/ domingo 6 de enero de 2019

Las embestidas de los antorchistas y cenecistas no tienen futuro

En esa realidad que ahora sufren y como “víctimas del sufrimiento” intentan recuperar a gritos y sombrerazos las prebendas millonarias, cuya presión tan desafortunada puede quedar sólo en deseo.

Al dirigirme a los cenecistas en este artículo, por supuesto que no me estoy refiriendo a los campesinos de verdad, sino a los latifundistas, caciques, políticos, líderes corruptos y empleados de Sagarpa que utilizan a la CNC para agandallarse las cantidades millonarias que contienen los programas destinados al campo.

Sobre las embestidas que recientemente han dado al Congreso estas organizaciones del PRI, orquestadas para reclamar el control de los programas millonarios, que por primera vez escapan de sus manos, no tienen futuro, porque carecen de la confianza que el nuevo gobierno les ha cuestionado y la ausencia de fuerza que los auténticos campesinos les han retirado.

Además, si los antorchistas y cenecistas quieren medir fuerzas con el presidente de la República, no deben olvidar el fracaso de los empresarios y banqueros, cuando llamaron al pueblo de México a no votar por AMLO, su intento fue fallido y su osadía frustrante.

Lo mismo sucederá con estas organizaciones si se empecinan en desafiar a un gobierno que tiene la legitimidad suficiente de un pueblo, que harto de la corrupción y bandidaje, no las despreció, sino las escupió cuando sus siglas aparecían en los carteles de propaganda arropando a otro candidato.

La derrota que electoralmente sufrieron fue demoledora y ahora con el petate de ese moribundo, pretenden asustar y arrinconar a su rival que no tiene la intención de redimirlos, sino rematarlos con el odio de sus mismos representados, a quienes han hecho víctimas de la estafa, el engaño, el manipuleo y la miseria y que ahora el éxtasis de su venganza no tiene límites, al observar en la televisión los manotazos y empellones que propinan los guardias a sus falsos redentores.

Esa es la realidad y no existe otra que pudiera mitigar la afrenta de ser malmodeados y zarandeados. Menos el paliativo que pudiera calmar el dolor que les causa haber perdido las mieles del presupuesto; aquellas que por muchísimos años utilizaron para enriquecerse brutalmente; aquellas de las que dispusieron para contratar porros y pistoleros para que les hicieran valla y los levantaran en hombros para que no fueran tocados ni con el pétalo de una rosa.

Esa es la realidad que ahora viven y como conocedores de las entrañas del poder, ahora pretenden destruirlas con los mismos métodos que el enemigo se las arrancó, pero sin tomar en cuenta que la espada que el adversario esgrimió para dañarlos, no está a su alcance y por más esfuerzos que hagan para recuperarla, no serán suficientes, porque en la medida que la tironeen, en esa medida sus seguidores la ponen de filo, para amputarles la idea de seguir utilizando su identidad, donde sostienen los privilegios que en su nombre han obtenido y avasallado.

En esa realidad que ahora sufren y como “víctimas del sufrimiento” intentan recuperar a gritos y sombrerazos las prebendas millonarias, cuya presión tan desafortunada puede quedar sólo en deseo, porque los gritos que se escucharon y sombreros que se exhibieron no eran de los campesinos, sino de los cenecistas oportunistas y antorchistas malandrines, que en su desesperación por rescatar el filón de oro que representa los apoyos para el campo, no han escatimado en convertirse de potentados a pordioseros y de emperadores a trotacalles.

Es patética la posición de los líderes que gozaron del picaporte libre gubernamental por muchas décadas y ahora en cabeza ajena aprenden la lección de aquellos a quienes muchas veces se lo cerraron y que ahora desesperados y con los ojos húmedos y llorosos, no les queda de otra, más que forzar las puertas de las instituciones, que mucho presumían defender y ahora no tienen reparo en exhibirse, tratando de romper el cerco del Congreso, cuyo desatino fue rechazado por la opinión pública.

Desde luego que dicho rechazo no obedece a la acción, sino a la falta de calidad moral de quienes la realizaron, ya que el catálogo de corrupción que pesa sobre los hombros de dichos liderazgos es amplísimo, y desgraciadamente riñe con el ideal justiciero que ahora nos quieren vender.

Así las cosas, reducidas al escándalo y al fracaso. Los grupos de antorchistas y latifundistas no tuvieron la simpatía de casi nadie, por la forma atrabancada de exigir y poner precio a su vandalismo, con la muy modesta suma de 40 mil millones de pesos, disque para la “incentivación del campo, donde desde hace mucho tiempo sus malas artes la han cancelado.

Pero eso sí, diestros en erigir monumentos a la miseria, donde los campesinos sólo sirven de pedestal para soportar sobre sus hombros un costal de maíz amarillo, que sólo sirve para la foto, la que aprovechan los que viven a sus costillas, para justificar sus caravanas hechas con sombrero ajeno.

Ante dichas experiencias que estos vividores han acumulado y han hecho públicas, el presidente López Obrador, sostiene que se les respetará su derecho a manifestarse; pero no ha dicho que cederá al negocio de los vividores que han hecho del chantaje su modus vivendi a cargo del presupuesto.

Nunca en la historia la burocracia de la CNC y su consorte Antorcha Campesina habían estado en estas condiciones, y es que nadie se había atrevido a tocar sus privilegios, y ahora están sufriendo un sacudimiento frente a un presidente que no está dispuesto a convivir con cenecistas deshonestos ni antorchistas oportunistas.

Ante dichas circunstancias nos queda muy claro que AMLO ha marcado perfectamente la línea entre líderes y campesinos: Los primeros gozarán del rechazo y la desconfianza y los segundos de la gracia y la justicia, bajo esquemas de apoyo que efectivamente llegarán a sus manos, sin la injerencia de ningún líder, porque éstos no sólo serán ignorados, sino investigados en cualquier intento de manipulación y transa que atente contra los hombres del campo.

Y tiene razón, porque habría que ver los grandes ranchos agrícolas y ganaderos que los redentores de los campesinos han hecho en su nombre, bajo el esquema corrupto de los famosos proyectos, donde ellos y sus amigos son los únicos beneficiados, y los campesinos los esperanzados, que ingenuamente llenan formatos y formatos que nunca se hacen realidad.

Pero eso sí, los líderes muy anuentes a consolarlos bajo la cantaleta de que “si este año no les llegó vuélvanlo a llenar para el próximo”, que al cabo “las esperanzas no engordan pero mantienen”.

En esa realidad que ahora sufren y como “víctimas del sufrimiento” intentan recuperar a gritos y sombrerazos las prebendas millonarias, cuya presión tan desafortunada puede quedar sólo en deseo.

Al dirigirme a los cenecistas en este artículo, por supuesto que no me estoy refiriendo a los campesinos de verdad, sino a los latifundistas, caciques, políticos, líderes corruptos y empleados de Sagarpa que utilizan a la CNC para agandallarse las cantidades millonarias que contienen los programas destinados al campo.

Sobre las embestidas que recientemente han dado al Congreso estas organizaciones del PRI, orquestadas para reclamar el control de los programas millonarios, que por primera vez escapan de sus manos, no tienen futuro, porque carecen de la confianza que el nuevo gobierno les ha cuestionado y la ausencia de fuerza que los auténticos campesinos les han retirado.

Además, si los antorchistas y cenecistas quieren medir fuerzas con el presidente de la República, no deben olvidar el fracaso de los empresarios y banqueros, cuando llamaron al pueblo de México a no votar por AMLO, su intento fue fallido y su osadía frustrante.

Lo mismo sucederá con estas organizaciones si se empecinan en desafiar a un gobierno que tiene la legitimidad suficiente de un pueblo, que harto de la corrupción y bandidaje, no las despreció, sino las escupió cuando sus siglas aparecían en los carteles de propaganda arropando a otro candidato.

La derrota que electoralmente sufrieron fue demoledora y ahora con el petate de ese moribundo, pretenden asustar y arrinconar a su rival que no tiene la intención de redimirlos, sino rematarlos con el odio de sus mismos representados, a quienes han hecho víctimas de la estafa, el engaño, el manipuleo y la miseria y que ahora el éxtasis de su venganza no tiene límites, al observar en la televisión los manotazos y empellones que propinan los guardias a sus falsos redentores.

Esa es la realidad y no existe otra que pudiera mitigar la afrenta de ser malmodeados y zarandeados. Menos el paliativo que pudiera calmar el dolor que les causa haber perdido las mieles del presupuesto; aquellas que por muchísimos años utilizaron para enriquecerse brutalmente; aquellas de las que dispusieron para contratar porros y pistoleros para que les hicieran valla y los levantaran en hombros para que no fueran tocados ni con el pétalo de una rosa.

Esa es la realidad que ahora viven y como conocedores de las entrañas del poder, ahora pretenden destruirlas con los mismos métodos que el enemigo se las arrancó, pero sin tomar en cuenta que la espada que el adversario esgrimió para dañarlos, no está a su alcance y por más esfuerzos que hagan para recuperarla, no serán suficientes, porque en la medida que la tironeen, en esa medida sus seguidores la ponen de filo, para amputarles la idea de seguir utilizando su identidad, donde sostienen los privilegios que en su nombre han obtenido y avasallado.

En esa realidad que ahora sufren y como “víctimas del sufrimiento” intentan recuperar a gritos y sombrerazos las prebendas millonarias, cuya presión tan desafortunada puede quedar sólo en deseo, porque los gritos que se escucharon y sombreros que se exhibieron no eran de los campesinos, sino de los cenecistas oportunistas y antorchistas malandrines, que en su desesperación por rescatar el filón de oro que representa los apoyos para el campo, no han escatimado en convertirse de potentados a pordioseros y de emperadores a trotacalles.

Es patética la posición de los líderes que gozaron del picaporte libre gubernamental por muchas décadas y ahora en cabeza ajena aprenden la lección de aquellos a quienes muchas veces se lo cerraron y que ahora desesperados y con los ojos húmedos y llorosos, no les queda de otra, más que forzar las puertas de las instituciones, que mucho presumían defender y ahora no tienen reparo en exhibirse, tratando de romper el cerco del Congreso, cuyo desatino fue rechazado por la opinión pública.

Desde luego que dicho rechazo no obedece a la acción, sino a la falta de calidad moral de quienes la realizaron, ya que el catálogo de corrupción que pesa sobre los hombros de dichos liderazgos es amplísimo, y desgraciadamente riñe con el ideal justiciero que ahora nos quieren vender.

Así las cosas, reducidas al escándalo y al fracaso. Los grupos de antorchistas y latifundistas no tuvieron la simpatía de casi nadie, por la forma atrabancada de exigir y poner precio a su vandalismo, con la muy modesta suma de 40 mil millones de pesos, disque para la “incentivación del campo, donde desde hace mucho tiempo sus malas artes la han cancelado.

Pero eso sí, diestros en erigir monumentos a la miseria, donde los campesinos sólo sirven de pedestal para soportar sobre sus hombros un costal de maíz amarillo, que sólo sirve para la foto, la que aprovechan los que viven a sus costillas, para justificar sus caravanas hechas con sombrero ajeno.

Ante dichas experiencias que estos vividores han acumulado y han hecho públicas, el presidente López Obrador, sostiene que se les respetará su derecho a manifestarse; pero no ha dicho que cederá al negocio de los vividores que han hecho del chantaje su modus vivendi a cargo del presupuesto.

Nunca en la historia la burocracia de la CNC y su consorte Antorcha Campesina habían estado en estas condiciones, y es que nadie se había atrevido a tocar sus privilegios, y ahora están sufriendo un sacudimiento frente a un presidente que no está dispuesto a convivir con cenecistas deshonestos ni antorchistas oportunistas.

Ante dichas circunstancias nos queda muy claro que AMLO ha marcado perfectamente la línea entre líderes y campesinos: Los primeros gozarán del rechazo y la desconfianza y los segundos de la gracia y la justicia, bajo esquemas de apoyo que efectivamente llegarán a sus manos, sin la injerencia de ningún líder, porque éstos no sólo serán ignorados, sino investigados en cualquier intento de manipulación y transa que atente contra los hombres del campo.

Y tiene razón, porque habría que ver los grandes ranchos agrícolas y ganaderos que los redentores de los campesinos han hecho en su nombre, bajo el esquema corrupto de los famosos proyectos, donde ellos y sus amigos son los únicos beneficiados, y los campesinos los esperanzados, que ingenuamente llenan formatos y formatos que nunca se hacen realidad.

Pero eso sí, los líderes muy anuentes a consolarlos bajo la cantaleta de que “si este año no les llegó vuélvanlo a llenar para el próximo”, que al cabo “las esperanzas no engordan pero mantienen”.