/ sábado 19 de diciembre de 2020

La verdadera Navidad

La Navidad ha ido mutando a lo largo del tiempo, cargándose de símbolos que ha ido recogiendo al haber atravesado diferentes culturas y épocas.

Adoptando en su seno leyendas y mitos y adaptándose al tiempo y las geografías, perdiendo cada vez más su esencia, y entonces cada vez más apartándose de su verdadero significado. Hoy quiero hablarte de LA VERDADERA NAVIDAD, no la que te venden en la tele o en las tiendas; sino la que nos cuenta la Biblia, certifica la historia, y atestiguan millones de personas que hemos conocido al niño de Belén como nuestro Señor y Salvador.

Haré que tú y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia. Tu descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón.” (Génesis 3.15) Desde los comienzos de la humanidad, Satanás quiso impedir el nacimiento del Hijo de Dios pues sabía que allí estaba su derrota. Jesús nacería para morir por nuestros pecados, el nacimiento de Jesús sería el comienzo de su derrota definitiva, porque ahora sería “Hijo de Hombre”, el “segundo Adán”, uno que venía a salvarnos en nuestro propio “pellejo”.

El Creador y Señor de los cielos se “encarnó”, se hizo como uno de nosotros. Jesús se hace vulnerable, de ahí su nombre “Emanuel” Dios con nosotros: El que con su sola palabra creó todas las cosas, sería ahora amamantado por una joven virgen de Nazareth; el que diseñó las constelaciones sería envuelto en pañales; el que nos había hecho para compartir su gloria, se despojó de ella para hacerse como uno de nosotros.

El Hijo de Dios, el Rey de los cielos no encuentra posada en la tierra. Así es la paradoja de su humanidad. Su reinado no depende de nuestro reconocimiento. Él es Rey, pero no es un Rey déspota, es el “Rey-Siervo”: Nace como un pobre niño, en un establo, en medio de olores de animales y el frío de la noche. Pero aún en esa condición recibe la visita de tres sabios de oriente que sí lo reconocen por la estrella y vienen a adorarle trayendo incienso, oro y mirra.

La huída a Egipto tuvo que ver con la preservación de la vida del niño. Primero corre el riesgo de morir apedreado en la panza de su mamá, la Virgen María, luego corre el riesgo de morir en un establo, ahora a manos de un loco. Tiempo atrás, Jesús mismo había preguntado a sus discípulos: ¿Quién soy para uds? El arrebatado Pedro tuvo ahora un momento de lucidez: Tú eres el Cristo!, el Mesías!, el enviado

La verdadera Navidad es la “bella historia” que comienza en el edén con una guerra; es la historia del Dios que se hace hombre; es la historia del Rey que se hace siervo, es la historia del Mesías que es rechazado por los suyos, pero cumple su propósito de salvarnos. ¿Qué historia vas a creer? ¿Qué historia estás viviendo? ¿Qué historia vas a contarle a los demás?

La Navidad ha ido mutando a lo largo del tiempo, cargándose de símbolos que ha ido recogiendo al haber atravesado diferentes culturas y épocas.

Adoptando en su seno leyendas y mitos y adaptándose al tiempo y las geografías, perdiendo cada vez más su esencia, y entonces cada vez más apartándose de su verdadero significado. Hoy quiero hablarte de LA VERDADERA NAVIDAD, no la que te venden en la tele o en las tiendas; sino la que nos cuenta la Biblia, certifica la historia, y atestiguan millones de personas que hemos conocido al niño de Belén como nuestro Señor y Salvador.

Haré que tú y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu descendencia y su descendencia. Tu descendencia te aplastará la cabeza, y tú le morderás el talón.” (Génesis 3.15) Desde los comienzos de la humanidad, Satanás quiso impedir el nacimiento del Hijo de Dios pues sabía que allí estaba su derrota. Jesús nacería para morir por nuestros pecados, el nacimiento de Jesús sería el comienzo de su derrota definitiva, porque ahora sería “Hijo de Hombre”, el “segundo Adán”, uno que venía a salvarnos en nuestro propio “pellejo”.

El Creador y Señor de los cielos se “encarnó”, se hizo como uno de nosotros. Jesús se hace vulnerable, de ahí su nombre “Emanuel” Dios con nosotros: El que con su sola palabra creó todas las cosas, sería ahora amamantado por una joven virgen de Nazareth; el que diseñó las constelaciones sería envuelto en pañales; el que nos había hecho para compartir su gloria, se despojó de ella para hacerse como uno de nosotros.

El Hijo de Dios, el Rey de los cielos no encuentra posada en la tierra. Así es la paradoja de su humanidad. Su reinado no depende de nuestro reconocimiento. Él es Rey, pero no es un Rey déspota, es el “Rey-Siervo”: Nace como un pobre niño, en un establo, en medio de olores de animales y el frío de la noche. Pero aún en esa condición recibe la visita de tres sabios de oriente que sí lo reconocen por la estrella y vienen a adorarle trayendo incienso, oro y mirra.

La huída a Egipto tuvo que ver con la preservación de la vida del niño. Primero corre el riesgo de morir apedreado en la panza de su mamá, la Virgen María, luego corre el riesgo de morir en un establo, ahora a manos de un loco. Tiempo atrás, Jesús mismo había preguntado a sus discípulos: ¿Quién soy para uds? El arrebatado Pedro tuvo ahora un momento de lucidez: Tú eres el Cristo!, el Mesías!, el enviado

La verdadera Navidad es la “bella historia” que comienza en el edén con una guerra; es la historia del Dios que se hace hombre; es la historia del Rey que se hace siervo, es la historia del Mesías que es rechazado por los suyos, pero cumple su propósito de salvarnos. ¿Qué historia vas a creer? ¿Qué historia estás viviendo? ¿Qué historia vas a contarle a los demás?

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