/ lunes 9 de mayo de 2022

Libertad de prensa y sociedades democráticas

Como cada año, el pasado 3 de mayo se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa. No se trata de una efeméride cualquiera; de este derecho fundamental depende una buena parte del óptimo funcionamiento democrático de las sociedades contemporáneas. Desmenuzar la labor gubernativa es algo que no puede hacerse sin la libertad de prensa, con todo lo que ello implica.

En íntima relación con la libertad de información, la libertad de prensa involucra el derecho a informar y el derecho a ser informado. Esta última vertiente también debe entenderse en clave de deberes, responsabilidades y obligaciones, pues una ciudadanía genuinamente democrática sólo puede asumirse desde una perspectiva crítica, en la cual la información es elemental.

Por lo anterior es que, en el marco de la conmemoración del Día Mundial de la Libertad de Prensa 2022, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, afirmó que “sin libertad de prensa, no hay verdaderas sociedades democráticas. Sin libertad de prensa no hay libertad”.

De esta aseveración se desprende que el conjunto de las libertades públicas no puede ejercerse ni garantizarse a plenitud cuando se ataca frontalmente la libertad de prensa. El papel del periodismo y de los medios de información y comunicación es absolutamente decisivo para hablar de un marco de tolerancia, pluralidad y contrapesos al poder. Por ello no es casual que desde hace mucho tiempo se le identifique al periodismo como un cuarto poder, vigilante siempre del quehacer de todas las personas tomadoras de decisiones.

Guterres también enfatizó que “en el Día Mundial de la Libertad de Prensa, ponemos el foco en la labor fundamental de los periodistas y otros trabajadores de los medios de comunicación que buscan la transparencia y la rendición de cuentas de quienes ocupan el poder, a menudo con gran riesgo personal”.

Si a lo anterior añadimos la diversificación de la información que ha tenido verificativo en los últimos años gracias a la emergencia de blogs, redes sociales y otras plataformas audiovisuales, sin duda alguna que la labor protectora de los Estados debe ampliarse en múltiples sentidos. Renunciar a lo anterior es claudicar de exigencias para una vida colectiva mucho más armónica.

El acceso a fuentes alternativas de información, en tanto elemento teórico y práctico esencial de la democracia contemporánea -al decir de uno de los grandes sostenedores de esta forma de gobierno en el mundo actual como fue el profesor Robert Dahl-, mantiene una conexión capital con la materialización de las libertades. Queda claro que esa materialización sólo tiene sentido cuando la crítica del poder se ejerce sin cortapisas, procurando en todo momento un equilibrio entre el decir y el hacer, entre la prédica y la práctica, entre el dicho y el hecho. La solidaridad tendría que ser básica para la comprensión a cabalidad de esta libertad en su más amplio horizonte.

A nivel mundial, definitivamente, son muchos los desafíos que se le presentan a este derecho humano. La libertad de prensa únicamente puede caminar cuando hay gobernantes comprometidos con el lado sustantivo de la democracia y cuando existe una sociedad civil que, por sí misma, funge como un tragaluz de todo lo que sucede en la palestra pública. Desmitificar la creencia de que hay una plena garantía de todo lo que hacen medios de información y comunicación contribuirá, sin duda alguna y de manera significativa, a visualizar con mucho mayor rigor las áreas de oportunidad que este tópico encara en pleno siglo XXI.


Como cada año, el pasado 3 de mayo se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa. No se trata de una efeméride cualquiera; de este derecho fundamental depende una buena parte del óptimo funcionamiento democrático de las sociedades contemporáneas. Desmenuzar la labor gubernativa es algo que no puede hacerse sin la libertad de prensa, con todo lo que ello implica.

En íntima relación con la libertad de información, la libertad de prensa involucra el derecho a informar y el derecho a ser informado. Esta última vertiente también debe entenderse en clave de deberes, responsabilidades y obligaciones, pues una ciudadanía genuinamente democrática sólo puede asumirse desde una perspectiva crítica, en la cual la información es elemental.

Por lo anterior es que, en el marco de la conmemoración del Día Mundial de la Libertad de Prensa 2022, el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, afirmó que “sin libertad de prensa, no hay verdaderas sociedades democráticas. Sin libertad de prensa no hay libertad”.

De esta aseveración se desprende que el conjunto de las libertades públicas no puede ejercerse ni garantizarse a plenitud cuando se ataca frontalmente la libertad de prensa. El papel del periodismo y de los medios de información y comunicación es absolutamente decisivo para hablar de un marco de tolerancia, pluralidad y contrapesos al poder. Por ello no es casual que desde hace mucho tiempo se le identifique al periodismo como un cuarto poder, vigilante siempre del quehacer de todas las personas tomadoras de decisiones.

Guterres también enfatizó que “en el Día Mundial de la Libertad de Prensa, ponemos el foco en la labor fundamental de los periodistas y otros trabajadores de los medios de comunicación que buscan la transparencia y la rendición de cuentas de quienes ocupan el poder, a menudo con gran riesgo personal”.

Si a lo anterior añadimos la diversificación de la información que ha tenido verificativo en los últimos años gracias a la emergencia de blogs, redes sociales y otras plataformas audiovisuales, sin duda alguna que la labor protectora de los Estados debe ampliarse en múltiples sentidos. Renunciar a lo anterior es claudicar de exigencias para una vida colectiva mucho más armónica.

El acceso a fuentes alternativas de información, en tanto elemento teórico y práctico esencial de la democracia contemporánea -al decir de uno de los grandes sostenedores de esta forma de gobierno en el mundo actual como fue el profesor Robert Dahl-, mantiene una conexión capital con la materialización de las libertades. Queda claro que esa materialización sólo tiene sentido cuando la crítica del poder se ejerce sin cortapisas, procurando en todo momento un equilibrio entre el decir y el hacer, entre la prédica y la práctica, entre el dicho y el hecho. La solidaridad tendría que ser básica para la comprensión a cabalidad de esta libertad en su más amplio horizonte.

A nivel mundial, definitivamente, son muchos los desafíos que se le presentan a este derecho humano. La libertad de prensa únicamente puede caminar cuando hay gobernantes comprometidos con el lado sustantivo de la democracia y cuando existe una sociedad civil que, por sí misma, funge como un tragaluz de todo lo que sucede en la palestra pública. Desmitificar la creencia de que hay una plena garantía de todo lo que hacen medios de información y comunicación contribuirá, sin duda alguna y de manera significativa, a visualizar con mucho mayor rigor las áreas de oportunidad que este tópico encara en pleno siglo XXI.