/ sábado 11 de junio de 2022

¡Liberémonos!

“¿Por qué están tan enojadas las naciones? ¿Por qué pierden el tiempo en planes inútiles? Los reyes de la tierra se preparan para la batalla; los gobernantes conspiran juntos en contra del Señor y en contra de su ungido. «¡Rompamos las cadenas! –gritan-, ¡y liberémonos de ser esclavos de Dios!».” Salmos 2:1-3 NTV

Después de hora y media de haber recorrido las preciosas instalaciones del emblemático edificio neoyorquino, nos volvimos a encontrar en el lobby de inicio con todo el contingente, nos miramos con nuestro amigo Gilberto y reparamos en algo: A excepción de un mural que representaba la convivencia de todas las religiones del mundo, no había una sola obra o frase, o inscripción que hiciera referencia a Dios, mucho menos a Cristo.

El autor de este salmo ya lo había visto: Las naciones de la tierra están empecinadas en quitar a Dios de su agenda. Si hay algo en lo que son elocuentes los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que planteó la ONU en su agenda 20/30 es un su deliberada intención de eliminar a Dios de la vida del hombre, ni siquiera aparece la palabra “religión”, en alguno de ellos, como si el tema de la fe no fuera importante para sostener la vida del ser humano en esta casa que llamamos planeta Tierra.

Citemos algunos de ellos como “fin de la pobreza”, “hambre cero”, “salud y bienestar”, “educación de calidad”, “trabajo decente y crecimiento económico”; por cierto que suenan bonitos además de ambiciosos, pero no dejan de sonar arrogantes cuando se quita a Dios de la ecuación. Otros, como “igualdad de género” o “reducción de las desigualdades” aunque suenan atractivos, esconden una sutil y perversa estrategia de destrucción de la familia como célula base de la sociedad o bien atentan contra lo sagrado de la vida a través de la promoción del aborto.

Lo que no nos dimos cuenta es que en nuestro deseo de “emanciparnos” del Creador, lo único que hemos logrado es más esclavitud, más pobreza, más desigualdad, más violencia, más contaminación, más injusticia, menos educación, menos trabajo de calidad, menos salud y bienestar.

Hace ya sesenta años que la Suprema Corte de los EE.UU declaró inconstitucional la oración en las escualos. ¿No tendrá acaso esta resolución de un país que ha sido históricamente símbolo de libertad algo que ver con las tres masacres del último mes ocurrida en sus salones de clases y fábricas? ¿Seguiremos insistiendo con las naciones de la tierra al grito de “liberémonos”?


leonardolombar@gmail.com


“¿Por qué están tan enojadas las naciones? ¿Por qué pierden el tiempo en planes inútiles? Los reyes de la tierra se preparan para la batalla; los gobernantes conspiran juntos en contra del Señor y en contra de su ungido. «¡Rompamos las cadenas! –gritan-, ¡y liberémonos de ser esclavos de Dios!».” Salmos 2:1-3 NTV

Después de hora y media de haber recorrido las preciosas instalaciones del emblemático edificio neoyorquino, nos volvimos a encontrar en el lobby de inicio con todo el contingente, nos miramos con nuestro amigo Gilberto y reparamos en algo: A excepción de un mural que representaba la convivencia de todas las religiones del mundo, no había una sola obra o frase, o inscripción que hiciera referencia a Dios, mucho menos a Cristo.

El autor de este salmo ya lo había visto: Las naciones de la tierra están empecinadas en quitar a Dios de su agenda. Si hay algo en lo que son elocuentes los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que planteó la ONU en su agenda 20/30 es un su deliberada intención de eliminar a Dios de la vida del hombre, ni siquiera aparece la palabra “religión”, en alguno de ellos, como si el tema de la fe no fuera importante para sostener la vida del ser humano en esta casa que llamamos planeta Tierra.

Citemos algunos de ellos como “fin de la pobreza”, “hambre cero”, “salud y bienestar”, “educación de calidad”, “trabajo decente y crecimiento económico”; por cierto que suenan bonitos además de ambiciosos, pero no dejan de sonar arrogantes cuando se quita a Dios de la ecuación. Otros, como “igualdad de género” o “reducción de las desigualdades” aunque suenan atractivos, esconden una sutil y perversa estrategia de destrucción de la familia como célula base de la sociedad o bien atentan contra lo sagrado de la vida a través de la promoción del aborto.

Lo que no nos dimos cuenta es que en nuestro deseo de “emanciparnos” del Creador, lo único que hemos logrado es más esclavitud, más pobreza, más desigualdad, más violencia, más contaminación, más injusticia, menos educación, menos trabajo de calidad, menos salud y bienestar.

Hace ya sesenta años que la Suprema Corte de los EE.UU declaró inconstitucional la oración en las escualos. ¿No tendrá acaso esta resolución de un país que ha sido históricamente símbolo de libertad algo que ver con las tres masacres del último mes ocurrida en sus salones de clases y fábricas? ¿Seguiremos insistiendo con las naciones de la tierra al grito de “liberémonos”?


leonardolombar@gmail.com


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