben revisar las finalidades pedagógicas y sociales de la educación, para que docentes y tutores adquieran un conocimiento pleno de las motivaciones y aspiraciones de los estudiantes; atiendan las condiciones contextuales en las que viven los alumnos y establezcan relación con los padres de familia; construyan ambientes de aprendizaje atrayentes y constructivos, en los que los estudiantes se sientan seguros y adquieran aprendizajes significativos; y finalmente, establezcan políticas y estrategias de inclusión y atención de la diversidad, a fin de asegurar que todos los estudiantes que asisten a la escuela concluyan con éxito sus estudios, en cada tramo de su proceso formativo.

Aun y cuando la tutoría por supuesto que no es una panacea, ni puede resolver todos los problemas que aquejan a las escuelas y a los estudiantes, sí representa una magnífica herramienta para orientar la intervención educativa y didáctica en las aulas, y aún fuera de ellas, de modo que esté centrada en un acompañamiento cercano, sistemático y permanente del docente-tutor al educando, a partir de procesos de facilitación, mediación y asesoría en los ámbitos del desarrollo cognitivo, afectivo, social, cultural y existencial, en los que se construye el aprendizaje y se desarrollan las competencias clave que se disponen en el currículo.

En todo caso, más allá de que exista una política educativa y de que la tutoría aparezca como un elemento curricular, el gran reto estriba en la formación de tutores competentes, capaces de establecer relaciones efectivas de comunicación-interacción con sus tutorados, de forma que puedan desencadenarse procesos de verdadera ayuda, acompañamiento, seguimiento y valoración de la efectividad de las acciones tutoriales, lo que desencadenará seguramente en mejores logros educativos, que den cuenta del cumplimiento positivo de las expectativas que genera este servicio educativo.


Muchas son las voces y experiencias que hablan acerca de la tutoría en la escuela como una gran estrategia educativa que puede coadyuvar a solucionar una multiplicidad de problemas asociados a las condiciones en las que se ofrece e imparte la educación pública y privada, en sus distintos tipos, niveles y modalidades.

En las políticas educativas internacionales, nacionales, locales e institucionales, de los últimos 30 años, que describen la forma en la que se debe planear e impulsar el desarrollo educativo, para lograr los objetivos el milenio, en cuanto a una educación de calidad e inclusiva, con equidad y transparencia, el concepto de tutoría aparece primero como un anhelo y después como una posibilidad para que los sistemas educativos, a través de la acción docente, toquen el espíritu y la conciencia de los estudiantes, para que se esfuercen en el estudio, adquieran aprendizajes significativos y desarrollen las competencias necesarias para una carrera exitosa ante las exigencias y demandas del Siglo XXI.

Así, poco a poco, el concepto de tutoría ha venido ganando terreno como política y como estrategia educativa que puede ser empleada para muchos fines, bien sea para propiciar una educación inclusiva, que atienda la diversidad y asegure la educación para todos; o bien, para favorecer la equidad, de manera que se dé más a quien más lo necesita, sea por su condición de vulnerabilidad o por su alto desempeño académico; también, para generar mayor pertinencia en el servicio educativo, de modo que responda a las necesidades contextuales de la realidad que viven las personas que asisten a la escuela; o finalmente, para asegurar la calidad de la educación, toda vez que esta ha quedado como una exigencia constitucional a nivel país.

Adicionales a los cuatro objetivos de política ya descritos, ofrecer tutoría para la inclusión, la equidad, la pertinencia o la calidad educativas, se espera, bueno no, se exige que la tutoría cumpla dos objetivos más.

Por un lado, que ayude a los estudiantes a resolver sus dificultades académicas, desarrollando en ellos capacidades cognitivas, metacognitivas, de solución de problemas y de transferencia de lo aprendido; y a la vez, que pueda atender sus necesidades personales, en cuanto al desarrollo de habilidades socioemocionales, de relación humana, de convivencia y de solidaridad con los otros.

De entrada pues, la tutoría presenta actualmente una altísima expectativa, que sin duda, bien aplicada, con los apoyos suficientes, con programas bien estructurados, con el seguimiento y apoyo necesarios, con las instancias adecuadas para la canalización de los estudiantes con problemas específicos y con una evaluación periódica y sistemática, seguramente se podrían logras esos y otros objetivos.

Sin embargo, la realidad es bien distinta, dadas las condiciones específicas de funcionamiento de cada tipo y nivel educativos, pues a nivel micro, ni las instituciones cuentan con los recursos para apoyar esta actividad ni los encargados de ofrecerla, los docentes, están bien preparados para llevarla a cabo, en función de las expectativas que se quiere que este servicio educativo cumpla.

Sin duda que hay muchas experiencias exitosas y que hay miles de maestros que llevan a cabo la función tutorial de manera exitosa; a pesar de ello, las condiciones de inclusión, de equidad, de permanencia y de calidad educativa todavía presentan indicadores muy bajos en cuanto a las referencias nacionales e internacionales.

Miles de estudiantes siguen presentando problemas de aprendizaje y de bajo rendimiento académico, lo que les lleva a la repetición de materias o grados, o bien, a la deserción escolar, y muchos miles más tienen problemas socioemocionales, que les implican deficiencias en su relación con los pares, son sujetos de acoso o de agresión escolar e incluso, presentan depresión y en situaciones extremas ideación suicida.

Es en esta realidad que los esfuerzos institucionales y del sistema educativo tienen que enfocarse en hacer del servicio de tutoría un verdadero servicio de apoyo y acompañamiento para los estudiantes, de modo que se sientan apoyados en el transcurso de sus trayectorias escolares y logren alcanzar con éxito la meta de estudio que se hayan propuesto.

Así, lo primero que habría que hacer es definir con claridad qué es lo que se espera de la tutoría y diseñar con precisión un plan tutorial de largo alcance, en el que se involucren todos los actores educativos, no sólo los tutores, pues en esencia todos son de algún modo tutores, cada quien en el ámbito de su función.

Ahora bien, dado que la política educativa vigente coloca la escuela al centro y a los alumnos como el destinatario principal de las acciones educativas, se deben revisar las finalidades pedagógicas y sociales de la educación, para que docentes y tutores adquieran un conocimiento pleno de las motivaciones y aspiraciones de los estudiantes; atiendan las condiciones contextuales en las que viven los alumnos y establezcan relación con los padres de familia; construyan ambientes de aprendizaje atrayentes y constructivos, en los que los estudiantes se sientan seguros y adquieran aprendizajes significativos; y finalmente, establezcan políticas y estrategias de inclusión y atención de la diversidad, a fin de asegurar que todos los estudiantes que asisten a la escuela concluyan con éxito sus estudios, en cada tramo de su proceso formativo.

Aun y cuando la tutoría por supuesto que no es una panacea, ni puede resolver todos los problemas que aquejan a las escuelas y a los estudiantes, sí representa una magnífica herramienta para orientar la intervención educativa y didáctica en las aulas, y aún fuera de ellas, de modo que esté centrada en un acompañamiento cercano, sistemático y permanente del docente-tutor al educando, a partir de procesos de facilitación, mediación y asesoría en los ámbitos del desarrollo cognitivo, afectivo, social, cultural y existencial, en los que se construye el aprendizaje y se desarrollan las competencias clave que se disponen en el currículo.

En todo caso, más allá de que exista una política educativa y de que la tutoría aparezca como un elemento curricular, el gran reto estriba en la formación de tutores competentes, capaces de establecer relaciones efectivas de comunicación-interacción con sus tutorados, de forma que puedan desencadenarse procesos de verdadera ayuda, acompañamiento, seguimiento y valoración de la efectividad de las acciones tutoriales, lo que desencadenará seguramente en mejores logros educativos, que den cuenta del cumplimiento positivo de las expectativas que genera este servicio educativo.